Relato por: phoenixvohniSilencio.
Silencio roto por el constante sonido del reloj en la cocina de mi madre.
Tic. Tac. Tic. Tac. Tic. Tac.
Minutos.
Faltan veinticinco minutos para recibir la respuesta final de la universidad de mis sueños, para saber si finalmente podré marcharme.
Marcharme cuando ya no lo necesito, pero es lo que tanto quiero.
No puedo evitar pensar en ti, reencontrarte no fue como lo esperaba, debí saber que contigo siempre sería inesperado. Desde la forma en que nos conocimos hasta la manera en que terminamos.
Te acercaste un día, sin previo aviso, con la sonrisa amable y el encanto en tu voz que tanto te caracterizaba, el apuesto extraño en busca de una mesa en la biblioteca llena de caras angustiadas y aburridas.
Esa tarde, sentado frente a mi no te di importancia, resulta gracioso si pienso en ello ahora, teniendo en cuenta cuánto te quise y cuánto dejé de quererme.
Apareciste las siguientes tardes, siempre a la misma hora, empezamos a hablar, a conocernos, pediste mi número y no me pareció gran cosa dártelo o que me escribieras esa misma noche, tampoco que días después me llamaras, pasaron semanas. Sin darme cuenta recibía mensajes tuyos casi a diario. En las tardes preguntabas si me iba bien en la escuela, pedías mi opinión sobre distintos temas y asegurabas que si necesitaba ayuda estarías para mi. Me hablabas sobre tu día, sobre tu escuela y me contabas tus secretos y tus miedos, lo que me parecía una muestra de confianza inigualable. Mis tardes en la biblioteca pasaron de ser una simple forma de escapar de casa al momento del día que más ansiaba. La idea de volver a una casa vacía palidecía al ser comparada a pasar una tarde en tu compañía. Así empezó todo. Me emocionaba la idea de encontrarte, oír tus historias, tenías tantas por contar y yo estaba tan dispuesta a escucharte que no dudaste ni un segundo en aprovechar la situación. Supongo que para este momento ya formabas parte importante de mi vida, contaba a Michelle de ti, mis amigos sabían tu nombre, no fue entonces cuando empecé a cambiarme para gustarte a ti, tampoco cuando me pediste salir contigo, ni cuando preguntaste si quería ser tu novia, en ese momento mi felicidad era tal que se sentía en el ambiente casi como un ser vivo, uno que estaba a mi lado entre la multitud y que nadie podía ver o tocar. Al inicio de nuestra relación no podía prever lo que ésta sería o su significado, era la primera vez que salía con alguien y me aterraba la idea de alejarte, así que accedía prácticamente a todo lo que decías. Cuando me presentaste a tus amigos como una amiga tuya no le di importancia, después de todo nuestro noviazgo era reciente. Pero en todas esas salidas con ellos siempre era una amiga más, nunca fui tu novia a sus ojos y a pesar de que me desconcertaba tal situación no dije nada, no quería necesitar explicaciones, mi silencio era una constante en la relación, algo que resultaba conflictivo para Michelle y los demás era normal para mi, porque cuando estábamos solos tú y yo, era una historia distinta, aquellos primeros meses eran casi perfectos. Hasta que cambio. Empezó como pequeñas sugerencias que poco a poco se convirtieron en exigencias «creo que deberías dejar crecer tu cabello, te verás más bonita» «no creo que debas usar faldas, especialmente si no estoy contigo» y «no sé si es bueno que tengas demasiados amigos hombres, te hará quedar mal» esos demasiados amigos eran Javier y Diego y dudaba que me hiciera quedar mal ya que habíamos sido amigos desde primaria. Sin embargo, tomé cada una de ellas, deje crecer mi cabello, guarde todas mis faldas en el fondo del armario y dejé de mencionar a mis amigos en nuestras conversaciones, poco a poco alejándome de ellos. Hacia el final del quinto mes apenas hablaba con alguien que no fueras tú, Michelle se preocupaba por mi constante rechazo a pasar tiempo con ella fuera de la escuela y por la falta de confianza en mi misma. A partir de entonces todo fue en caída; no hacía nada si tú no lo permitías, si salía era solo contigo, no podía hablarle a nadie de nosotros, necesitabas aprobar lo que usaba y tenías todas mis contraseñas, mis opiniones tenían que ser las tuyas, ya no me quedaba nada propio, ya ni siquiera me amaba a mi. Me había convertido en tu muñeca, haciendo lo que me pedías, acatando cada orden y midiendo cada uno de mis movimientos y palabras. Perfecta para ti, sin voz ni voto, totalmente a tu merced, tu pequeño secreto. Y a pesar de todo lo anterior, todo lo que me hiciste no fue suficiente para ti, era una ficha más en tu tablero, la pieza nueva cuyo encanto duró ocho meses hasta que decidiste que ya habías tenido demasiado, dejaste de ir a la biblioteca todos los días, ignorabas mis mensajes y llamadas, y no dejaba de preguntarme qué había hecho mal, qué era lo que te molestaba. Llegaste un día, de repente como siempre, hablaste de cómo te estaba sofocando, dijiste que necesitabas tiempo para ti, prepararte para tu futuro. Accedí.
Por qué sabía que querías ir a esa universidad, porque quería lo mejor para ti.
Tu futuro fue claro dos semanas después cuando te observé entrar de la mano a la biblioteca con una pelirroja, a la cuál acabaste besando en la mesa frente a mi.
Esa tarde corrí a casa, la casa vacía de la tanto había huido y que habría sido mi salvación de ti. Cómo era posible que hacía menos de un mes decías que me amabas y ahora besabas a otra frente a mis ojos. En este punto de la historia mis amigos habían dejado de intentar razonar conmigo, era una causa perdida, enamorada de alguien que no sentía lo mismo y que me había abandonado como si se tratara de un juguete viejo.
Me sentía vacía como si no fuera más que un pedazo de papel en blanco tendido en el suelo.Llamaste dos semanas después, como si nada hubiera pasado, cuando había dejado de esperarte como si ya lo supieras e intentarás mantener tu poder sobre mi para luego marcharte de nuevo sin ninguna explicación. Siempre volvías y yo te dejaba, cada vez que parecía a punto de salir de ese abismo con tu nombre estabas allí como un tortuoso recordatorio hundiéndome cada vez más, hasta que Michelle logró convencerme de negarte la entrada de nuevo, de eliminar tu número y todo lo que me recordara a ti, según sus palabras «Un nuevo inicio» ojalá hubiera sido tan fácil como eso.
Te lloré. Te llore más de lo que me hubiese gustado admitir, y empecé a dejarte ir, me tomé mi tiempo para mejorar, para recuperar todo lo que había perdido, para recuperarme a mi.
Y aquí estoy ahora, al final del camino con una respuesta que abre uno nuevo para mi, un camino que yo he elegido y que espero recorrer sin perderme. Cuando te encontré esa tarde hace dos días, dijiste que lamentabas todo lo que habías hecho. Y por un momento pensé que esas palabras supondrían un cambio, una sensación de plenitud o sanación, pero no ocurrió, porque no te necesitaba para sanar, ya lo había hecho yo sola; ya no te lamentaba, al mirarte ya no sentía nada, ni rencor, resentimiento o tristeza. Había paz, y yo misma me la había conseguido. Yo había sobrevivido, era la heroína de mi propia historia y estaba dispuesta a seguirlo siendo.
Silencio.
Silencio roto para siempre.
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Antología amándome.
ChickLitNos unimos para hacerte ver que eres especial; mujer. Nada ni nadie debería cambiar eso, así que quiérete, ámate y date a respetar porque tú eres un diamante que todos deben valorar.