Capítulo 1: [Confianza Rota]

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A diferencia de otras mañanas, Hipo no se despertó debido a que Chimuelo estuviera haciendo ruido para tener su vuelo matutino diario. Esta vez fue por dos cosas: el techo de su casa fue destruido por una explosión y había personas gritando.

Abrió los ojos justo a tiempo para registrar cómo trozos de madera ardiente y escombros caían sobre él. Con el instinto de supervivencia haciendo fluir adrenalina por su cuerpo, ignoró el dolor y apartó con algo de dificultad los restos de una viga que se encontraba oprimiéndole el pecho. Rápidamente se levantó para correr a la salida con la intención de evitar el fuego que se esparcía por su habitación. Estando en frente de las escaleras, miró en dirección al lugar donde dormía su amigo, encontrándose con que estaba vacío.

—¿Pero qué...? —murmuró. Un sentimiento de miedo y preocupación se instaló en su cuerpo, haciéndole sentir un hueco en el estómago y un nudo en la garganta—. ¡Chimuelo!

Como respuesta algo pesado cayó desde el techo. Una masa negra de escamas gruñó al aterrizar y se dio la vuelta arrastrando la cola por el piso, ocasionando que su prótesis se prendiera en llamas también. Hipo se alivió de saber que el dragón se encontraba otra vez con él, pero éste otro no pareció reparar en su presencia. Las pupilas de sus relucientes ojos verdes se encontraban contraídas; eran rendijas tan finas que casi parecían no existir. El dragón olfateaba y giraba la cabeza frenéticamente, como si buscara algo.

Con la voz quebrada por la necesidad de toser debido al humo, Hipo lo llamó.

—¿Chimuelo...? ¿Estás bien, amigo?

El dragón lo volteó a ver súbitamente. Ahora sí que lo había notado, y para confirmar esto abrió la boca dejando ver cómo una mortífera luz se manifestaba en el fondo de su garganta.

Dándose cuenta de que su mejor amigo le iba a dar un tiro de plasma en la cara, Hipo se arrojó por las escaleras justo a tiempo para evitar el impacto. Tras golpearse unas cuantas veces contra los peldaños aterrizó en el primer piso con una mueca de dolor, y a penas se había puesto de pie cuando Chimuelo se asomó por el hueco de las escaleras con la cara contorsionada en un gruñido silencioso. Mostraba los colmillos en una advertencia de muerte. Estaba claro que no lo reconocía, o estaba lo suficientemente enojado como para atacarlo sin pensarlo dos veces.

—Tranquilo, amigo. No soy un enemigo. ¿Qué pasa? ¿Por qué estas así? —habló lentamente, tal y como había hecho aquellas veces en las que necesitaba calmar un dragón.

Seguía sin explicarse cómo lograba dominarse en aquellas situaciones, quizás los dioses le mandaban fuerza... o existía la posibilidad de que sólo fuera habilidad oculta.

Chimuelo comenzó a bajar lentamente las escaleras, a su vez Hipo retrocedía. En otras circunstancias se hubiera mantenido firme, pero con el incendio en el piso de arriba y el denso humo que le dificultaba respirar, no podía darse el lujo de quedarse ahí a menos que quisiera morir.

Justo cuando pensó que tenía la situación bajo control y lograría salir sin problemas, el dragón embistió hacia él sin previo aviso. Al mismo tiempo alguien abrió la puerta de la casa bruscamente y aferró el cuello de su camisa, no sin antes lanzar un martillo a la cara de Chimuelo, deteniendo su avance efectivamente.

Ni siquiera tuvo tiempo de gritar cuando fue arrojado fuera de la casa y aterrizó en el suelo. Fue en esa breve pausa en la que notó que había una luz anaranjada que superaba en intensidad a la que se estaba formando en su casa, y al girar la cabeza en esa dirección vio con horror que al menos la mitad de la aldea estaba siendo devorada por un incendio. Una gran columna de humo se erguía hacia el oscuro cielo. El fuego rugía y se esparcía rápidamente en cuanto encontraba el terreno adecuado para avanzar.

𝐕𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 "𝐂𝐨́𝐦𝐨 𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞𝐧𝐚𝐫 𝐚 𝐭𝐮 𝐃𝐫𝐚𝐠𝐨́𝐧"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora