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Saludo a las personas que se encuentran fuera de casa a esta hora y la mayoría me responde, aunque otros prefieren lanzarme una mirada como si un tercer ojo se encontrara sobre mi frente.

Avanzo por la acera en dirección al gimnasio donde trabajo. Cuando dejé mis estudios, supe que no podía simplemente quedarme sin hacer nada, debía conseguir dinero para la familia así que cuando me ofrecieron el puesto, no lo pensé dos veces. No me arrepiento de nada, la gente ahí es genial.

—¡Anne! ¡Anne! ¡Anne Jewell das un paso más y te juro que te dejo calva! —advierte una voz a lo lejos y sonrío reconociéndola. Cuando volteo hacia los lados, puedo divisar a un joven de ojos azules y cabello rebelde corriendo hacia mí con un termo de café en su mano. July Jewell, mi primo y mejor amigo desde que tengo memoria. Compañero de travesuras y mi hombro para llorar. Aunque muchas veces le he pedido que omita información, me gusta pensar que no hay secretos entre nosotros. A veces simplemente no es necesario conocer cada detalle, no con él.

—Buenos días, July —me es inevitable soltar una risa cuando me doy cuenta de su horrible aspecto, comienzo a caminar y lo dejo atrás. Honestamente creo que con el simple hecho de llamarte yulai yul ya tienes todo asegurado en la vida. Vamos, te jodieron desde el nombre.

—Buenos días, meow —comenta sabiendo cuántos recuerdos vienen a mi cabeza con la simple mención de ese horrible apodo. Cuando eres pequeña, simplemente no mides el peligro, y un gato tuvo que enseñarme eso. Arranca una flor de alguna planta que encuentra en su camino y me la entrega— Puedes reírte todo lo que quieras, la fiesta de anoche no la cambio por nada. Encontré una chica que...

—No, cállate, cállate, cállate —imagino qué cosas dirá y hago una mueca de asco. Apresuro el paso y visualizo las puertas del gimnasio, mi salvación. Entre más rápido llegue, mejor.

—¡Sólo te digo que hablaba francés! ¡Imagínate! —comenta riéndose de mi fallido intento de escape mientras yo me dedico a levantarle –amorosamente– mi dedo medio—¡Te veo más tarde! —cuando giro hacia su dirección, observo cómo me envía un beso antes de mostrame su espalda y caminar hacia donde sea que vaya.

Apenas pongo un pie dentro, un hombre me intercepta. George Muller, dueño del gimnasio y mi lindo jefe.

—Buenos días, Anne —una sonrisa amable cruza su rostro y consigue contagiarme su alegría —¿Cómo amaneciste?

—Excelente.

Es un hombre algo viejo, las canas ya adornan su cabello y las arrugas son más visibles. De lejos se ve que en sus tiempos de juventud brilló mucho, y sin duda disfrutó cada instante; te brinda aquel sentimiento de confianza y sabiduría, muy difícil de explicar.

Lo conozco desde hace muchos años; vivo en un lugar donde todo mundo conoce a todo mundo y sin duda él no es la excepción. Su vida ha sido algo sufrida, pero ha conseguido levantarse, ha conseguido construir este lugar desde los escombros. Es un gran ejemplo a seguir.

—Te estaba esperando para irme. Recuerda que hoy te toca cerrar antes del cambio de turno, mucha suerte. —dice mientras me entrega el candado y se dirige a la puerta —¡No dejes que nadie muera hoy!

—¡Que tenga un buen día! —imagino a una persona teniendo inconvenientes con las pesas como si de una caricatura se tratase y niego riéndome, los entrenadores se encargan de eso.

Me acomodo en la acolchada silla dispuesta a pasar las próximas horas de mi vida tras un mostrador viendo a las personas llenas de energía ejercitándose, luchando contra sus inseguridades o simplemente buscando un nuevo estilo de vida. Rostros nuevos cruzan la entrada cada semana y más en estas fechas que quieren iniciar bien el año y cumplir con las promesas que se hacen.

Años nuevos, personas nuevas.

Me reclino sobre el mostrador y comienzo a trazar garabatos por toda la libreta. Tiempo después, cuando la hoja se encuentre llena de flores por donde le busque, una voz llama mi atención.

—¿Hola?

Cuando levanto la mirada, me encuentro con un par de ojos color miel muy lindos.

—Hola, ¿en qué pue...? —intento preguntar amablemente mientras detallo su rostro.

—Quiero inscribirme, linda —interrumpe a mi pregunta muy seguro de sí mismo regalándome una sonrisa coqueta.

—¿Nombre? —cuestiono un poco amargada por su comportamiento, mostrándole mi mejor sonrisa forzada.

—Jayce. Jayce Golden.

¡Ya se prendieron las cosas!
Déjate querer un poquito, Anne, no seas tan cerradaaaaa.

Bueno, ¿hablar francés? 5 seconds of summer, ¿qué le has hecho a mi vida?

Quiero aclarar que Jewell se pronuncia yul de ahí la burla por el nombre.

Muchas gracias por leer esto, en serio. Sigo muy emocionada;)

Tienen todo mi corazón, pajaritos<3

¡Hasta la próxima!

Let Me FreeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora