«Una charla casual con algún compañero, un empujón, un "lo siento". Una falda corta o una blusa que muestra el abdomen, un golpe, un "no lo volveré a hacer". Una simple mirada a otro hombre, una palabra insultante, un regalo o una promesa. El repetitivo patrón, lejos detenerse, se volvía cada vez más constante y natural.
Prometía quitarse la vida si ella lo dejaba, metiéndola en un círculo vicioso del que no era capaz de huir. En los últimos ocho meses quien terminaba pidiendo perdón ya no era él.
Él juraba llorando que iba a cambiar, pero la única que cambiaba, restándose personalidad, era ella».
La ojiambarina despertó del desmayo luego de unos minutos mas sintió como si hubiera dormitado por al menos un año entero y que el cuerpo le pesaba el doble. No era para menos, en su espalda cargaba con la culpa de hacerlo todo mal y el peso de vigilar no cometer ningún "error" que molestara a su esposo no era asunto sencillo.
Encontró a Marian sentado a su lado, sosteniéndole la mano, con la preocupación pintándole la cara.
Lo amaba tanto que dolía.
—Lo volviste a hacer, Sam —le dijo, afligido.
Apenas despertaba e intentaba entender lo que él estaba diciéndole. Estaba algo mareada, el aire forzosamente se colaba en su nariz para permitirle respirar. Algo dentro dolía, no sabía qué de tanta cicatriz oculta.
—¿Por qué te haces esto…?
Cerró los ojos y sus lágrimas se secaron con aquel gesto. A Marian no le gustaba que ella llamara la atención; ni tampoco le gustaba que llorara.
—Luego de que te revisen hablaremos seriamente —le advirtió—. Y reza para que el médico sea mujer o un vejestorio.
Samantha casi pudo sentirse bendecida por el universo cuando vio que un hombre de avanzada edad entraba en el estudio número dos, guiado por Jhonny, interrumpiendo la conversación del matrimonio.
—Soy Bookman, de emergencias —saludó al pelirrojo con un apretón de manos.
—Marian Cross. Ella es mi esposa, Samantha —presentó.
—¿Qué fue lo que sucedió? —indagó el hombre dándole un primer vistazo a la joven.
—Según me comentaron la vieron desmayarse cuando iba camino al baño, un compañero la salvó de no lastimarse —Remarcó la última frase de modo que solo ella entendiera por el que qué estaba cabreado.
—Le pregunté a ella —corrigió el hombre dándose la vuelta para dejárselo claro.
La respiración de Samantha se agitó.
—Es que no recuerdo bien qué pasó —defendió a su esposo.
—Así que tienes boca para hablar —dijo Bookman en chiste para hacerla reír, pero ella no lo hizo por fuera.
Marian se quedó a un lado, observando mientras el médico la examinaba y le hacía las preguntas de rutina. Vigilaba desde su posición cada respuesta que ella brindaba, cada gesto, cada mirada.
El diagnóstico del médico fue que la descompensación se debió a estrés. Le recetó reposo por veinticuatro horas, comer saludable y descansar lo adecuado.Cuando el anciano se fue, Marian volvió junto a su esposa, quien descansaba ahora sentada en una silla.
—¿Te sientes mejor? —indagó, como si nada.
—No sé qué me pasó… —añadió rápidamente.
Marian le tomó la mano y le besó los nudillos con un brillo muy particular en sus ojos.
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La resta
Short StoryLos números arrojan diferentes datos, dependiendo de cómo realicemos las operaciones o de cómo ordenemos los factores... Un paréntesis puede cambiarlo todo. Un punto puede generar un caos. ¿Sumas o restas? Es tu decisión. D.Gray-man © Katsura Hoshino