Aceptar una condena lleva tiempo.
Las estrellas brillan en el cielo y Valentina quiere creer que alumbran cada paso que da por las calles iluminadas. Les sonríe, guiñan sus ojos invisibles dándole ánimos como lo han hecho toda su vida y por un segundo le gustaría ser como ellas; que siguen brillando a pesar de estar muertas hace muchisimo tiempo. Todo sería más sencillo.
—No quiero sonar como un post motivacional de internet, pero todo estará bien —dice Juliana, acariciandole su mano con su pulgar. La piel es tibia—. Aún hay que hacer más exámenes.
Es lo horrible de una condena, piensa Valentina mientras le sonríe, afecta a todo el entorno. Ella es la principal afectada pero se extiende como una cadena cruel a toda su familia. No es la única. ¡Cuánto le gustaría serlo! Cuánto agradece tener a Juliana y los demás a su lado, sin dejarle ir.
Los labios entreabiertos, las palabras atoradas en su garganta.
¿Qué le puede decir a esa chica que no sepa ya? Qué sentido tiene reiterar lo que el médico les dijo en la mañana? Nada va a cambiar el miedo y la fuerza de las palabras del médico; el alzheimer no se detendrá porque diga algo.
Juliana la observa, esperando.
—Quiero ir a la cafeteria —dijo Valentina, nada relacionado con el caos que tiene dentro. Le tiembla el labio. Inspira hondo—. Quiero tomar algo.
Sabe que no es lo que Juliana esperaba oir y que lo deja pasar porque quiere darle el gusto. Está tan perdida como Valentina en ese momento, navegando por su propio universo que comienza a explotar de a poco, como una enana blanca enfriándose; le sonríe de todas formas, desvían su camino hasta el centro en silencio, sin soltar sus manos.
La cafeteria es grande, cálida y cómoda. En tonos azules y blancos; Juliana pide por las dos mientras Valentina se sienta y cuelga la compra en la silla.
Espera mirando a las estrellas bailar en el cielo ya teñido de oscuridad; intentando no pensar en nada pero es dificil, cuesta acallar el miedo cuando es lo único que puede sentir.
La condena pesa como un meteorito en su corazón, caliente y mortal; es tan joven... un caso entre miles, la rueda de la fortuna de las estadísticas.
—¿Recuerdas la primera vez que nos vimos? —pregunta Valentina, el café caliente sin crema como le gusta es un pequeño respiro de paz. Juliana la observa a través del vapor.
—Fue muy tonto —rie—. ¿Cuánto tiempo nos estuvimos mirando antes de eso? ¿Dos semanas? Sino me hubiera acercado, seguiríamos robándonos vistazos como colegialas enamoradas. Me acuerdo que estabas trabajando en una guía, miré tus cálculos y te dije que si me invitabas a un café.
—Y después te presentaste —respondió la ojiazul, el alma tibia, los recuerdos bailando frente a ambas ante cada descripción—. ¿Te acuerdas de lo que dije?
Pudo ver la sonrisa en sus ojos oscuros. Sonrió también, esas fueron buenas épocas en varios sentidos. Ambas, a pesar de todo, fueron universitarias con suerte y sin mayores problemas. Ignoró el sentimiento pegado a esa sonrisa, se congela por segundos el alma en su tristeza.
—"Prometo nunca olvidar tu nombre, Juliana" —dice imitando tu tono de voz sin éxito—, como pelicula cliché te sonreí y conversamos sobre nuestras carreras después de eso. Creo recordar. ¿No fue allí cuando usaste tu encanto con piropos horribles?
—Creo que fue en la primera cita oficial —respondió, otro sorbo de café—; y no era horrible, en ese entonces y ahora, tus ojos parecían dos nebulosas. Tu cabello liso y oscuro siempre fue el universo de mi perdición.
Tuvo la repentina necesidad de acariciarla, ya no lleva el cabello tan largo como en la universidad pero sigue igual de sedoso y suave.
Juliana tiene presa su mano entre la suya; más tarde, quizá.
—Alguna vez deberíamos volver a esa cafetería, por los recuerdos, Val —dice Juliana tras un suave silencio. Aún sonrie, cada vez más suave pero sigue allí. Acaricia su mano con el pulgar—; podríamos ir antes de navidad.
Valentina asiente, sería bonito tras todas las malas noticias del último tiempo. Le gusta la idea. Relame sus labios, intentando por un segundo no perder esa pequeña conexión que se ha formado con el pasado y soltar las palabras que quiere decir desde hace mucho; pero teme hacerlo, la fuerza de las palabras en voz alta es demasiado para ella.
Inspira. Mira a las estrellas buscando valor por un segundo.
Juliana está alli, piensa. Conmigo.
Juntas pueden sujetar las palabras y sostenerse:
—Tengo miedo.
—Yo también —dice ella, de inmediato, sin soltar su mano. En sus ojos puede ver la emoción brillar oscura, dolorosa como el palpitar de su corazón—. Pero nos tenemos la una a la otra. Esto no va a cambiar nada. Nuestro amor es más fuerte.
Valentina sonrió, conteniendo las ganas de llorar.
Valentina, estás condenada, piensa la ojiazul horas después. El alma fría de miedo que pareció desatarse al decirlo en voz alta. Lo siente más real y vivo, una enana blanca que comienza a morir y a oscurecer.
Está enferma. Los resultados médicos que tanto intentó evadir son el principio de una condena que la ata a una cuenta regresiva.
Alzheimer.
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-ˏˋ Otoño se desmorona ˊˎ- Lesbian
Romance(Completa) Valentina tiene que librar una lucha contra el Alzheimer, Juliana no la dejará sola en la batalla. 𝓙𝓾𝓵𝓲𝓪𝓷𝓽𝓲𝓷𝓪 𝓪𝓭𝓪𝓹𝓽𝓪𝓬𝓲𝓸𝓷 𝓒𝓻𝓮𝓭𝓲𝓽𝓸𝓼 𝓪 𝓵𝓪 𝓪𝓾𝓽𝓸𝓻𝓪 𝓸𝓻𝓲𝓰𝓲𝓷𝓪𝓵