Capítulo 5: [Entre las Cenizas]

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_HIPO_

Despertó con la asfixiante sensación de que estaba siendo aplastado por algo de gran tamaño. Para su horror, cuando  intentó incorporarse se encontró con que de verdad había algo sobre él.

—Albóndiga, ¡quítate! —resopló cuando recordó dónde estaba y por qué.

Sus uñas rasparon el frío suelo de la cueva cuando intentó arrastrase para salir de por debajo de la dragona sin éxito. Tras un horrible instante en el cual pensó que ese sería su final, Albóndiga despertó por el movimiento y retiró su cuerpo.

Inhalando profundamente, se incorporó con piernas temblorosas y sacudió la tierra de su ropa. Si Albóndiga le hacía eso todo el tiempo a Patapez, Hipo le tendría un nuevo respeto a su amigo. Sólo él sería capaz de despertar así todas las mañanas y sobrevivir.

Se encontraba en medio de un bostezo cuando una repentina pregunta lo golpeó como si veinte Gronckles hubieran rodado sobre él.

¿Cuánto tiempo estuve dormido?, se preguntó.

Corrió fuera de la cueva con Albóndiga justo detrás de él, y sintió náuseas de preocupación al encontrarse con la vista de un océano ahora en calma y un cielo gris pálido sobre su cabeza debido a que el sol estaba oculto detrás de extenso pero delgado manto de nubes. Juzgando la cantidad de luz, Hipo hizo una estimación aproximada y concluyó que probablemente era mediodía. Eso sólo podía significar lo peor: claramente había dormido de más, había perdido su única oportunidad de encontrar una manera de salvar a los dragones, la batalla ya había tenido lugar y ahora probablemente todos estaban muertos.

Maldiciendo en voz baja, se subió a la espalda de Albóndiga y ambos volaron lo más rápido posible hacia la aldea. Se preparó para lo peor, pero sabía que no importaba cuánto tiempo intentara prepararse para ello, sabía que si veía el cuerpo sin vida de Chimuelo, algo en él se rompería y jamás podría recuperarse de ello.

¿Cómo pudo haberse descuidado de una forma tan terrible? Hubo momentos en los que incluso logró despertarse antes que su mejor amigo, por la costumbre de prepararse para el vuelo diario de la mañana, ¿pero ahora resultaba que se había quedado dormido? Esto tenía que ser una pesadilla...

Pero para su sorpresa, al llegar al pueblo no vio las secuelas de una batalla sangrienta.

Algunos dragones deambulaban por ahí y la única secuela que se podía ver fue la causada por el fuego.

—Qué curioso... — comentó mientras desmontaba después de aterrizar—. Uno hubiera pensado que se habrían levantado con el sol, ansiosos por poner fin a esto.

El sonido de su voz llamó la atención de Eructo y Guácara, el Cremallerus de los gemelos que descansaba sobre un montón de cenizas que solía ser una casa. En lugar de saludarlos con alguna travesura aprendida de sus Jinetes, no perdió el tiempo para escupirles gas.

Confundidos por el repentino ataque, la dragona y su Jinete volaron a otra parte de la aldea, sólo para obtener la misma reacción de diferentes dragones. Algunos de ellos no respondieron con violencia, pero sí que gruñeron a la defensiva mientras se mantenían firmes. Ese comportamiento era algo nuevo en muchos de ellos, e Hipo lo sabía muy bien porque recordaba haberlos entrenado con el resto del equipo en la Academia de Dragones y nunca mostraron tanto enojo hacia él.

Pasó una cantidad considerable de tiempo tratando de hacer razonar al menos a un dragón, pero no importaba a donde fueran ambos, todos parecían despreciarlos. Lo único que parecía cambiar dependiendo de qué tan profundo estuvieran en la aldea, era qué tan dispuestos estaban los dragones a pelear contra quien se les acercara, como si estuvieran tratando de defender algo. Y, misteriosamente, todos los Gronckles habían desaparecido. ¿Quizás se habían ido al bosque?

𝐕𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 "𝐂𝐨́𝐦𝐨 𝐄𝐧𝐭𝐫𝐞𝐧𝐚𝐫 𝐚 𝐭𝐮 𝐃𝐫𝐚𝐠𝐨́𝐧"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora