2. Uno más uno: uno.

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Ese mismo día Marian llegó al estudio de Londres cerca de las cuatro de la tarde. Buscó entre los pasillos a Samantha pero no la encontró. Su pulso comenzó a acelerarse. No estaba en las salas de ensayo, tampoco en la cocina.

-¡Marian, qué sorpresa verte por aquí hoy! ¿Acaso no te ausentas todos los lunes?

-Johnny -dijo a modo de saludo ignorando por completo el anterior comentario-. ¿Has visto a Samantha?

El castaño intentó recordar cuándo había sido la última vez que la había visto.

-Mmm... La última vez que la vi estaba haciendo unos arreglos con Belle, Angélica y Ellisbeth en la zona de vestuario.

-Oh, bien. Voy a buscarla.

Johnny enarcó una ceja.

-¿Estás bien? Te ves fatal. -Aquella pregunta no obtuvo respuesta, Marian había salido a trote.

La tensión que había en su pecho se relajó luego de encontrarla trabajando junto a quienes había nombrado Johnny. Al ver llegar a Marian, Angélica se alejó discretamente, en secreto odiaba el olor a humo de cigarrillo que siempre tenía consigo, Belle la siguió, tampoco soportaba mucho al hombre. Ellisbeth lo miró de arriba a abajo con expresión escéptica.

-¿Y tú qué haces aquí? -preguntó cruzándose de brazos.

-Ellis. Vine a ver a Sam -respondió entre dientes.

-Pues ya la viste, vete, aquí estamos trabajando... Algo que cierta persona -remarcó de forma sugerente- tendría que estar haciendo en otra sucursal -volvió a destacar.

Marian puso los ojos en blanco y Sam rió para luego acariciar la mejilla del pelirrojo.

-Tranquilo -Susurró solo para él, Ellisbeth le había dado la espalda a su padrino-. Puedo hacerlo sola, todo está bien.

Marian miró en aquel par de ojos ambarinos y encontró tranquilidad. Asintió con la cabeza y la besó en los labios con lentitud.

-Das asco, Marian, ¿por qué ya no te vas a tu casa? -Era su ahijada otra vez, clavándole la astucia en la paciencia.

-Vale, vale, me voy -Miró a Ellisbeth luego a Samantha-. Volveré cerca de las ocho de la noche, ¿sí? Pasaré por ti. Si te sientes mal y quieres irte antes, toma un taxi.

-Marian, Samantha es tu mujer, no tu hija, lo sabes, ¿no?

Samantha rió y, antes de que ambos subieran de tono la conversación, decidió intervenir.

-Marian es así, Ellis, y a mí me ayuda porque soy bastante torpe.

-Claro, claro, espero que este inútil esté cuidándote bien.

-Yo también te adoro, Ellis... -añadió el pelirrojo con sarcasmo.

Ella le enseñó la lengua. Samantha rió otra vez. Ambos siempre habían tenido una relación bastante peculiar, pero no había dudas de que se querían muchísimo y, aunque ninguno de los dos lo quisiera admitir, se admiraban mutuamente.

Marian desapareció tras la puerta, Belle y Angélica regresaron con un aromatizador de ambientes y así continuaron trabajando hasta que la noche cayó.


El resto de la semana pasó en un abrir y cerrar de ojos. Durante la cena Marian le preguntó a Samantha cómo se estaba adaptando al nuevo ritmo de trabajo y ella le contó los detalles.

-¿Y qué tal lo demás? ¿Has hablado con los nuevos integrantes?

-No con todos, paso mucho tiempo con las chicas... Nyeti, Angélica, Belle y Ellis. Es reconfortante tenerlas cerca, de ese modo me siento tranquila.

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