JANE
—Créeme, cariño. Esa debería ser la menor de tus preocupaciones en este momento —dice con su voz ronca. Y el ascensor se detiene.
¿Qué quiere decir?, me pregunto y encuentro mi garganta seca. Y antes de que me dé un ataque de pánico él me hace un gesto para que saliera.
Me sorprende lo que se presenta delante de mí. Se supone que era un vestíbulo en el hotel. Pero ahora parece un gran salón. Quiero preguntarle qué pasa aquí, pero no. No quiero firmar con él en mi testamento. Dudo si puedo preguntarle algo. Pero en una inspección más cercana, descubro que es una gran suite. Su mano todavía está en mi espalda y me guía a una espaciosa sala de estar.
—Por ahora solo espera aquí y no trates de ser inteligente como lo hiciste antes. No va a terminar bien —Su voz es fría como el hielo y suficientemente intimidante para enviar escalofríos por mi columna vertebral. Asiento pero mis ojos van hacia el suelo. Y con eso, él sale de la habitación.
Miro el reloj en la habitación y son las 7:15 pm.
Me quedo parada aquí donde me dejó sin saber qué hacer. Estoy aquí por veinte largos minutos pero él no regresa. Tiene que haber teléfono fijo, pienso. Miro a mi alrededor pero no encuentro nada. Hay un mini bar con muchas botellas de champaña y vino. También una amplia terraza y algunos sofás caros. Y como estoy cansada de esperar parada decido sentarme en el sofá.
Una vez cómoda recuerdo una historia que mi abuela solía contarme: se trataba de una princesa que fue secuestrada por una bestia. Esa bestia la mantuvo en un castillo tan hermoso contra su voluntad. Su padre anunció un alto precio por salvarla y muchos príncipes vinieron a buscar su rescate. Y... nunca en mi vida, pensé que una bestia también me mantendría secuestrada. Pero no hay ningún príncipe para mí allá afuera. Me pregunto qué está haciendo mi familia. ¿Qué está haciendo Paul? Se suponía que él era mi príncipe. Me casé con él delante de Dios y prometió protegerme. Esta bestia podría matarme y nadie sabrá lo que me pasó.
Con todo esto en mi mente, comienzo a temblar y llorar en voz alta. Agarro un cojín y me hago un ovillo... Pasan dos horas y él no vuelve. Tal vez le sucedió un accidente y nunca va a volver, pero sé que no ha acabado esto.
Todo lo que siempre quise es vivir mi vida en paz. No me merezco esto. Nadie merece esto. Pero hay una cosa que todavía no puedo entender. ¿Por qué yo? Simplemente no soy nadie. Mi esposo me dejó y yo soy prácticamente una ermitaña.
Y tal vez esta sea la razón. Él sabe que soy una mujer solitaria y no socializo mucho. Soy un blanco fácil para él y nada más. Él se saldrá con la suya y me desechará, eso es seguro.
De tantas emociones me ataca el sueño pero sé que no puedo arriesgarme a dormir en esta situación. Entonces, camino hacia la terraza. Es mediado de diciembre y el aire está muy frío. Y lo siento aún más porque estoy descalza y solo traigo puesto mi vestido. Entonces, en un instante, todo mi cuerpo se congela y mis manos me masajean los brazos. El deseo de poder congelarme hasta la muerte nace en mí. Miro a la ciudad, llena de luces y ajetreo y veo que se aproxima una nevada. Todo sobre esta ciudad es frío. Todo está frio. El frío es lo único que puedo sentir.
De repente siento unos brazos envolviéndome. Me estremezco, me doy vuelta y encuentro mi cabeza enterrada en su pecho. Aunque todavía le tengo miedo, tiene los brazos calientes. Su cuerpo está tibio y me permito calentarme en él.
Miro hacia arriba y mis ojos se encuentran con los suyos. Sus ojos grises son tan fríos. Más fríos que este aire, esta ciudad y más fríos que yo. También son tan aterradores que me apresuro a retroceder. Pero él toma mi mano con tanta fuerza y me lleva adentro. Caminamos por algunos pasillos y algunas escaleras. Esta suite era muy grande para solo ser una suite. Suelta mi mano frente a una puerta y gira el pomo para abrir un dormitorio. Nunca en mi vida vi una habitación tan grande. Es de color oscuro y más grande que mi departamento. Y no es solo esto, por alguna razón, todo en esta sala grita a intenciones oscuras.
Me indica que entre, pero me quedo pasmada.
—Ven ahora —dice de una manera como si me estuviera desafiando a no seguir sus órdenes.
Empiezo a dar pequeños pasos. La alfombra se siente bien bajo mis pies descalzos. Debo decir algo. Debo decirle que solo porque es más fuerte que yo no significa que no pueda hacer nada para defenderme. No vivimos en la era de la edad de piedra. Pero tengo miedo de las consecuencias. Me señala la cama para que me siente y él entra a otra puerta de la habitación que creo que es un baño.
Sé a dónde va esto. No hay forma de que me siente en esta cama. Entonces, elijo sentarme en el sofá. Después de un minuto aparece por esa puerta con solo una bata. Él podría haber notado que no estoy sentada en la cama como él ordenó, pero no me importa. Él viene y se tumba en el otro sofá que estaba frente a mí. Lo miro y descubro que su bata está abierta ahora y que solo lleva ropa interior.
Rápidamente miro hacia otro lado. Y no solo aparto la vista, inconscientemente me muevo un poco por el temor a lo que puede llegar a suceder. Mis dos manos se aprietan entre sí y mi pie derecho está por encima del izquierdo ahora. Estoy temblando un poco, no es un error. Y él me está mirando como si fuera a comerme.
— ¡Oh Dios! Eres tan molesta. Pero... me gustas —dice con diversión—. Fírmalo —agrega colocando unos papeles sobre la mesa. Nunca me di cuenta de estos papeles antes. Trato de mirarlo, pero en el momento en que me giro para hacerlo, mis ojos se posan primero en su bulto y termino volviéndome hacia el otro lado.
— ¿Q-qué es? —Trato de preguntarle. Mis ojos están enfocados en mis manos. Y me pican los ojos.
—Es un contrato de matrimonio. Serás mi esposa legalmente durante los próximos siete días. Aunque soy de la opinión de que podría aburrirme contigo en cinco días. Pero igual elijo siete días en caso de que no lo haga. Serás libre de irte después de eso. Lo juro —finaliza con una media sonrisa.
Mi boca se abre. Lo miro esta vez directamente a la cara. Nunca vi eso venir. No puedo estar de acuerdo con esto. ¿Por qué debería estar de acuerdo con tal cosa?
—Ya estoy casada —miento. Simplemente sale de mi boca sin pensar.
—No, estás divorciada —dice con una sonrisa y abre más las piernas. Así que de nuevo mis ojos se posan en su entrepierna. Y me doy la vuelta de nuevo.
—No tiene ningún sentido. No puedo estar de acuerdo —digo aun mirando a otro lado.
—Vamos a aclarar esto. Si firmas estos malditos papeles o no, igual te voy a follar muy fuerte esta noche —farfulla en pura ira. Y lo miro sorprendida.
— ¿Por qué estás haciendo esto? —le pregunto.
—Porque quiero esto. Y no creo en el sexo forzado. Por lo tanto, solo estoy tratando de hacerte someter o hacerlo menos pecaminoso para ti —dice en un tono serio como si estuviera diciendo hechos reales, pero hay una sonrisa en la última parte.
—Por favor, déjeme ir. Se lo ruego —digo.
—¿Es esa tu línea favorita para decir siempre? Te doy un minuto. Firma esos documentos o puedo pensar en otras formas de tomarte. Pero no puedo prometer que te gusten —dice y sus palabras me congelan—. 30 segundos —dice. Y salgo de mi trance. Realmente quiso decir 1 minuto—. 12 segundos —Esta vez lo dice con tanta diversión como si me estuviera diciendo que ha decidido usar otras opciones. Y en el momento siguiente, me encuentro firmando los papeles.
—Chica inteligente, te salvaste por 3 segundos —continúa con voz ronca esta vez—. Ok espera, debería decir esposa inteligente —finaliza con diversión.
Esposa, la palabra tarda un segundo en hundirse en mí. ¿Estoy realmente casada ahora? ¿Con esta bestia?
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Esposa Por Contrato
Romance-Por favor, déjame ir. Juro que no se lo diré a nadie -Logro decir con mi voz llorosa y ronca mientras él me tiene acorralada en mi propia cama. Trato de escabullirme pero no soy rival para su fuerza. Quiero suplicarle más, pero la lujuria en su voz...