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Tsukishima Kei 

Caminé por la cancha con una seguridad muy propia de mi y me paré ante ellas con una genuina sonrisa. 

--¡Hola! Me llamo Lucy Ito, no he jugado mucho al volley, pero tengo muchas ganas de jugarlo bien y aprender muchas técnicas. 

--¿Cuanto mides? --Preguntó una chica con una coleta alta, de cabellos rubios y ojos marrones. Akane se llamaba si mal no recuerdo. 

--1'53. --Dije con cierto ímpetu. --Pero soy rápida y... 

--Puedes ser nuestra recoge balones y si falta personal... podrías entrenar en su lugar. 

De repente, toda esa seguridad cayó en picado y entonces, me sentí terriblemente avergonzada. Quería rechazarlo, ya solo por la dignidad, pero no podía hacerlo. Entrar en un club siempre fue mi sueño, pero sobretodo el de mi padre. Y si no entro siento que le estoy fallando de alguna manera. Aunque este no sea mi club soñado. En el club de música no quedaban becas y mi padre me alentó a apuntarme al equipo de volley, como lo hacía el en sus tiempos de juventud. 

--Está bien. --Dije más bien como un impulso. 

Me giré hacia las chicas que estaban practicando y me acerqué a ellas recogiendo mi cabello en un moño alto. 

Me puse por la zona trasera y empecé a cumplir con mi tarea, recoger balones. 

Lo que yo no sabía, era que en esos momentos, Tsukishima Kei, me estaba observando con cierta indiferencia y gracia. Y cuando me quise dar cuenta y le miré, una pelota impactó en todo mi rostro haciendo que cayera al suelo. 

--¡Perdón Lucy-Chan! No te había visto. 

--Normal. --Comentó el rubio. 

Me levanté del suelo ignorando todas las miradas, sobretodo las del rubio. Sabía quien era ya que iba a mi clase. Tsukishima Kei, un chico serio, inteligente, meticuloso y... raro. No contentos con ir a la misma clase, el gimnasio donde entrena el grupo femenino lleva en obras ya un mes y va para largo, por lo que entrenan siempre aquí.  O eso me ha contado Mei, la chica que me ayudó a meterme en este club. 

Las pelotas iban una detrás de otra, la mayoría de ellas eran demasiado altas para mi y no podía cogerlas al vuelo. Alguna de mis compañeras se quejó sobre mi lentitud ya que se me acumulaban los balones. 

Odiaba mi altura en todos los sentidos. 

--¡Está bien por hoy chicas! Buen trabajo. Lucy, ¿puedes recoger esto por nosotras? Queremos darnos una ducha, pero si nos ponemos a recoger esto no nos dará tiempo. 

--Claro, no te preocupes. 

--Gracias Lucy-Chan. Hasta mañana. Toma las llaves, cuando acabes cierra el gimnasio, asegúrate de que Hinata y Kageyama no se quedan hasta las tantas entrenando, si no el profesor nos echará una bronca. 

--¿Quienes? --Pregunté alzando una ceja. 

--El pelinaranja hiperactivo y el ojiazul con cara de mala leche. 

Tragué saliva y asentí con mi cabeza. Me tendió las llaves y yo las cogí con con cierta decepción. Aquellas chicas solo sabían dar órdenes, aunque no iba a enfadarme por ello, ya que yo tampoco les de dicho nada de vuelta, ni una queja, nada. 

Como le diga a mi padre que estoy de recoge balones, no se lo que me podrá decir, pero no quiero averiguarlo. 

Cuando las chicas se marcharon me quedé a solas en la cancha, los del equipo masculino aún permanecían ahí, entrenando duro y por un segundo, me dieron mucha envidia. Yo no he querido jugar al volley, siempre me ha gustado el canto. En España cantaba todos los días, incluso asistía a competiciones, y alguna que otra la ganaba o quedaba finalista. 

Haikyuu One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora