-Déjala fuera de todo esta basura -le repuso Roman.
El viejo pareció sopesarlo un poco, pero con un suspiró soltó la respuesta.
—Lo lamento. No puedo prometerte eso.
—Entonces no hay trato -resolvió Roman.
Le valía las consecuencias. De ninguna forma dejaría que su Kohai se involucrara en el peligro, si lo que el viejo quería era verla muerta se encargaría de matarlo a él antes.
«Antes de que me mate a mi. O que su hermano nos encuentre y nos mate a ambos». Porque, sí. Tenía que ser sincero, en aquellas condiciones miraba muy difícil poder detener al viejo ese y pretender salir vivo de ello.
No era lo que hubiese querido, pero se estaba quedando sin opciones. Si peleaba con el VivoMuerto, por ejemplo, por lo menos se encargaría de mandar muy lejos a su Kohai antes de iniciar todo. Asumiría cualquier costo. Cualquier poder. Cualquier cosa para alejar a su Kohai de esos sujetos.
—No voy a permitir que le toques un sólo cabello desgreñado —le advirtió.
—Espera —le dijo Lovecraft, seguidamente colocó sus brazos en la espalda, bajó la cabeza y suspiró.
«Acá se arrepiente y dice que sí, no puede luchar contra el elegido, no en estas condiciones tan... injustamente deplorables. Sería deshonroso».
—No puedo prometer que ella estará a salvo. Tampoco puedo prometer que tú o los míos lo vayan a estar. Yo no mando sobre el destino, querido; soy parte de él. Lo que acontezca o no, está fuera de mis límites. Le pertenece a la leyenda. Y por lo visto, la Leyenda ya ha cogido sus cartas. No hay poder que se las quite. A éstas no les queda más que hacer un buen juego... -Y como si no hubiera quedado claro ya, añadió-: Deben jugar.
«Deben.» repitió Román y su garganta casi externa un gruñido.
Cómo odiaba esa palabra...
Lovecraft levantó el rostro, estiró el cuello para conseguir un mejor contacto visual y a continuación le dijo:
—Si de algo sirven mis palabras para que tú puedas tomar una decisión, te diré que justo ahora nos acechan los mismos enemigos. Podrías dejar ir a tu aprendiz, ninguno de nosotros te lo impediría. De la misma forma como no lo impedimos antes. Pero dondequiera que ella vaya la seguirá el mismo peligro... Yo no te obligo a que ella esté acá, por el contrario, siéntete libre de elegir dónde y con quién prefieres que ella afronte el destino. -quiso dejar que sus palabras hicieran su trabajo, se mantuvo en silencio unos segundos y despues retomó la palabra-: Dime una cosa, querido. ¿Eres hábil con las cartas?
Román se tomó el tiempo para responder.
«Por supuesto».Pero solo se limitó a asentir.
Para el viejo Lovecraft fue suficiente.
-Entonces -prosiguio-, he de recordarte, por experiencia, tuya y mía, que la primera carta en ser extraída difícilmente regresa a la mano que la soltó.
Roman castañeó los dientes. Con la barba revuelta, dispareja y desaliñada podria muy bien pasar por un animal rabioso. No le importaba mostrar su descontento. En realidad, pretendia que fuera muy evidente. Si ya de por sí destestaba al hombrecito, más lo detestaba ahora que tenia "la razón".
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¿Qué culpa tiene Tangadia?
Misteri / ThrillerUn hombre, una tanga y un caos cósmico catastrófico!!