Capítulo 7

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JANE

Estoy llorando por mi impotencia, pues decidí atacarlo y salir de su agarre. Pero en el momento en que me comenzó a estrangular en el borde de la cama, será el final para mí. Estoy asustada de pies a cabeza. Ni siquiera conozco a este hombre y está a punto de hacerme algo horrible. Y además de eso, lo enojé más que antes. Su agarre alrededor de mi cuello se hace tan fuerte. Y luego hace lo que más temía: él comienza a tocarme. Siento mi dignidad destrozada ya que ahora él sabe lo mojada que estoy. Pero solo porque estoy mojada no significa que quiera esto. Su boca se acerca tanto a mi oído que sus labios tocan el lóbulo de mi oreja. Él habla sobre mí de que estoy mojada como una puta. Me grita que me dé por vencida.

No me puedo rendirme. ¡No! no puedes hacerlo, grito en mi cerebro.

—Yo... —solloza—. Nunca... —solloza—. Me rendiré —solloza—. "¡Nunca aceptaré algo tan pecaminoso! —grito.

—Espera. ¿Qué? ¿Qué acabas de decir? —pregunta.

¿De verdad dije eso?, me pregunto en mis adentros.

Su agarre se afloja y su boca se acerca a mi oído. Su aliento caliente me hace temblar. Pero no hay ira en su voz esta vez. Pero no me importa, no quiero responderle por nada del mundo. Todo lo que quiero hacer es pedir ayuda o llorar. Me doy la vuelta e intento alejarlo colocando mis manos sobre sus hombros. Sus hombros son todo músculo. No hay duda de que me supera en fuerza.

—Por favor, no quiero esto —Trato de decir sin sollozos. Pero es una decisión equivocada porque me pone debajo de él nuevamente y se inclina sobre mi cara.

—¿Porque es pecaminoso? —pregunta mientras me da pequeños besos en la barbilla y el cuello. Su voz es grave y llena de lujuria.

Y puedo decir que es la persona más aterradora con la que me he encontrado. No merezco esto. No merezco estar en este lío. Y al estar tan oscura la habitación no puedo ver su rostro. Pero sus emociones son todas tan visibles. Está enojado y mucho más fuerte que yo. Solo quiero que esto termine. Quiero ser libre pase lo que pase.

Cierro los ojos con fuerza y, sin saber qué decir a continuación, me estremezco debajo de él.


Instantes después, él ya no está encima de mí. Y siento el aire tocar mi cuerpo desnudo que estaba cubierto por él hace un momento. Me siento apresuradamente y vuelvo a poner la correa de mi sujetador.

—Ponte ese vestido tuyo y sal antes de que cambie de opinión —Su voz es exigente y aterradora, y con eso, sale de la habitación.

Me levanto de la cama en un instante, me pongo el vestido, me froto los ojos y salgo de la habitación a toda prisa, ni siquiera me molesto en ponerme los tacones. Al salir lo encuentro parado afuera de la habitación, impaciente y apoyado en la pared. Su abrigo cuelga de su hombro.

—Buena niña —Me felicita con una media sonrisa en su rostro. Me indica que camine y me obligo a hacerlo. Pero en el momento en que empiezo a caminar, coloca su mano en mi espalda baja y me empuja a su lado. Aunque todavía estoy incómoda, esto es mucho mejor que estar debajo de él en la cama.

Poco después nos detenemos frente a un ascensor, y solo puedo esperar que no esté vacío. Tal vez pueda pedir ayuda. El ascensor se abre en un instante y para mi consternación está vacío. Entramos y él presiona un botón, y siento que el ascensor comienza a subir. Su agarre en mi cintura se aprieta y me encuentro dándole una mirada inquisitiva. Esta vez noto sus características por primera vez. Es alto, bien construido, bastante grande para mi tamaño, aunque no soy bajita, y tiene un par de ojos que pueden hipnotizarte.

Su mandíbula cuadrada y sus delgados labios son tan perfectos que no me sorprendería descubrir que es un modelo de profesión. Después de todo es Los Ángeles. Pero aun así, me estremece ver su rostro, sus ojos llenos de lujuria y escuchar su voz profunda. Él tiene un aura que te dice que corras por tu vida.

Y yo quiero correr. Todo lo que quiero es una oportunidad. No me importa lo guapo que sea. Para mí, él no es más que una pesadilla, una amenaza para mi vida, seguridad y paz. ¿Y ni siquiera sé a dónde voy ahora? Estaba tan metida en mis pensamientos que no me doy cuenta de que lo estoy mirando. Él se ríe y se apoya en mí, pero solo para evitar esta incómoda situación, digo:

— ¿Mi equipaje?

—Créeme, cariño. Esa debería ser la menor de tus preocupaciones en este momento —dice con voz ronca. Y el ascensor se detiene.

¿Qué quiere decir?, me pregunto y encuentro mi garganta seca. Y antes de que me dé un ataque de pánico él me hace un gesto para que saliera.

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