CAPÍTULO 29

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—¿Cómo estás? —preguntó Nidia entrando en mi habitación cuando mi alarma sonó.

—Perfecta —de un salto me incorporé y empecé a vestirme.

—Lynn, no me mientas —se sentó en mi cama mientras yo me vestía con mi uniforme— ayer volviste a ver a Seth y discutiste con él. Llegaste con la cara empapada en lágrimas y, ¿me vas a decir que estás perfecta?

—Nidia —suspiré mirándola— ¿qué quieres que te diga? ¿que me duele el corazón y que solo pienso en él? Sí, obviamente sí. Pero en menos de una hora me voy a Afganistán y tengo que ir concentrada.

—Está bien —asintió— te quiero, ten cuidado —me abrazó y le devolví el abrazo con fuerza— cuando vuelvas tendremos un día de mejores amigas, iremos a comer a tu restaurante favorito, veremos tu película favorita y comeremos helado.

—Ray se va a enfadar como no lo incluyamos —bromeé.

—Que le den —se rió contagiándome.

Oí unos golpes en la puerta y me giré para ver a Jandiara entrar en mi habitación.

—¿Nos vamos? —asentí— tengo entrenamiento con Jones y ya sabes que odia que lleguemos tarde.

—¿Kiefer? Pero si viene con nosotros a la misión —repliqué mientras salíamos de casa.

—¿No te has enterado? —fruncí el ceño confundida— Duncan va a ir con vosotros, le ha cambiado el puesto a Jones —dijo lentamente. Suspiré sin saber qué emoción sentía exactamente ahora en mi cuerpo.

Llegamos al cuartel rápido. Allí me despedí de Jandiara con un abrazo y de Ray, a quien nos habíamos encontrado nada más llegar. A lo lejos visualicé a Brent y llegué hasta él al trote.

—Hola —saludé sonriendo aunque parecía más una mueca.

—¿Ya te has enterado verdad? —preguntó sonriendo compasivo.

—No hablemos del tema por favor —supliqué.

—Claro —asintió cambiando de tema.

Tras unos minutos de espera a los demás y de conversación, oímos un carraspeo y todos hicimos silencio. Evité su mirada mientras hablaba.

—Soldados iréis con Brown —señaló al teniente de su lado— el equipo médico vendrá conmigo. Vamos —ordenó.

Perfecto.

Acompañada de Brent llegamos al helicóptero en el que viajaremos. El piloto saludó con un apretón a Seth mientras nosotros nos introducimos en el vehículo. El vuelo se hizo bastante pesado, más de ocho horas incómodas en ese cacharro. Y además intentando evadir las miradas de Seth. Llegamos a eso de las siete de la tarde a las afueras de Peshawar donde montamos el campamento.

—Lynn, ¿puedo hablar contigo? —escuché la voz de Seth cuando estaba fuera de la tienda.

—No creo que haya nada de lo que hablar —suspiré. Le oí refunfuñar y le miré de reojo.

Seth sacó de su bolsillo una caja de tabaco. Fruncí el ceño.

—¿Fumas? —le pregunté desorientada. En ningún momento le había visto hacerlo desde que nos conocemos.

—Solía hacerlo —encendió el cigarro e inhalo— luego lo dejé —exhaló el humo— y he vuelto.

—No deberías hacerlo —susurré. Se sentó a mi lado en la hierba riendo— ¿qué?

—Me gusta que te preocupes por mí —murmuró y mirando el cigarro lo tiró para después pisarlo con el pie. Lo recogió para no contaminar y se lo metió en el bolsillo de nuevo.

AMOR Y PÓLVORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora