Capítulo 4: [Caída Libre]

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Ya más tarde, ya seco y después del torbellino de adrenalina y emoción, Hipo se encontraba de nuevo en la arena con los demás aprendices.

—Hoy veremos trabajo en equipo —anunció Bocón.

La puertas que contenían al dragón que enfrentarían ese día se abrieron con una pequeña explosión, la cual ocasionó que un denso humo comenzara a esparcirse por la arena.

—Un dragón con la cabeza mojada no puede encender el fuego —explicó el vikingo mientras retrocedía hacia un espacio apartado y el humo alcanzaba a sus estudiantes, quienes sostenían cubetas llenas de agua—. El Cremallerus Espantosus es muy engañoso. Una cabeza exhala gas... la otra cabeza lo enciende. Su trabajo es saber cuál es cual.

—Ah, el Cremallerus —dijo Spitelout con un deje de nostalgia en la voz—. Esa práctica es una de las buenas.

Los adolescentes se dividieron en parejas. Brutacio y Patán; Astrid y Brutilda; Hipo y Patapez. Cada uno escaneó sus alrededores atentamente intentando divisar algo, pero el humo era tan espeso que no se podía ver más de medio metro.

—Dientes afilados y serrados que inyectan veneno para predigestión —comenzó a murmurar Patapez, producto de su nerviosismo y hábito de mencionar toda la información posible—. Prefieren emboscadas, trituran a sus víctimas en...

—¿Puedes dejar de hablar? —le calló Hipo, pues lo que estaba diciendo no ayudaba en nada más que para aumentar los nervios.

Astrid y Brutilda daban vueltas lentamente, espalda con espalda, en busca de cualquier movimiento o sonido. Brutacio sonreía emocionado ante la expectativa de enfrentarse contra el Cremallerus.

—Si ese dragón muestra alguna de sus caras, lo voy a... —comenzó a decir Patán, pero se detuvo cuando de entre el humo, el cual comenzaba a disiparse, divisó una silueta que se aproximaba a ellos—. ¡Ahí!

Ambos chicos arrojaron sin titubear toda el agua que guardaban en las cubetas hacia la silueta, ocasionando que esta produjera dos gritos que sonaron bastante humanos.

—¡Oigan! ¡Somos nosotras, idiotas! —reclamó Brutilda, surgiendo de entre el humo seguida de Astrid.

—Pues les creció el trasero —se justificó Brutacio—. Creíamos que eran un dragón.

Patán y Brutacio rieron levemente, mientras que Astrid y Brutilda rodaban los ojos.

—No es que tenga algo de malo una... figura dragonial —dijo Patán con cierta burla, pero fue interrumpido cuando Astrid le dio un puñetazo en el pómulo izquierdo, derribándolo.

Mientras tanto, Brutilda le lanzó agua a su hermano con todo y cubeta, asestándole en la cara y derribándolo también.

Brutacio se incorporó recargando su peso sobre sus codos, todavía un poco aturdido por el golpe. Antes de que pudiera volver a ponerse de pie del todo un sonido gutural se escuchó a sus espaldas y algo lo aferró de su camisa, arrastrándolo a las profundidades del humo que los rodeaba. Donde antes había estado el chico sólo quedaba su casco, el cual se le había caído de la cabeza debido a la brusquedad del movimiento. A pesar de que el humo había comenzado a dispersarse el grupo no podía ver lo que estaba sucediendo, pero podía escuchar los gritos de Brutacio acompañados de una nueva serie de gruñidos y pequeños rugidos. No era buena señal.

Brutilda quiso avanzar para ayudar a su hermano, pero Astrid extendió un brazo para impedir que continuara sin conocer el siguiente movimiento del enemigo. Ambas se tensaron en espera de un ataque o cualquier avistamiento del dragón. Astrid afianzó el agarre en su cubeta... pero antes de que alguna de las dos pudiera hacer algo más, una larga cola de color verde pasó rápidamente bajo sus pies haciéndolas caer al suelo, ocasionando que el agua en la cubeta de Astrid se desparramara en el piso.

𝐕𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 "𝐂𝐨́𝐦𝐨 𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞𝐧𝐚𝐫 𝐚 𝐭𝐮 𝐃𝐫𝐚𝐠𝐨́𝐧"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora