Capítulo 51

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POV: Enzo

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POV: Enzo


Viajar hacia el Otro Mundo no fue como imaginé. Siempre pensé que la muerte sería dura, eternamente dolorosa, y no apacible y dulce. No vi ese famoso túnel del que todo el mundo habla, pero si una luz centelleante que variaba del blanco al dorado y que se acercaba poco a poco, y me envolvía en ella como una telaraña. Lo único que fui capaz de descifrar es que una vez que la miré, me quedé atrapado en ella y en todo lo que te hacía sentir; bueno o malo. Esa sensación la interpreté como si estuvieran juzgando mis pecados con esa luz.

Sentía el frío inerte que rezumaba en este lugar. Y el silencio que lo rodeaba me ponía los pelos de punta. Ni siquiera creía estar en el Otro Mundo, pues era plenamente consciente de que no estaba del todo muerto.

No dejaba de vagar por una niebla que no me esclarecía el lugar en el que me hallaba.

Cuando no vi más el rostro de Adara, cuando sentí que nuestros labios se rozaron por última vez, ahí empezó mi verdadero infierno. Porque estaba dejando mi vida. Y ella quedaría destrozada por perderme, y sobre todo presenciar mi muerte.

Acepté mi muerte.

Pero nunca acepté que Adara sufriera las consecuencias de mis actos.

Y eso era lo que me tenía quemándome el alma. Arañándome la piel. Y matando mi corazón.

Tal vez no podía descansar del todo, obtener esa paz que alcanzaban los muertos, por ella. Por Adara. Porque me desgarraba dejarla sola y llena de dolor por mi culpa. Un dolor que sabía que no superaría y la hundiría en la amarga tristeza de un pesar que se convertiría en su día a día... y malditamente estaba aquí aparentemente atrapado.

Sin moverme ni un paso más, me di cuenta del inmenso mar que tenía a unos metros, acariciándolo una espesa bruma. Echando un vistazo a mí alrededor con más detenimiento, llegué a la conclusión de que esto era un puerto. Diferente a todos los que había visto a lo largo de mi vida, pero estaba seguro de que era un puerto.

Entre la espesa niebla me abrumó ver a un hombre caminar hacia un muelle de madera. No sé quién era, pero era la primera persona que veía en este desolado lugar. Ni si quiera reparó en mí, siguió su camino como si algo lo estuviese guiando, y se subió a una barca de madera que sostenía una asta con un farolillo iluminado por la tenue luz de una vela. Y en la otra punta de la barca se encontraba una persona dándome la espalda, aunque no podía verla bien porque su cabeza estaba cubierta por una capucha gris de su capa, recordándome a Tymora. Creí en un principio que era ella, pero cuando me fijé en sus manos varoniles y grandes supe que no era Tymora. El hombre desconocido se subió a la barca y el tipo de la capa comenzó a remar llevándoselo a los confines de la espesa bruma de unas aguas tranquilas, hasta que la luz del farolillo se perdió entre las vastas aguas del océano, y con ello regresó mi soledad.

El latido del deseo. Parte 2 [Deseo Éire #3] © (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora