Glances

723 78 31
                                    


Conforme el mes de Junio avanzaba, los días se hacían más calurosos en el pueblo de Karmaland.

Los héroes y aldeanos hacían lo posible por mantenerse en casa y no exponerse al abrasador sol; todos, a excepción de Luzu.
Luzu tenía muchas tareas al exterior de su casa y no se detenía por el calor.

Auron, desde su casa, lograba ver al mayor yendo de un lado a otro, trayendo una cosa o la otra, cosechando, podando, incluso construyendo.
Lo veía detenerse un segundo y secar el sudor de su frente.
Lo veía resoplar cansado y dirigir miradas breves en su dirección.

Y cuando se daba cuenta, llevaba ya horas observando los movimientos del mayor.

Luzu percibía la atenta mirada de su vecino y no podía evitar sonreír.

Al finalizar sus labores, con los últimos rayos de sol, desaparecía dentro de su casa.
Iba a beber algo y refrescarse antes de dormir, pensaba Auron.

En aquel momento, Auron se ponía en actividad, ordenando su casa un poco, cuidando de sus cultivos y animales; todo lo hacía a esa hora, cuando el calor no era tan fuerte y el sol se ponía en el horizonte.

Y ahora era Luzu el que lo observaba desde su casa, sin que el menor se percatara de ello.

Luzu creía que su vecino era realmente guapo.
Le gustaba ver cómo sus músculos se tensaban bajo la delgada tela de su polera cuando hacía algún trabajo, como sus cabellos empapados de sudor se pegaban a su frente y cómo su mano los apartaba en un rápido movimiento.

Auron pensaba que Luzu era muy atractivo. Pero más allá de su físico, de su pálido rostro enmarcado por los castaños cabellos y aquellos lindos ojos brillantes, le parecía una persona muy segura de sí.

Ambos llevaban tanto tiempo dedicándose miradas; tanto tiempo siendo vecinos.
Y sin embargo, después de aquel primer día en que se saludaron y dijeron sus nombres, no habían vuelto a hablarse.

Auron se sentía inseguro ante la confianza que, le parecía, mantenía Luzu.
Luzu temía aparenta superioridad si mostraba confianza y se acobardaba con ello.

Así, día tras día, entre menos valor sentían para hablarle al contrario, sus miradas se hacían más directas y comenzaban a encontrarse.

La mirada del uno generaba una sonrisa en el otro.
Y esta sonrisa generaba, a su vez, otra sonrisa.



Y así, por medio de miradas se hicieron tan cercanos, cómo si se conocieran de toda la vida.

Por medio de miradas se dijeron todo lo que sus labios no habían pronunciado.

Y por medio de miradas se enamoraron.




ɦσɳεყ - Oneshots LuzuplayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora