Capítulo 31

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POV: Adara

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POV: Adara


—Tengo una explicación.

—¡Oh, señor! —pegué un grito sobresaltada al oír a Enzo en la entrada de la puerta.

Con el corazón retumbando fieramente contra mi pecho, levanté la vista y lo vi con el brazo apoyado en el marco mirándome intranquilo. Solo vistiendo unos bóxers blancos, y menos mal, porque no podría entablar una conversación razonable con él desnudo.

Respiré hondo mirando el bote.

—¿Ah sí? Pues me gustaría saberlo —sacudí el bote y salí del baño pasando por su lado poniéndome nerviosa—. Porque no entiendo que hacía en tus pantalones. Y estoy empezando a pensar, y me estoy poniendo cardiaca...

—Adara... —me siguió con una voz irritantemente calmada.

—Porque no sé cuántas te has tomado —seguía hablando tartamudeando. Revisé el bote. Su contenido era de treinta pastillas, pero aquí ya no había treinta. Debe haber unas veintidós o menos. Joder—. No sé por qué no me lo has dicho. No entiendo absolutamente nada.

Yo era puro tartamudeo y nervios.

—Cariño —sus manos tomaron mi rostro deteniendo mis nervios, y lo miré. Asomó en sus labios una sonrisa tranquila sintiendo como sus pulgares acariciaban mis mejillas—. No es nada. Tranquila.

—¿Seguro? —mascullé desconfiada—. ¿Por qué no me lo contaste?

—Solo era un dolor de cabeza —le restó importancia poniendo los ojos en blanco bastante sereno, sincero—. Me dio hace unas horas y Berenice me trajo el bote.

Ya. De eso podía hacerme una idea. ¿Pero por qué no me dijo nada? ¿Tan difícil le resultaba hablarlo con su mujer? A veces me costaba entender a Enzo. Esa forma de cerrarse para que todos los problemas fueran solos suyos. Era irritantemente incontrolable.

—Pero te has tomado muchas —repliqué ahogándose mi voz—. ¿Sabes los riesgos que causa tomar en exceso tantos ibuprofenos?

Recordarlas todas me puso mal cuerpo.

—Solo tomé una —me prometió.

Algo me decía que esa no era la verdad.

—Y por qué...

—Supongo que Berenice lo tomó prestado —me interrumpió con suavidad enredando en su dedo un mechón de mi pelo, prestándole atención—, y no se dio cuenta de que estaba cogiendo un bote ya usado.

Me estaba intentando decir que Berenice había entrado a una casa cualquiera —por muy increíble que pareciera—, y ya, tomó prestado un bote de ibuprofenos. ¿Por qué sencillamente no lo robó de una farmacia?

—Ah —me di la vuelta y me senté sobre el borde de la cama mirando el bote, y lo dejé a mi lado. Llevé mis manos a la cara, frotándola, para destensarme.

El latido del deseo. Parte 2 [Deseo Éire #3] © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora