Capítulo 30

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POV: Adara

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POV: Adara


Estaba hecha un manojo de nervios. Y no sé por qué. Si no era nuestra primera vez. Sentirse así era una soberana tontería y ridiculez. Y era culpa de Enzo. Cuando me miraba así no había forma de que los nervios no me comieran viva. Esto nunca dejará de ser así, Enzo siempre me haría sentir como si fuera nuestra primera vez. Y nunca creí que encontraría a un hombre que me hiciera sentir como la mujer más amada y deseada del universo.

—¿Preferías la cama a la poza? —la miré con las mejillas ardiendo.

—Evidentemente.

Me recorrió con su mirada encendida y luego la deslizó hacia la cama.

—Para todo lo que tengo planeado es más cómoda.

Me quedé sin aire en los pulmones. 

Oh.

—Me gusta que estés nerviosa como si fuera nuestra primera vez —su cálida caricia se perdió por mi mejilla hechizándome sus ojos grises.

Oh Dios.

—Lo será —reí entre dientes. Para con los nervios. Me recriminé—. Como marido y mujer, quiero decir. Además, ya tuvimos nuestra primera vez.

Se relamió el labio de una forma explosiva terminando de ponerme cardiaca.

—Contigo siempre es como la primera vez. No hay forma de que el sexo contigo sea igual.

¡Él también lo sentía así! Vale. Enzo se estaba proponiendo que entrara en convulsión.

—Voy hacer que toques el cielo de diferentes formas.

Tenía su boca pegada a mi oreja y logró que me desintegrara respirando pesadamente, apretando los muslos. Unas palabras. Unas caricias. Y ya conseguía que me excitara. En un arrebato lo besé apasionadamente, pegándome más a su cuerpo.

—Siempre serás tú, Enzo —no aparté mi boca de la suya sintiendo como se agitaba como yo—. Nadie más. Seré tuya para siempre. Lo que dije de la experiencia, me piqué, fui una idiota. Y no lo pensaba de verdad.

Sacudió la cabeza rápidamente.

—Eso no tiene importancia. Sé que no lo decías de verdad.

Suspiré.

—Te prometo que todo lo que queda de mí, todos los secretos, te lo daré —su voz grave y seria fue determinante, mirándome con la mirada brillosa de sinceridad—. Dame tiempo.

Le sonreí acariciando su mejilla.

—Te daré todo el tiempo que necesites, Enzo.

Inclinó su cabeza y me besó en la frente, prologando el beso, sintiendo su cálida respiración. Nos movimos por la estancia a un ritmo lento, como si estuviéramos bailando otra vez, con nuestros cuerpos fusionados y necesitados.

El latido del deseo. Parte 2 [Deseo Éire #3] © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora