Dí un último vistazo a mi atuendo en el pequeño espejo de mi cuarto, mi vestido celeste estaba planchado y mis zapatillas blancas estaban completamente limpias. Llevaba un maquillaje ligero, un labial rosa y una sombra clara para los ojos.
Salí del cuarto y me encontré con mi padre en la sala, estaba leyendo el periódico que tenía escrito en letras grandes "Alemania Declara La Guerra: Toda Europa Se Levanta En Armas". Suelo apagar el radio cuando empiezan a hablar de ello, pero ya van días que los medios de comunicación están llenos de esa noticia: una guerra.
Se predice que será una guerra grande y que puede traer mucho daño para todos los países involucrados, en la calle se escucha que Francia podría estar dentro de los países que se aliaran a las "Potencias del Entente". A pesar de que me aterra la idea de una guerra, trato de no pensar tanto en eso, ya que mi padre siempre dice que esto no llegará a más de una disputa entre los líderes de las naciones.
Sacudí los pensamientos de la guerra de mi mente y voltee para encontrarme a Víctor recargado sobre el marco de de la puerta de la cocina con la mirada baja, pensando, me preguntó si el estará nervioso como lo está Frédéric. Cuando sintió mi mirada se enderezó y me miró fijamente sin expresión alguna, cuando estuvo frente a mí, tomó mi mano y la apretó un poco, aún sin dejar de verme con una mirada vacía.
-Volveremos antes de la cena, Señor.-
-Claro, hijo, aquí los esperaré- respondió mi padre sin dejar de ver el periódico.
-Que tenga una buena tarde.- salimos de la casa y cruzamos unas cuantas calles para llegar a la cafetería. Durante todo el camino, Víctor apretó mi mano, no dolía, pero era algo incómodo y en ningún momento me miró.
Al llegar no pude evitar sonreír, la cafetería Rêveuse era pequeña, hogareña y bonita. Toda la pastelería olía igual que siempre, un olor tan agradable y lleno de recuerdos, cuando era niña, mis pasteles de cumpleaños siempre fueron de aquí, son mis favoritos.
Frédéric estaba sentado en una de las mesas que estaban junto a las ventanas que daban al jardín. Mi amigo se veía nervioso, su mirada estaba perdida en la ventana y su dedo golpeaba repetidamente la mesa, no había notado que ya estábamos a unos pasos de él.
-Hola, Fre...- Víctor apretó más mi mano, haciéndome callar, aunque lo poco que pude decir llamó la atención de Frédéric, quien se levantó de su asiento para ponerse frente a nosotros.
-Una disculpa, Monsieur Beringer- Víctor me miraba con los ojos entrecerrados mientras se disculpaba con Frédéric por mi saludo tan informal. -Soy Víctor Santa Cruz, hijo de los importantes empresarios españoles, Sofía y Jaime Santo Cruz, es un gusto por fin conocerlo.- Víctor levantó un poco la barbilla y extendió su mano.
-Frédéric Beringer...hijo de Bérénice y Christ Beringer, buenos campesinos y vendedores- ambos se tomaron de la mano, saludándose.- Y el gusto es mío, Monsieur Santa Cruz. ¿Les parece bien si tomamos asiento?- Víctor y yo asentimos y nos dirigimos a la mesa.
-¿Mademoiselle?- Frédéric movió un poco una silla para que pudiera sentarme junto a la ventana.
-Merci- tomé asiento y puse mis guantes en la mesa. Frédéric se sentó frente a mí, mientras que Víctor, quien miró detenidamente cada movimiento de Frédéric, se sentó junto a mí.
-Cuéntame a que te dedicas, Frédéric.- preguntó Víctor.
-Soy ganadero y vendedor, como mi padre.-
-Un trabajo duro, ¿no crees?-
-Es cansado, pero me gusta. ¿Usted a que se dedica?-
-Bueno, me gradué de ingeniería en gestión empresarial y trabajo para la empresa de mis padres. Aunque después de casarnos trabajaremos junto con las empresas del padre de Odette para ampliarnos. -
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Cartas en Francia
RandomUna historia corta que se desarrolla durante los inicios de la Primera Guerra Mundial. Odette, la protagonista, regresa a Francia, con un matrimonio arreglado por su padre, un importante político. Al regresar a Francia, Odette se reencuentra con su...