12. Uno menos uno: cero.

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-En serio, Allen -comenzó a decir la morena luego de echarle alarma al auto y empezar a caminar-, en cuanto sigan en plan conejitos, te juro, les regalaré una casa para que...

Ester se quedó con la llave de la casa en la mano, puesto que la puerta estaba abierta.

-¿Sam? -miró para ver si la chica andaba por los alrededores-. Qué raro...

Puso un pie dentro y encontró todo en silencio. Distinto al resto de los días, siempre había música en el ambiente.

-¡Sam! -exclamó Allen, alarmándose.

Una a una las luces de las habitaciones fueron encendiéndose en la búsqueda de la joven, pero no había más noticia que la pantalla de la computadora encendida. Allen cortó la transmisión.

-La llamaré al móvil -dijo el chico.

-¡Hola, soy Sam! En este momento no puedo atender tu llamada, ¡llámame más tarde o lo haré yo! ¡Biiip! -decía su casilla de mensajes.

-¿Y? -cuestionó Ester.

-Me toma el buzón.

-Probaré yo -ella también intentó, sin buenas noticias.

La morena se sentó en un sillón intentando pensar con frialdad.

-Tal vez fue de compras, ¿no? -preguntó, esperanzada, con el móvil en la mano.

-Ester, ¿y si...?

-No lo digas, Allen. No lo digas -le pidió-. Preguntemos a los vecinos si vieron algo raro antes de... hacer suposiciones.

Suspiró y agitó su cabeza, alejando los pensamientos negativos de su cabeza.

Se separaron para ir casa por casa, consultando a los vecinos por la chica. Dos personas la habían visto salir cerca de las seis de la tarde, caminando rumbo al centro, coincidiendo ambos tanto con el horario como con el vestuario que la joven llevaba: un abrigo rojo, pantalón negro y zapatillas del mismo color.

Ya habían pasado treinta minutos desde que habían llegado a casa, llamar a la policía y ponerlos al tanto de la delicada situación fue lo primero. Los oficiales hicieron un sinfín de preguntas, el protocolo era tan tedioso para Ester y Allen, quienes no querían esperar ni un minuto más. Y ya eran las diez de la noche.

Salieron a buscarla por los alrededores en el automóvil, por su cuenta, buscando en las tiendas que siempre visitaban, pero no había novedades.

-Regresemos, tal vez ya volvió a casa -propuso la francesa, consultando el reloj. Eran las once ya.

-¡Hola, soy Sam! En este momento no... -y el maldito buzón otra vez.



«Samantha saludaba a la cámara con la mano.

-¡Hola a todos, yo soy Sam! ¿Cómo están? Espero que estén muy pero muy bien y que ya estén listos para este vivo del día de hoy que tiene muchas cosas nuevas. ¿Sí están listos? -leía los comentarios-. ¡Bien! Para el día de hoy vamos a necesitar...

Y comenzaba a mostrar para la cámara los diferentes elementos, luego comenzaba con el calentamiento y por último con las indicaciones para la pose del día. Así pasaban los primeros treinta minutos.

-En un momento leeré los comentarios -anunciaba dando palmaditas-, espero que se tomen fotos haciendo la pose del día y la suban a sus historias, ¡no se olviden mencionarme así puedo verlos a todos!

Los mensajes se amontonaban en la pantalla.

Eres hermosa, Sam ♥

La restaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora