Capítulo 8

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Es dificil explicar, poner en palabras para el universo, el sentimiento al despertar algunos días vacia, desorientada y sin saber su lugar de pertenencia.

Cuesta, cada día más, cada año más, ver fotografias irreconocibles con la desesperación de saber qué son suyas.

Duele ver, en la pizarra de chinches que trasladó a su habitación, palabras escritas por ella y por Juliana y no reconocer nada allí.

Acaricia con el pulgar el marco de la fotografía algo desgastada ya en sus bordes por repetir de forma mecánica una y otra vez el movimiento. ¿Cuándo fue? ¿Seguro sómos nosotras? Piensa, esperando que el trozo de papel le dé la respuesta.

 ¿Cuándo fue? ¿Seguro sómos nosotras? Piensa, esperando que el trozo de papel le dé la respuesta

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Es como si su vida se hubiera estancado y un espacio la separara de los demás.

Arde en el pecho, duele como esos preciados momentos desconocidos se escurren entre sus dedos, sin importar si Juliana se los cuenta, o no.

Cuánto daría por regresar años atrás, donde todo estaba bien.

Los días terribles se alinean con el tiempo. Los años más complejos, espesos. A veces se sienten como una sombra. Le cuesta poner en palabras adecuadas todo a su médico aquel día.

—Se siente como caminar en neblina —explica, el ceño fruncido. La breve duda si dijo o no algo así en el pasado—. Mi vida no me pertenece.

—Hay muchas cosas dificiles a estas alturas, Valentina —dice el doctor, busca algunos datos en su expediente médico y anota otros en una hoja nueva—. Pero los controles de los últimos meses han sido positivos. Dentro de todo estás sana. Y eso es muy bueno y me alegra —Otra anotación en las hojas y una sonrisa benevolente; no está segura si le agrada o no—. ¿Sigues siendo capaz de leer?

—Algo así.

Ya no puede leer cosas complejas. Ni siquiera los articulos y libros que escribió durante su carrera, o la última investigación que logró acabar con ayuda externa. Ahora todo yace guardado en cajas o estantes; todo lo que está a su alcance son cuentos infantiles o artículos del diario, lectura fácil de comprender la mayoría del tiempo porque a veces Juliana o sus hermanos son los que tienen que leerlos por ella.

—Me gusta que me lean —Añade con una sonrisa suave, cruzando las piernas en la incómoda silla de la consulta—; casi siempre son cuentos para dormir. Juls tiene una bonita voz de lectura.

La susodicha tose detrás de ella, hasta donde sabe la pelinegra siempre la acompaña en las consultas médicas y el médico que le atiende le responde que eso es bueno, si le gusta que le lean y aún puede leer algunas cosas, debe seguir haciéndolo lo más posible.

En silencio se pregunta que sucederá cuándo no sea capaz de juntar las letras y las palabras.

Odia lo frágil de su humanidad.

    -ˏˋ Otoño se desmorona ˊˎ- LesbianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora