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Cuando mi turno acabó y July me recogió, Jayce ya se había ido. La idea de la apuesta todavía sigue presente en mi cabeza.

Una apuesta.

Mi oportunidad.

El pase de salida de Jayce Golden en mi vida.

—Oye, July. Debo contarte algo. —posa sus ojos azules sobre mí esperando a que continúe —Es sobre Jayce.

—¡Estás embarazada! —grita con emoción.

Lo miro de la peor forma que me es posible. Le lanzo cuchillas con los ojos, imagino a un piano cayendo del cielo, unos ovnis llevándoselo. El elefante defecando es mi favorito.

La sonrisa exagerada de July pasa a una mueca de decepción cuando su mirada regresa a mí.

Si supiera que ya tiene popo de elefante encima.

—No estás embarazada.

—¡Claro que no estoy embarazada! —le grito —Él me...

Comienzo a contarle esperando a que se oponga y me llame loca desperdiciadora, como le gusta nombrarme desde que apareció Jayce en nuestras vidas, pero unos gritos me obligan a callar.

Unos gritos.

Unos gritos muy familiares.

—¡Eres un asqueroso!

Agudizo mi oído y busco a la portadora de la voz, aunque imagino de quién se trata antes de encontrarla.

Dirijo mi mirada hacia mi casa, a unos metros de nosotros, y la escena que veo no me agrada. Mi madre intenta saltar sobre mi padre dispuesta a golpearlo pero unos brazos la sostienen.

Asher.

Corro lo más rápido que mis piernas me permiten dispuesta a separarlos mientras analizo la situación. Mi padre está parado delante de ella con las mejillas rojas y una expresión seria, tal vez conteniéndose. Asher sostiene a mi madre por la cintura mientras ella se remueve en sus brazos dispuesta a atacar.

Llego hacia ellos y lo primero que se me ocurre hacer es adentrarlos en la casa. July ayuda a Asher a controlar a mi madre mientras yo me pregunto qué habrá originado tanto.

Mi padre se queda afuera y lo observo alejarse, algo que mamá también nota.

—¡Huye, cobarde! ¡Tienes mucho que aclarar! ¡Corre a los brazos de la otra, infeliz!

—¡Mamá! ¡Mamá, cálmate!

Intento tranquilizarla y hacer que me mire. Contengo las lágrimas y cuando me aseguro de que no correrá hacia mi padre, les hago una seña para que la suelten.

Debo ser fuerte. Por ellos.

—¿Qué pasó? —mi voz sale como un susurro, intento que la voz no se me quiebre y trago el nudo que se origina en mi garganta. —¿Qué pasó, mamá?

—Él tiene a otra... él tiene a otra. ¡Yo lo sé! —dice histérica lo que creo que son celos sin fundamento, otra vez —¡Yo lo sé, maldita sea!

Verla así me destroza. Su grito me llega al corazón y se encarga de hacerlo añicos. Ella sufre, los dos sufren por esto. Los celos, los reclamos, los gritos, los insultos se han encargado de acabar con el amor. Pero ninguno abandona. Les encanta este modo de vida.

—¿Por qué no se divorcian, y terminan con esto de una vez? —sé que preguntar es inútil pues conozco su respuesta. Se ha encargado de repetirla cada maldita vez que pregunto lo mismo.

—Yo... no puedo. No puedo. —he de suponer que trata de calmarse a sí misma —¿Que dirá la gente de mí? ¿Qué dirán de una madre soltera?

Let Me FreeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora