Era la primera vez que iba de "campamento" con el Karasuno a Tokio, ya que me estaba formando como la nueva manager, que menos que acudir a un evento como estos y poder aprender de primera mano. Sin duda era una gran oportunidad que cogí al instante.
El nerviosismo puede ser bueno, o terriblemente malo. Por suerte, casi siempre que estoy excitada por algo me siento extrañamente nerviosa. Entonces contrarresta la emoción nerviosa y la sustituye por una especie de adrenalina más suavizada.
Eso si, tenía muchas ganas de ir y conocer a mucha gente.
¿Habrá gente interesante?
¿Chicos guapos?
(...)
Faltaban menos de quince minutos para que pasaran a por mi y ni si quiera tenía la maleta acabada, como siempre, acabo haciéndolo todo a última hora. Divisé en el reloj la hora y aún me faltaban cinco minutos, por lo que solté un pequeño suspiro. Desvié la mirada hacia el espejo y me dediqué una sonrisa.
"Eres jodidamente increíble." Pensé.
Cogí mi maleta y salí de casa.
(...)
El autobús llegó por fin al establecimiento donde nos íbamos a alojar. Kiyoko Shimizu y yo nos bajamos primero. Me estiré con cierta sutileza, me estiré el moño que llevaba puesto soltando mi larga cabellera negra. Shimizu me avisó para coger las maletas y voy junto a ella. Cogimos las maletas y junto al resto del equipo entramos en el centro.
Sentía todas las miradas sobre nosotros y eso me causaba cierta satisfacción. Algunas miradas se posaban el Kiyoko, otras tantas sobre mi, pero lo que más me gustó ver, fue las miradas de prejuicio. El Karasuno ya no es lo que era, y sin duda tenían mucho que mostrar.
Kiyoko se adelantó con el resto del equipo mientras yo me desvié para ir al servicio. Entré y solté un pequeño suspiro. No había dormido casi nada, pero a penas se notaba el cansancio. Me mojé un poco el rostro sin dañar mi delineado. Cogí papel y me sequé la cara con cuidado. Cargué la maleta en mis manos y me dispuse a salir del baño.
Abrí la puerta y cuando salí mi cuerpo recibió un toque, que fue suficientemente fuerte como para tirarme al suelo.
--¡Oikawa!
La maleta calló junto a mi cuerpo ganando la atención de algunos presentes. Alcé la mirada y divisé al causante de mi caída.
--¡Discúlpate con ella, mal educado!
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Fruncí el ceño y me levanté recuperando la compostura rápidamente. Alcé la mirada de nuevo y mantuve una expresión impasible.
--¡Huh! Disculpa. No te había visto. --Comentó el moreno con cierta diversión, aunque pude notar cierto arrepentimiento en sus palabras. --¿Estás bien?