Capítulo 6

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El universo no tarda en comenzar a morir.

Un mes después de la charla con la directora, en la plácida y tibia primavera de abril Valentina despertó, la fotografia de su boda estaba en el velador, Juliana afirma su antebrazo y sonríe, su vestido blanco, se ve tan hermosa, pensó. Y Valentina, varios años más joven, también está reluciente a su lado.

¿Qué pasó ese día? Se preguntó, frunció el ceño intentando recordar, ¿Por qué estaban tan felices?

—Juls, Juls, Juls, despierta. Despierta. ¡Juls, despierta!

Oh no, oh no, oh no. El olvido. ¡El olvido! Movió su hombro con fuerza, gritando en la desesperación de no recordar, ¡Despierta Juls. Despierta!

—¡No puedo recordarlo! —Dijo desesperada; le tiemblan los labios. El pecho le arde, punza mientras arrastra las palabras fuera de su garganta. Miró algún punto sobre sus hombros, porque no fue capaz de verle a la cara—. No, no puedo recordar el día de nuestra boda.

Decirlo, fue como hacer verídica la falta de memoria, otra cruel aceptación de lo que ha intentado asumir durante ese año: está enferma. Sintió un dolor caliente subir por su pecho, dispersarse y adentrarse como espinas sangrantes en sus pulmones y su espiritu. Le duele. Mucho.

Huvo un silencio eterno. Juliana deslizó su mano sobre su brazo en una caricia suave, tocandole el rostro, sus dedos lamiendo los rastros de sus lágrimas. Valentina ahogó un sollozo cuando la besó. Le duele.

Luego, ella habló con suavidad:

—Te levantaste a las cinco de la mañana ese día. Nuestra boda era a las seis de la tarde, pero querías disfrutar el día al máximo. Me llamaste, me diste los buenos días y vimos el amanecer a través de una video-llamada. Fue muy pixelado, pero adorable.

—Yo no...

—Luego nos preparamos. Fue un día muy ajetreado —continúa ella acariciandole el cabelllo—; me puse el vestido que tanto te gustó y te veías increíble. Tus hermanos lloraron en la iglesia y unos amigos adornaron todos los asientoss con banderas del orgullo. Aún tenemos una de ellas colgada, esa que le pusiste el post-it.

Hay un silencio desesperanzado de parte de Valentina, todo suena tan maravilloso y ella está allí completamente frustrada, forzando a su memoria recrear las escenas de las que habla la pelinegra.

No puede, Solo hay espacios blancos y cuando con suavidad amorosa y quebrante, Juliana menciona la lectura de votos siente que se va a morir de la angustia. No hay nada en sus recuerdos.

—¿Recuerdas lo que me dijiste ese día? —pregunta, acariciando con el pulgar el dorso de su mano. Su mirada desenfocada en el pasado mientras niega con la cabeza. Juliana esboza una sonrisa triste—. Usaste la frase que me dijiste cuando nos conocimos, que "Mis ojos eran una nebulosa" y luego añadiste que prometías explorar la vida conmigo y conquistar todas las estrellas del espacio en mi nombre. Me amabas como yo amaba escribir cuentos infantiles y que estaríamos juntas hasta que el universo dejara de expandirse. Me tomó tiempo entender que querías decir juntas para siempree.

—Oh, Juls, yo... Yo no puedo...

—Tranquila. El médico dijo que esto iba a suceder. Días buenos y días terribles. No te angusties. Estaremos bien; recordarás estas cosas, sino, yo estaré aquí para recordarlas por ti.

Juliana le besó en la frente antes de levantarse a hacer desayuno.

"Té. Sin azúcar. Una cucharada de leche para Juliana", pensó amargamente.

"Bésala después, eso
la hace feliz", se recuerda.

No lo hizo.

Se le olvidó.

Es el quinto post-it que arrugó y acumuló al lado del escritorio. La situación de días anteriores aún es un recuerdo doloroso, se ha tornado en pesadillas en medio de la madrugada. Es difícil de aceptarlo del todo, pero con todo el tiempo pensado y los días de vacaciones que se obligó a tomar, decidió retomar lo que inició en la primera visita médica: los post-it como forma de recordar.

Cuesta más de lo que recordaba. ¿Qué escribir para mirar a diario? ¿Cómo separar memorias importantes de las que no? Decisiones, decisiones, decisiones; todas complicadas. Tal vez demasiado.

Se levantó, la silla arrastra sobre el piso de madera de su despacho. Decidió trabajar allí ese día para dejar recuerdos importantes ahí. Algunos que desea mantener para siempre, cuando ya ni siquiera sea capaz de investigar.

Escribe, una idea repentina.

Observa, piensa; decide que le gusta y lo pone en la pizarra de corcho especial que compró para ello. Repitió el mismo procedimiento varias veces, hasta quedar conforme. Amontonó todas las ideas fallidas y las botó en el papelero, luego, contempló su obra, sonriendo.

Lee cada uno en voz alta.

"Jugo de durazno, es tu favorito, el de Juls es de naranja y el de sandia".

"Café negro, sin azúcar, PARA TI".

"Dos hermanos, padres muertos, ¿Cómo se llamaban?, ¡Recordar!"

"NO tomes alcohol".

"NO OLVIDES A JULS
NO OLVIDES A JULS
NO OLVIDES A JULS".

    -ˏˋ Otoño se desmorona ˊˎ- LesbianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora