Dejando ir

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Relato por: TheRufflesGirl

Hoy era el día, estaba segura de nuestro amor, tan confiada me encontraba que decidí hacer una cena especial e invitar a Isahia para abrir mi corazón a él.

Aquí estábamos, terminando de cenar, por lo que me paré, lleve los platos a la cocina y me dirigí con él al sofá.

-Entonces -dijo él nervioso mientras se pasaba las manos por las piernas sin control- dijiste que tenías algo que contarme.

-Sí -le tomé las manos- pero necesito que estés tranquilo, relájate -le sonreí.

-Sí, sí, claro, estoy tranquilo, ¿Tú estás tranquila? No te ves muy tranquila, yo estoy tranquilo.-Habló rápidamente a lo que reí.

-Por supuesto, tranquilo. Bueno, sé que nunca hablo de mi familia o el hecho de que jamás te he presentado a mis papás o hablo de ellos, y creo que estoy lista, porque, te amo, quiero que sigamos creciendo juntos y para eso necesito ser honesta en todo contigo.

-También te amo, y me gusta que quieras contármelo, pero si en algún momento te sientes incómoda, páramos y cuando te sientas mejor continuamos.

-Lo sé pero quiero hacerlo... Yo, bueno mi vida nunca fue especialmente "fácil" o "común"... Yo crecí en un ambiente insano, normalizando actitudes y acciones que no eran ni de cerca normales. Pero al verlo a diario me acostumbré tanto que comencé a adoptarlo y aceptarlo en mi vida, volví mi realidad, me convertí en una sumisa más. -Río sin gracia.

-¿A qué te refieres? -Preguntó Isahia con el ceño fruncido.

-Celos, gritos, peleas, violencia. Mi padre era un hombre muy celoso, "Esa falda es muy corta" "¿Por qué le sonríes a ese hombre?", al principio era solo con mi madre, pero en algún punto del camino, llegó a mi. 

Recuerdo sus peleas, mi madre no era nada sumisa, y eso, le tronaba en los nervios a mi padre… pese a que ella no era sumisa, él se encargó de que se convirtiera en una. -Sonreí melancólica mientras me envolvía en los recuerdos.- Como te dije, al principio era solo con mi madre por lo que no eran peleas graves, eran más discusiones sin sentido, reclamos sin sentido que llegaban vagamente a los gritos, cuando todo llegó a mi fue cuando todo empeoró, mi padre me gritaba y humillaba, y  cuando mi madre me quería defender, ahí, ahí era cuando todo crecía, ya no solo eran gritos vagos y reclamos sin sentido, no, ahí llegaron los insultos, golpes cerca de nuestros rostros y las amenazas.

-Si todo era tan malo, ¿Por qué nunca se fueron? -Sonreí con tristeza.

-Cariño, esa es la cosa, no todo es siempre malo, después de la tormenta venía la llovizna disfrazada de calma, los perdones, promesas y demás y como podrás imaginar, mi madre siempre, siempre, eligió creerle.

-Bueno, si ella no se quería ir, ¿Por qué no te fuiste tú? Digo, pasaste por tanto amor, no lo merecías.

-Sé que no lo merecía, ahora lo sé, pero, en ese momento, como te lo dije, lo normalice. Por tanto, mientras la violencia verbal continuaba, la violencia física iba creciendo, yendo de jalones a golpes, pasó de unos cuantos moretones de tanto en tanto a fracturas semanales.

Y… entonces, lo conocí, para mí, él era perfecto, como el príncipe azul que me iba a sacar de tal brutalidad que vivía, que pequeña y tonta era, ¿No crees?

-Tal vez, pero ya lo dijimos, no era tu culpa, cualquiera se encantaría por un tipo que te habla y trata bonito después de vivir lo que viviste.

-Ojalá hubiera sido de aquella forma, pero no, yo solita me creé historias y me aferré a ellas. Verás, lo conocí en segundo año de secundaria, imagina al típico chico misterioso con problemas de ira y a la típica desadaptada tímida. Él era hermoso, tenía una mirada única y una sonrisa malvada que eclipsaba, yo hice de todo para que me quisiera, y creí haberlo logrado cuando me comenzó a hacer caso, sin embargo, como de costumbre, estaba equivocada.

Antología amándome.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora