Capítulo 1: Una invitación a pecar

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No había nada de especial esa mañana cuando despertó justo a las cinco, después del primer sonido de las campanas del seminario. Yoon Seungho se persigno frente al crucifijo que estaba sobre la cabecera de su cama y se acomodó esa rara vestimenta que utilizaba cada día. Llevándose una mano al pecho, experimento una de las más raras sensaciones que había tenido alguna vez, su corazón latía muy rápido, estaba preocupado de que el padre InHun Seonbi lo estuviese llamando a su oficina con motivo de ponerle alguna medida disciplinaria por descubrir que la noche anterior había ido a dormir cuando ya pasaba de las nueve de la noche. Sí, eso debía ser, debió haberlo visto mientras trataba de dibujar las estrellas y bien sabía que estar despierto después de esa hora, era casi como un pecado mortal para un seminarista.

A sus ya 24 años estando a punto de ordenarse como sacerdote, debía ser ejemplar. Debía seguir las reglas y resaltar como el mejor de los mejores para que fuese visto como un sacerdote prometedor en el futuro.

Beso un pequeño rosario que solía llevar colgado en el cuello, ese era el regalo que su madre le había dado en su último cumpleaños y pensó que le daría buena suerte.

Uno de los monaguillos que ayudaba en la misa de los miércoles, le grito de nuevo detrás de la puerta de su dormitorio y Seungho le dijo que ya iba para que dejaran de apresurarlo.

¿Qué quería el padre Jung Inhun en realidad?

Camino por un largo pasillo que conectaba los dormitorios a la oficina principal del seminario y una vez frente a la puerta antigua de madera en ese sitio, él sintió sus manos sudorosas y se le secaron los labios. Tragó duro ante el miedo y en su cabeza comenzó a organizar una explicación para su gravísima falta de la noche anterior. Sin embargo el padre Seonbi estaba atendiendo una llamada y con una cálida sonrisa le pidió que se sentara. Los segundos parecieron de pronto largas horas y Seungho se estaba impacientando.

—Hijo. Disculpa semejante inconveniente— dijo el padre Inhun cuando colgó el teléfono.

Ahí venía, era seguro que ahora venía el regaño correspondiente. Así que Seungho pensó que era mejor adelantarse.

—Padre, vera. Lo de anoche...

—Espera, permíteme hablar primero— el sacerdote no parecía estar a punto de dar un regaño. Contrario a eso se puso de pie y se acomodó frente a la ventana de la oficina mostrándose nostálgico y preocupado-. Se trata de un muchacho.

Seungho lo miro sin comprender muy bien a qué se refería y el sacerdote continúo denotando preocupación en sus palabras.

—Lo conozco desde que era un bebé. No sé que pudo pasarle, no creo que se trate de una posesión. Sé que la sociedad se ha transformado contradiciendo las leyes de dios, pero ¿Por qué debía ser alguien cercano a mí?

—Yo...— Seungho intentó decir algo, pero el padre Inhun parecía estar en medio de su propio monólogo. Sus sentimientos parecían ser lo único que importaba ahora.

—Es joven. He tratado de hablar con él y ni siquiera me responde. Seungho— ahora lo miraba a él-. Necesito que me ayudes, te has titulado como psicólogo y pensé en ti como mi mejor alternativa, eres joven. Les agradas a los muchachos que vienen a misa y has logrado convencer con tus palabras a posibles nuevos candidatos para convertirse en sacerdotes.

Seungho simplemente se sintió alagado por la confianza depositada en su persona y le agradeció a dios ser visto de esa manera por la máxima autoridad en el seminario. El padre Inhun era cercano al obispo, así que sin duda esto le vendría bien a su expediente. Sonrió sin poder controlarlo y se sintió flotando en el mismísimo cielo. Sólo la mano del padre Inhun posándose sobre su hombro, pudo traerlo de vuelta a la realidad.

Inconfesable (Pintor Nocturno)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora