𝐕𝐎𝐋𝐊𝐎𝐕 ⇣ 𝟐𝟒𝟎𝟑
-en fila, ahora.
mi si voz se escuchó en todo el salón de ejercicio, y fue tan dominante que hizo a cada uno de mis inferiores acotar mi mandato, me sentí bien por ello, amaba el respeto en todas sus facetas. los chicos saludaban con su mano en la frente, miraban recto al horizonte mientras seyo paseaba detrás de ellos para corregirles la estatura y las miradas, pues siempre había un imbécil que se hacía el gracioso mirando hacia las piernas de otros, sólo para hacerme enfadar.
-tiene la cabeza pequeña.
-si, como una hormiga.
enarqué una ceja al escuchar murmullos unos segundos luego de hacer pasado por toda la fila, no tenía bien claro si aquellas palabras fueron dirigidas hacia mi o a otro compañero, pero yo no toleraba conversaciones secretas en horas de trabajo y menos cuando ni siquiera habían pedido permiso para abrir la boca, ¿será que todavía no aprenden la lección?, yo feliz se la repasaba nuevamente.
-los de cabello rojo y rubio, venid aquí -con mi dedo índice apunté a la pared que no conectaba con la fila, así el resto de sus compañeros se enteraban de la sanción a faltar el respeto. -colocaos uno a un lado del otro, mirando hacia el frente.
los chicos se quedaron petrificados en sus puestos, pero luego de unos segundos en donde se comunicaban través de miradas sospechosas, hicieron caso a lo que había dicho, caminando con el rostro incrustado en el suelo mientras se abrazaban entre ellos. sonreí, ellos me tenían miedo, y lo ponía notar en lo tembloroso de sus cuerpos al posicionarse en donde les había ordenado.
-s- señor comisario, se lo pue-
-nombres -fui claro y preciso, no quería que me dieran una historia de media hora para excusar su mal comportamiento, además, cualquiera que fuese la razón, el castigo lo llevarían igual. el que cresta roja, muy fea por cierto, le susurró algo al otro chico, quien recibía todo con los brazos cruzados, sin emoción alguna en su rostro. -dejen de hablar entre vosotros y decidme los putos nombres antes de que aumente las horas de castigo.
el chico quien seguía con un semblante frío y apático, dió un paso hacia adelante, tocándose el pecho con su mano empuñada. -yo soy gustabo -su sonrisa retorcida me hizo acordarme de mi superior, negué con la cabeza tras ello, estos dos no se parecían en nada a conway. -y este es horacio, saluda hombre.
si la actitud del anterior chico con el que había compartido un par de palabras era fría, la de horacio era todo lo contrario, y podría decir que me llegaba a dar repulsión, ¿realmente el superintendente dejó entrar a alguien tan débil e indefenso?, si hasta me atrevería a decir que era una de las personas más tiernas que había pisado el cuerpo policial.
le tendría que poner mano dura.
-hola, volkov -su suave voz empalagó mis oídos de manera espantosa, haciéndome que tapara uno de estos mientras le mostraba una mueca de asco. -digo, comisario volkov -sonrió nerviosamente mientras jugaba con sus dedos, aún no tenía las agallas suficientes ni para verme de forma directa a los ojos. cada vez se me hacía irreal que un chico así llegase a ser oficial. -¿cómo se encuentra?
suspiré enojado, internado apaciguar cualquier arrebato que podría hacer en el estado que me encontraba. no entendí el porqué de ello, pero me molestaba a una enorme escala el que se intentasen poner a mi nivel, usando preguntas idiotas que fingían preocupación para que yo cayese en eso y luego me apuñalaran por la espalda.
di unos pasos para llegar a la pequeña y frágil figura quien miraba al suelo con un rostro muy difícil de descifrar, y cuando las puntas de nuestros zapatos hicieron un leve contacto, no esperé ni medio segundo en que sus ojos se dirigieran a los míos, sólo empuñé mi mano luego de agarrar parte de su camiseta policial, con la fuerza necesaria para elevarlo un poco de su puesto y que se dieran cuenta de quien de los dos era superior.
-nunca te di permiso para hablar, ¿oíste? -la fuerza de mi puño le hizo soltar un suave quejido, tenía miedo, miedo de mi, y amaba esa sensación, lástima que no pude seguir gozando de ese momento debido a que el brillo en sus ojos opacaba mi objetivo. asintió muy rápido mientras ponía sus manos en mis hombros, aquellas temblaban, y por primera vez en toda mi vida laboral, sentí pena. -horacio, mejor vuelve a la fila con gustabo.
los chicos nombrados asintieron nuevamente y corrieron hacia el lugar que les indiqué, debía haberles llamado la atención por hacer eso, pues un oficial siempre mantiene la calma hasta en las peores situaciones, pero mi energía ya no daba abasto para ello, estaba desconcertado.
¿cómo un chico, quien a penas conocia, me hizo sentir algo con lo que ningún alumno sentí?, esto era una broma, pero al menos me servía para la charla que le daría hoy a conway, no iba a tolerar un agente que no fuese duro, aquí no éramos la mamá de nadie, y menos de él.
horacio se iría mañana mismo del cuerpo policial.