Cuando las ovejas balen

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Relato por: MariG112

—Espero que te la paguen bien; es nuestra última oveja. ¡Y no regreses hasta que la hayas vendido! —exige fríamente tu padre al cerrar la puerta.

Aprietas la cuerda alrededor de tu mano, y dejas que la oveja negra comience a lamer tu mano y recargarse contra ti, haciéndote caer y levantar polvo de la tierra seca.

—¡Ya, Dolly! —Te carcajeas mientras alejas a la oveja de tí.

Dolly comienza a balar mientras tú te levantas apoyándote de la cuerda que sostienes en la mano izquierda, la cual termina enredada en una pata de la tierna oveja negra.

—Vámonos, Dolly —Le dices, y caminas con ella detrás.

En el largo camino hacia ningún lugar en específico, no puedes parar de toser por la contaminación. Respiras un aire que es tóxico para cualquier humano, pero sigues caminando, a pesar de que a cada respiración te sientes más aletargada. Las piernas te flaquean y terminas por subir a la oveja, golpeándole con la cuerda para obligarle a avanzar.

Pierdes fuerza a cada segundo, y el sueño te ataca mientras sientes cómo el sol, tan grande y rojo, te quema la piel y amenaza con terminar con todo el planeta. Cierras los ojos y caes hacia adelante, topando tu cabeza con la de Dolly; no obstante, eso no logra sacarte de tu infinito letargo; aquello que te pone en alerta es el sonido de un disparo.

Saltas al suelo de inmediato, y abres bien los ojos para presenciar, con dolor, cómo una bala penetra entre la lana negra de tu oveja, y ésta muere, cayendo y levantando polvo. Observas la sangre que tiñe la tierra, y el corazón te late fuerte.

—¿Qué tenemos aquí? —Un joven baja de una camioneta y dice aquello—. Una oveja —señala con indiferencia antes de voltear tu vista hacia tí y sonreír—. Y una muñeca…

Toma tu mano, alzándola y besando el dorso. Posteriormente, te mira a los ojos marrones, y acaricia tus cabellos castaños. Le sonríes, y borras aquel gesto cuando volteas de nuevo hacia tu oveja muerta. Ahora ya no puedes venderla, y son menos las personas que tienen una oveja. La extinción de la especie está cerca, por eso aquellos animales tienen un valor inmenso. Tiemblas de pensar lo que tus padres dirán si descubren que la oveja ha muerto.

—¿Qué piensas, muñeca?

—Me van a matar —comentas, sintiendo un escalofrío.

—¿Quiénes?

Te niegas a hablar, mientras sigues observando a la oveja muerta, que derrama sangre por todo el suelo, y comienza a empapar tus zapatos.

—¿Desconfías de nosotros? —cuestiona, posando su mano en tu hombro—. No era nuestra intención asustarte, sólo disparamos a aquello que vimos moverse. No queremos matarte, princesa —Vuelve a acariciar tu cabello.

—No les temo a ustedes, incluso estoy segura de que aquí estoy mejor —Tragas saliva—. A lo que temo es a lo que me espera cuando vuelva a mi hogar. No es buena idea que vuelva sin dinero y con el cadáver de Dolly.

Piensas en lo que podría pasar. Ves en tu mente miles de imágenes en las que te dejan sin comer la semana entera, te golpean con látigos, te clavan alfileres en el abdomen… La única visión que llegaba a ser parcialmente optimista era aquella en la que te daban a otro animal que vender. No obstante, seguía sin haber un escape a esos castigos, horribles, pero a los que ya te habías acostumbrado después de quince años viviendo así.

—¿Quién es Dolly? —Rompe él el silencio.

Señalas al animal tumbado entre la tierra agrietada, que parece ya una bola de pelo ensangrentada.

Antología amándome.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora