Asechamientos

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Stella

El día junto a Ramón había sido perfecto, sólo que me sentía un poco incómoda por como nos miraba la gente, había decidido  no darle importancia a la opinión desde hace mucho tiempo.

Cuándo regresamos  a casa nos pusimos a ver la película de los muertos vivientes en medio de la sala oscura por el atardecer que nos alcanzaba, me sentía tan cómoda a su lado que podría pasarme así el resto de mí vida, acurrucada junto a él en el reducido especial del sofá.  Sin embargo al poco tiempo de que acabará la película
Ramón bajo a dormir al sótano recién remodelando especialmente para él.

Me desperté temprano para preparar el desayuno, mi padre ya estaba enterado de qué Ramón se quedaría a vivir con nosotros por un tiempo,  no puso resistencia al principio pero seguía sin agradarle la idea de que pasará mucho tiempo con él. Suponía que debía ser porque mayor que yo, y no por su nacionalidad o alguna otra cosa absurda por la que todo el pueblo lo juzgaba sin siquiera conocerlo.

Al poco rato llegó Ramón, estaba muy apenado que prefería irse sin desayunar para no causar inconvenientes, por suerte logré convencerlo de que se quedará.  El desayuno transcurrió en un interrogatorio por parte de mi padre, pero a pesar de eso Ramón le respondía cortésmente. Cuándo acabamos de desayunar ambos me ayudaron a recoger la mesa y mi padre se despidió para irse al trabajo.

-Creo que no le agrado mucho a tú padre Stella. Me dijo Ramón en un tono triste.

-Es cuestión de que te conosca un poco más. Le dije tratando de animarlo.

-Quería decirte que estoy muy agradecido por toda su ayuda Stella, pero no quiero ser una molestia, por eso iré a buscar trabajo para devolverles el favor. Dijo en un tono seguro.

-Es muy generoso se tu parte Ramón, pero para mí no eres ninguna molestia. Le respondí sin dudarlo.

-Lo sé Stella, pero aún así quería decírtelo.  No quisiera pero tengo que irme, te veré luego. Me dijo sonriendo antes de partir.

Me había vuelto a quedar sola, lo único bueno era que tendría tiempo para mí misma. Luego de un rato de repasar mentalmente mi rutina del día, subí a mi habitación por mi bolsa y salí a caminar rumbo a la escuela.

El día transcurría habitualmente cómo de  costumbre. Cuándo llegó la hora del almuerzo me dirigí a la cafetería, inconscientemente me pareció sentir qué alguien me observaba desde lejos pero cuando voltee para verificar no había nadie, lo que me pareció muy extraño.

En la salida, mientras caminaba a la biblioteca para escribir el periódico de la escuela sentía la presencia de alguien siguiéndome a mi lado, pero lo peor ocurrió adentro de la biblioteca. Mientras escribía  él artículo en la máquina de escribir, sobre mi mesa calló una hoja de papel. Revisé el enorme librero de madera en busca de una explicación de aquel papel pero no encontré nada. Volví a sentarme en mi asiento para retomar mi escrito antes de revisar la hoja sobre mi mesa. El color de la hoja desprendida era antiguo, tenía escrito en ella una letra muy peculiar la frase les fallaste. No había nadie cerca a mi lado para que pudiera haberla escrito y jamás había visto ese tipo de letra en todo el pueblo.

Me quedé inmóvil por unos minutos y cuándo recuperé la movilidad salí de inmediato con rumbo a mí casa para analizar lo que acababa de pasar y pensar con claridad las cosas.

Después de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora