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Alzó su mano.

—Adiós, Josette—dijo divertida. La mujer rodó los ojos y tocó la bocina.

Se acercó a la tienda de autoservicio, caminó directamente al teléfono al visualizarlo. Marcó el número de sus padres, buzón.

—Hola, mamá y papá estoy en Oklahoma, la conductora era genial. Le comenté sobre su negocio de tabaco vegano, dijo que le echaría un hoja a su página al gustarle un cigarrillo que le regalé—suspiró, jugó con el cable ondulado—. Bueno, los quiero, volveré a llamarlos—se despidió.

Se acercó a un refrigerador y tomó dos gatorade sin importarle los sabores, luego se dio vuelta y se aproximó a unos estantes, agarró unos sándwiches vegetarianos, si podía evitaba la carne.
Siguió mirando a su alrededor, no tomaría nada más, se acercó a la tabaquería.

—Hola, ¿algo más?—preguntó alegremente el muchacho.

—Unos M&M's y nada más—respondió mientras buscaba su billetera.

—Serían unos 14 dólares con 50 centavos.

Quinn le entregó el dinero, le sonrió.

—¿El baño?—preguntó.

—Por ese pasillo—respondió amablemente.

Se dirigió a donde se le fue indicado, se metió a un cubículo e hizo lo que debía hacer, se agachó y metió su bolsa de compras dentro del bolso, se levantó y lavó sus manos, agarró su bolso se lo colocó en su espalda.

Salió y se volvió a dirigir al muchacho de tabaquería.

—Disculpa—el chico asintió dándole a entender que le prestaba atención—, ¿me dirías la hora? Por favor.

—18:40 pm—respondió.

—Gracias—murmuró.

La pelinegra salió de local, no podía creer la hora y que no anduviera ni un alma. Suspiró y se acercó a la carretera.

Se giró al oír la puerta, se aproximó al cajero.

—Eh, ¿sabes cuanto es de aquí a una cafetería? Perdón que te moleste.

Rápidamente negó.

—¿Sabes? Mi turno acabó, tengo auto podría llevarte y tengo hambre. Sólo si tú quieres—dijo el muchacho, Quinn hizo una mueca no muy convencida.

—No lo sé.

—Mi auto es ese de allí—señaló un Volkswagen escarabajo negro. La chico se mordió el labio inferior.

—¿Cómo se yo que no eres secuestrador de mujeres?—preguntó mirándolo de pies a cabeza.

El chico soltó una carcajada mientras se acercó a su auto, abrió la puerta del piloto y se apoyó en ella para mirar a la menor.

—Tendrás que averiguarlo—respondió. Sonrió al ver que chica se subía al auto, pero en la parte trasera—. Por cierto, en la cafetería sirven una comida fantástica, mi madre cocina ahí—mencionó, Quinn sonrió divertida—. Oh, mi nombre es Ben. Ben Goldman.

—Quinn—murmuró.

—¿Y que edad tienes?—preguntó mirándola por el retrovisor.

—Dieciocho—mintió—. ¿Cuántos años tienes tú, Ben Goldman.

—Veintitrés—respondió. La chica asintió.

Sólo bastaron cinco minutos para llegar, Gallagher bajó con su bolso al hombro, entró al local y sentó en uno de los asiento de la barra, el chico Goldman la imitó.

𝘼𝙐𝙏𝙊𝙎𝙏𝙊𝙋, outer banksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora