Lobo Que Camina Solo

Capítulo 19: La caza violenta

Seis había despertado a Myne antes de ponerse de pie, una vez que se quitó el sueño de los ojos, vio a Maaya agacharse a su nivel. Ella dio un chillido espantoso y se zambulló en su capa, ocultándose de la mujer mayor. Él miró hacia abajo y le quitó suavemente las manos de la pierna y la sacó un poco de la capa. Una vez más, ella trató de regresar, pero él no lo tendría en ese momento. Después de unos minutos, ella pareció doblarse y salir, pero se paró detrás de él.

"Myne, esta es Maaya". Él dijo.

"Hola." Saludó Maaya.

"... ¿Quien es ella?" Myne lo miró.

"Ella es una amiga. También es la que te ayudará a cuidarte". Él dijo. Ella lo miró y luego a Maaya, antes de volver a mirarlo. Sus manos se aferraron a su capa y ella sacudió la cabeza antes de llorar. Para ella, esto era como reemplazar a su familia; pero para él, era nada menos que lo necesario. Era consciente de que ella todavía estaba rota por la muerte de ellos, pero esto no era para reemplazarlos. Esto era solo un mero medio para darle un ambiente estable para crecer. No podía simplemente viajar con él por todas partes, era demasiado peligroso, especialmente con todas estas partes en su contra. Lo único que la dejó hacer fue llorar durante los siguientes minutos, dejando que sus lágrimas empaparan la tela.

Maaya solo esperó pacientemente, sin molestarse en absoluto por la desconfianza de la niña hacia ella. Ella entendía la agitación emocional que estaba experimentando y trataría de evitarla. Si la niña no quisiera hablar o estar sola por un tiempo, entonces no presionaría. Comenzó a salir por la puerta a una velocidad en la que Myne podía seguir el ritmo, solo parando cuando Maaya encerró. Los tres caminaron por la acera en silencio. Nada era necesario decir mientras caminaban hacia el departamento. Pasaría unas horas allí y luego se iría cuando estaban dormidos para cazar a este hombre.

Las luces de la calle se encendieron cuando llegaron al complejo de apartamentos. Esperó a que Maaya abriera la puerta y la mantuviera abierta mientras él empujaba a Myne dentro del edificio. Era agradable y limpio y entraron en el ascensor, solo para que él se detuviera en la entrada. Ambos lo miraron antes de que él entrara y esperaron a que Maaya presionara el botón del tercer piso. Hubo un tintineo agradable antes de que abrieran y los tres salieran. Inmediatamente giraron a la derecha y caminaron hacia la tercera habitación.

Vio una etiqueta con su nombre en la puerta y vio como ella la abría antes de abrirla, esperando que entraran antes de cerrarla. El departamento era lindo; con paredes de color crema, encimeras de mármol en la cocina con pisos de madera y un pasillo que conducía a dos habitaciones y un baño. La lavadora y la secadora estaban al final del pasillo en un espacio pequeño. Una mesa de cristal de la cocina no estaba muy lejos de la cocina. La sala de estar pasó del piso de madera de la cocina a una alfombra blanca. Tenía un sofá marrón claro con una mesa de café frente a él y un televisor frente a él rodeado por un puesto de entretenimiento. Incontables películas almacenaron cada estante y había algunas fotos encima.

"Realmente no tengo otra cama en este momento, así que ella puede usar la mía por el momento. Por lo menos, tenemos comida por un tiempo ya que recientemente me fui de compras". Maaya se frotó la nuca.

"Esto esta bien." Dijo, yendo a la habitación abierta con una cama. Myne se cambió a su pijama y él la dejó en la cama, dejando que sus pies colgaran. Pasaron los siguientes minutos asegurándose de que no tuviera hambre, se cepillara los dientes, fuera al baño y se sintiera cómoda. Vio a Maaya entrar en la habitación y agarrar algo de ropa, enviando una cálida sonrisa y un saludo amistoso antes de irse poco después. Sus ojos volvieron a su visor y él se puso de pie en toda su altura, a punto de irse antes de que ella lo agarrara de la mano.

"¿Puedes ... puedes quedarte aquí? ¿Hasta que me duerma?" Ella preguntó en voz baja.

"..." Él asintió después de varios segundos y se quitó la capa, cubriéndola con ella antes de sentarse en el suelo. Casi de inmediato, agarró la tela hecha jirones y la envolvió alrededor de ella. Los minutos pasaron a decenas de minutos antes de que sus párpados comenzaran a ponerse pesados, haciendo todo lo posible para mantenerse despierta. Pasaron cuarenta minutos y ella se quedó dormida, sacudiéndose y girando cada tanto. Esperó diez minutos más para asegurarse de que ella estuviera dormida antes de desenredarla cuidadosamente de su capa y cubrirla con la suave manta.