La esposa perfecta

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Relato por: Zaomi_

En la tribu de Middleton, las mujeres son exóticas y los hombres son comunes. Estos, tienen la capacidad de elegir quién será su esposa, claro que siendo conscientes de la advertencia que viene con ellas al adoptar: algunas tienen poderes que pueden usar en su contra si hacen algo que los hombres deban pagar.

Mérida es una de ellas, es la última en llegar, mejorando la mercancía de quienes las cazan para los reyes del pueblo, pero lo que ninguno sabe, es que en solo un segundo, ella hará temblar el lugar y cada cosa que allí se encuentra afirmada.

Mérida es una de ellas, es la última en llegar, mejorando la mercancía de quienes las cazan para los reyes del pueblo, pero lo que ninguno sabe, es que en solo un segundo, ella hará temblar el lugar y cada cosa que allí se encuentra afirmada

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La mujer corrió con todas sus fuerzas, saltando incluso las paredes, buscando no respirar, con sus sentidos a todo dar mientras intentaba escapar de manera rápida de sus cazadores. Hacía años que no visitaban la tribu y de la nada, terminaban por aparecer sin razón alguna.

Quería usar parte de sus privilegios, pero sería despojarla de parte de sus fuerzas, por lo que habló con sus conexiones, impidiéndoles volar, aún con toda orden, sintió que algo se apartaba de sí, deteniéndose un momento, abriendo la boca para atraer a la mariposa en un grito, recibiendo un contragolpe de su ser al sentirse debilitada. No iba a morir por una Phraxys rebelde, tenía que continuar aunque sintiera que se estaba llevando parte importante de su supervivencia. "Tenemos que encontrarla” “Los dirigirá a ti” Sus Felyahs hablaron, negando en medio del correr, con una mueca de queja impregnando su rostro por el dolor. La tenía, si la estrujaban en sus manos iba a morir parte de su lado, así que buscó camuflarse contra una de las paredes, sacando una de sus garras para cortar la raíz de su compañera, viendo cómo el líquido violenta se derramaba contra el suelo, quemándolo. Soltó una queja. Eso no era nada bueno, tal vez y solo tal vez, estaba al borde de la muerte, porque ni siquiera salía su sangre de humana. Llevó sus manos al rostro, ocultando sus seres con un movimiento, cerrando los ojos al tiempo que se cambiaba el color de cabello, colocándolo de una forma corta, por encima de sus hombros, aparte de cambiar su vestuario. Era la única manera de salir de ahí, su último intento.

No iba a dejar que la tomaran para casarla con esos seres odiosos que tanto odiaba, esos reyes estúpidos que gobernaban el mundo normal como si se trataran de dioses, sin dejarlos ser libres, queriendo acabar con lo que eran, con lo mucho que les costó hacerse espacio en un sitio indiferente.

Avanzó poco a poco, inspeccionando el lugar, comenzando a transitar por la calle solitaria, con sus sentidos completamente alerta, sin percatarse de nada fuera de lo normal hasta que dio un paso en falso, con una soga amarrándose en sus pies, soltando un grito demoledor que comenzó a derrumbar las paredes, recibiendo contra su boca algo que la hizo callar de pronto, aún colgando en el aire. “No voy a dejarte ir, rarita.” Dejó de moverse en su área, buscando zafarse al escucharlo en su cabeza “Creíste que ibas a escapar, pero sabes que te conozco como la palma de mi mano.”

—Rómano. —Masculló al verlo, colocándose frente a ella con esa sonrisa, su porte de gloria, vestido de negro, con sus guantes y las sondas que no le permitían recibir sus poderes en su contra.

Antología amándome.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora