Román vaciló. La parte donde se confrontan que tanto había tratado de evitar estaba sucediendo. El aire movió sus cabellos y fue como una cachetada a la realidad que lo tenía frente a frente con su asesina Kohai. Sus rizos reclamaban justicia. La circunstancia que su inconsciente había provocado, también.
El agujero y los escombros que los rodeaba se lo recordaba. Se debían explicaciones, disculpas, romper miedos; abrirse cambios. Volver a confiar.
Y para eso alguien debía dar el primer paso...
No quitó la mirada sobre ella. Paola estaba muda, temblorosa. Se notaba confundida, quizás temerosa. Ella no avanzaría.
Tragó. «Yo soy el venerable Sempai, el maduro y responsable... la persona que debía enseñar con el ejemplo...»
Pero era más fácil pensarlo que hacerlo.
Bajó la cabeza.
No había vuelta atrás.
Hernando no esperó a que alguno actuara o siquiera se animara a tomar la palabra, y en cuanto constató que el Elegido no atormentaría más a su hermano, corrió a auxiliarlo.
Cuando pasó a su lado, rodeo a Román, por si acaso. Esa repentina acción casi provoca que se caiga, debido a que los pedazos del muro que había estallado su Kohai estaban esparcidos por todas partes como trampas. El sólo hecho de verlo lidiar con ello y tambalear tontamente sobre un peldaño en falso hubiera bastado, por lo menos, para sacarle una sonrisa a Román.Sin embargo su mirada y atención estaba puesto en Paola.
Inspiró hondo sabiendo lo que debía hacer...
Con una maldición entre dientes, avanzó a ella.
En sus pasos se notaba la tensión, su realidad era un contraste sobre sus pensamientos. Una parte de él sabía que debía asumir su culpa y ofrecer disculpas; otra, que debía reclamar, que después de lo ocurrido merecía abrir alguna clase de demanda y quizás exigir alguna clase de indemnización de por vida por los daños irreparables ocurridos, sobre un bien al que le había dedicado sus mejores años, sus mejores cuidados y que, por cierto, le había costado tanto preservar.
¿Alguien sabía lo difícil que era mantener una pelea con la cabellera larga? Si no, debían preguntárselo al ComeDonas cuyo corte había servido para demostrado gráficamente los peligros de mantener una considerable melena.
«No por nada los hechiceros y alguno de los mejores monjes peleadores habían optado por un corte más pequeño, casi al ras».
Aunque lo cierto era que sabía que nada devolvería lo perdido y que no había nada más difícil para él que pretender querer herir a una persona que consideraba tan frágil y que, desafortunadamente, él tanto quería, no podía fingir ignorancia.
No podía.
Mientras avanzaba, descalzo, sobre la arena hirviendo, debido a que había perdido sus sandalias en algún momento de su locura, se preguntaba, insistente, «¿Es acaso mi cabello más valioso que el vínculo que existe entre mi Kohai y yo?».
En otro momento ,y circunstancia, sabía que la respuesta hubiera sido única, cerrada y absoluta. Que sería un «NO» contundente e irrevocable.
Sin embargo, en ese momento, y en esas especiales circunstancias, donde tenía demasiado presente el peligro que corría con aquellos sujetos, el evidente deterioro de su cuerpo, la pelea entre el Román del pasado y el que ahora pretendía ser, aunado a: la incertidumbre de qué era lo que había ocurrido tras el tiempo que había estado inconsciente después de la pelea con el monstruo de Lovecraft, de la cual se había originado aquel complot y la alianza traidora que parecía haber formado su Kohai con ellos SIN su previo consentimiento; y, lo que le parecía más importante, hiriente y grave: el daño que está última había provocado a su hermosa cabellera dorada. El cual, evidentemente, esperaba seguir manteniendo en total y descarado secreto.¿Debía acaso contar eso ultimo también como traición?
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¿Qué culpa tiene Tangadia?
Misterio / SuspensoUn hombre, una tanga y un caos cósmico catastrófico!!