v. Tiburones y un nuevo satín.

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—Si no dejas de temblar, los diplomáticos se pensarán que no tienes idea de lo qué haces. Recta, sonríe y ve a alimentar a los tiburones.

Las palabras de Eadlyn resonaron en sus oídos al mismo tiempo que sentía como la princesa le daba un empujón.

Volteó y vio como le sonreía dándole apoyo.

La envidiaba, mucho. ¿Cómo era posible que se pudiera comportar tan seria pero tan hermosa? Por un momento, la chica de cabellos castaños quiso desaparecer.

Alix sabía que todo estaba en su lugar, no había un detalle que estuviera mal, no, estaba segura de lo que había hecho.

De lo que no era consciente, era de que ya había pasado la hora acordada y su madre todavía no aparecía. Se suponía que al fin y al cabo, ella era quien debía estar a cargo de las conversaciones con los franceses, no ella.

Y por si fuera poco, no tenía idea de cómo todos los seleccionados, Eadlyn y la familia real habían acabado en la recepción con ella.

—¡Mi lady! —al escuchar a Henri, Alix volteó tan rápidamente que temió haberse hecho algún tipo de esguince.

—Gracias al cielo estás aquí —respondió la chica, el finlandés le daba mucha confianza— ¡Te juro que estoy a punto de colapsar entre el mar de croissants y amantes del queso y no sobreviviré!

El repentino cambio de idioma de Alix hizo que el pelirrojo seleccionado finlandés riera un poco, al ver como su recién conocida se paniqueaba empezó a hacer ademanes con sus manos semejantes a la moción de un abanico.

Kaden Schreave sostenía su copa a unos metros detrás de la que hasta ahora, era su mejor amiga. Todavía no encontraba las palabras para disculparse enteramente de lo sucedido el día de la visita del príncipe Taddeo, y, aunque Alix parecía haber absuelto de todo rencor a el príncipe, el sentía la necesidad de disculparse.

La necesidad de buscar algo para demostrar una sola cosa. Que, fuera el aspecto que fuera, el chico rubio siempre iba un paso adelante del príncipe italiano.

Y es que así era siempre, desde que tiene memoria, recuerda como es que en realidad, en ningún momento ha ido al mismo paso que Alix, parecía que en realidad, el iba siempre por delante de la doncella. No importaba cuan grande fuera la distancia, al ojo común, la chica de grandes ojos miel siempre parecía extender la mano, guiarse por el príncipe.

Parecía ir por delante pero la verdad era que, no es que el fuera más rápido, si no que ese era el sublime momento, pues a Kaden Schreave le encantaba aguardar un poco y voltear hacia atrás. Pues cuando la veía, esa mirada tan ambiciosa y brillante yendo tras de él parecía que el cielo se detenía y solo los envolviera a ellos.

Sacudió la cabeza y su cabeza giró un poco. La castaña amante de las flores y postres soltó una risa algo baja, totalmente de acuerdo a las energías de sus invitados, y paseando su vestido color olivo con dobleces en la parte inferior, por todo el salón de recepciones el aroma cálido de una visita bien planeada y algo de ansiedad instantánea se esparcían como el café recién hecho en la mañana.

Tanto que inconscientemente, el chico ignoró casi por completo la cercanía de su hermana mayor con la chica que le había seguido todos los pasos a lo largo de su vida.

—¿Algo que declarar?

—Si majestad, dígale a Kaden que si fui yo quien tomo el último postre de aquella navidad a los siete años, no creo poder confesárselo pues estoy casi segura que mi final esta cerca.

NEVERLAND ✧ KADEN SCHREAVE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora