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ANNE

—¿Como por qué asumes que sé patinar? —pregunto. Esto fue una mala idea. Definitivamente quiere matarme.

—No hay problema, te enseño.

Jayce entra a un intento de cuarto y cuando regresa, sale con dos pares de patines color blanco. Me tiende un par.

—Creo que estos te quedarán. —anuncia.

Tomo los patines y me siento en una banca, comienzo a amarrarlos mientras siento su mirada en mí. Levanto la vista y me dedica una sonrisa con su boca cerrada.

Intento mantenerme parada pero las cuchillas de los patines no ayudan mucho en el equilibrio, me agarro de un barandal y avanzo como puedo hasta llegar a la pista de hielo. Pongo un pie abajo y luego el otro sin importarme lo que haga Jayce.

En cuanto mis pies están en el hielo, me suelto del barandal e intento caminar y...

Me caí.

Auch

La risa de Jayce resuena por todo el lugar y llena el silencio, yo sólo me dedico a cerrear los ojos y quejarme. Cuando hay frío los golpes duelen mucho más.

—Para eso está la protección. —me extiende su mano para pararme y la tomo, al igual que las coderas, rodilleras y el casco que me ofrece y uso para no matarme de un golpe —La clave es empezar lento y tener paciencia, no te sueltes del tubo.

Toma mi mano izquierda mientras me sostengo del barandal con la otra, está muy helado. Comienza a mover sus pies uno a uno y yo intento seguirlo aunque él me está llevando realmente.

El cabello le cae en el rostro e intenta quitarlo con su mano libre, sin éxito. Sí es muy guapo. Con sus rostro marcado, sus cejas gruesas, sus ojos cafés, sus lindas pestañas y sus labios carnosos, con todo y sus lunares. Jayce Golden, ¿por qué no eres así por dentro?

—Una foto dura más. —menciona con simplicidad mientras me ve de reojo.

Mierda.

—Eh... no... yo no... —blabuceo. Intento buscar una explicación que no me deje en ridículo o alguna frase ingeniosa como las que siempre tienen listas en las películas pero no se me ocurre nada. Puedo sentir mi cara colorándose y no precisamente por el frío. Suelto su mano y el barandal para comenzar a renegar pero en cuanto lo hago pierdo totalmente el equilibrio.

¡Directo al piso!

***

Luego de diez mil caídas, risas de Jayce, quejidos por parte mía y tantas maldiciones, aprendí un poco a patinar.

Salimos de la pista cuando por fin comencé a soltarme y nos sentamos en el suelo a hacer simplemente nada.

—¿Por qué llegaste a la ciudad? —pregunto con curiosidad observándolo.

—Por trabajo, —contesta regresándome la mirada —necesitaban que revisara unas cosas personalmente y llegó su jefe al rescate.

Hace un saludo militar con una mueca muy extraña y graciosa. Sonrío.

—Por trabajo... —repito en un susurro inaudible.

—¿Tú llevas mucho tiempo aquí?

—Toda mi vida, realmente. —comienzo a relatar viendo la pista de patinaje —mi madre me tuvo muy joven y en cuanto se casó con mi padre llegaron aquí, fácil más de veinte años.

—Para durar tanto casados deben estar muy enamorados. —comenta. Si supiera. — Muchos se divorcian al primer intento. —ríe negando con la cabeza.

—Sí, es complicado.

La tristeza me abruma y cierro los ojos apartando la vista de él. Anne, no llores ahorita, no llores en una cita, no seas ridícula. Intento pensar en cosas bonitas, decirle adiós a los pensamientos malos.

Siento las lágrimas arremolinarse en mis ojos y sonrío. Hago la sonrisa más grande puedo y limpio mis ojos disimuladamente. "Sonríe lo más que puedas y sentirás alegría", leí una vez. Bueno, no me falles.

—Lo siento, creo que no debí mencionarlo —dice arrepentido —¿estás bien?

—Seguro.

Charlamos sobre cosas de moda, noticias, negocios, de la vida, del amor. Charlamos sobre todo y sobre nada. Y me di cuenta  que Jayce podría resultar interesante.

Excarvando a fondo puedes encontrar oro.

Como todo lo que empieza, debe terminar. Alrededor de las 11:30 p.m. decidimos que ya era algo tarde y salimos del lugar. Jayce se encargó de cerrar muy bien y de llevarme a mi casa. Después de tanta conversación, el camino de regreso no fue tan incómodo. Nos encargábamos de soltar comentarios en cada oportunidad.

Al estacionar frente a mi casa pude ver la luz de la sala encendida, al menos alguien se  acordó de mí. Me quito el cinturón y comienzo a pensar en una buena despedida pero para cuando me doy cuenta, Jayce ya está abriéndome la puerta del auto.

Qué caballeroso, pienso, lo habrá sacado de alguna película.

—Gracias por esta noche. —menciono.

Dirijo mi mirada hacia él y sus ojos me reciben con un brillo especial. Se acerca lentamente y deposita un beso en mi mejilla mientras mi corazón comienza a palpitar con fuerza.

—Buenas noches, Anne.

—Buenas noches, Jayce. —murmuro.

Le dedico una sonrisa y camino hacia mi casa. Al llegar a la puerta, doy media vuelta y lo observo subirse al coche. Lo despido con una seña mientras se aleja.

Cierro los ojos y suelto un largo suspiro.

—No fue tan mal como esperaba. —susurro para mí misma.

Cuando abro la puerta, el lindo rostro de July me recibe.

—¡¡¡Cuéntame todo!!!













Aquí se depositan pensamientos:

¿Cómo estánnnn?
Espero que muy muy muy bien.

Si estás leyendo esto, tienes todo mi amor o.o

¡Hasta la próxima, pajaritos!

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