26. Sed de Venganza

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El estallido de un rayo dio aviso de su llegada. Se dio desde lo más alto del cielo y decendió como un halcón en plena picada. La capa oscura que cubría su cuerpo pululó a su espalda. La ira que cubría sus contornos de morado se manifestó chispeante, eléctrico e inestable mientras el brujo se posicionaba frente a la superficie aparentemente plana de lo que era la parte media de una montaña. Como el acceso de lo que, por cierto, por varios años había llamado hogar no correspondía a su urgencia, Lovecraft decidió explotarla. Toneladas de piedra maciza se exparcieron en el aire, dispuestas a ceder en contra de la gravedad.
Lovecraft no esperó a contemplarlas y al instante del estallido se adentró por el umbral. Quien viera desde lejos y por fuera, vería la silueta oscura de un hombre atravesando y desapareciendo através de una especie de portal dispuesto en el aire, a más de 3000 metros sobre el nivel del mar y, seguido a ello, una avalancha de rocas, grandes y pequeñas, que en un par de minutos quedarían enterradas en lo más profundo de las aguas. Y fueron estas mismas las que cubrieron la totalidad junto al cielo claro y despejado.
Y es que, si algo había estudiado bien, el viejo brujo, era la ubicación. Después de de un exhaustivo análisis del planeta azul, había encontrado el lugar perfecto, aquel donde ningún arcoico artilugio humano sería capaz de ver, encontrar, tocar y/o menos, acceder. Pues, no sólo la elevación que daba entrada a su residencia estaba en medio de dos océanos, sino que, toda la extensión rocosa se encontraba protegida por un embrujo propio que hacía de telón, reflejando la luz y ocultando la materia a los ojos humanos. Y, como si eso tampoco llegara a ser suficiente, estaban aquellas réplicas de agujeros negros, cuyos diseños le habían llevado años elaborar, y que, a cualquier toque, de material, humana o no humana, cumplían la función de trasladar y desaparecer.
Porque, para un hombre sabio y experto, como él, tomar medidas de precaución suficientes nunca estaba de más.
Sin embargo, recordaba con mucha ira que ese día, ese justo día, mantener funcionando el manto de su privacidad le había costado caro. Pues, no era desconocido para ningún brujo que cada alteración y control de la energía y la materia, tenía precio. Y se pagaba con poder. Con SU poder. Un poder que, si no lo hubiese estado necesitando, hubiera podido emplearlo para hacer frente a Tirano. El repugnante y miserable Dios Todopoderoso que se había burlado de él, lo había engañándolo y después traicionado.
Estalló otro par de accesos. Quiso, incluso, dejar de controlar su ira y mandar a destruir todo ese lugar.
No. No sólo ese lugar. ¡Todo el planeta!
Ese maldito planeta que, por alguna razón, ese abominable Dios tanto protegía.
Lovecraft entró a su sala de estudio con un manotazo fuerte, tan fuerte que atravesó el metal reforzado de la cortina que debía abrirse con ayuda de un interruptor de tres claves. Y consiguió enfurecerse más cuando tuvo que lidiar unos valiosos segundos para desprender el trozo metálico de las cavidades rocosas y extraer la mano aprisionada.
Se acercó bruscamente a su escritorio con la idea de explotar el inservible lugar en mil pedazos.
Se arrebató la capa y la lanzó a la pared abarrotada de montañas de libros en completo desorden con la idea de mudar de planeta y acabar con ese en venganza contra el Dios Todopoderoso.
Pero cuando estuvo a dos saltos de su silla, prefirió lanzarse a ella y externar un largo grito de frustración e ira contenida.
No podía destruir ese lugar.
No podía destruir aún ese planeta.
No podía. No podía porque los necesitaba.
Porque se había quedado sin fuerzas, sin poder y sin energías. Y debía planear una mejor venganza. Una muerte. Tres, si lo necesitaba.
Y Tirano se arrepentiría.
Y Tirano aprendería a nunca serle traidor.
Desaparecería.
Lo exterminaría.
¿No le creía?
¡Qué observara nada más!
Nadie jugaba con el único y verdadero Lovecraft.
Nadie pasaba por encima de él y esperaba salir con vida después.
Nadie.
¿Escuchaban bien?
NADIE.
Nunca.
Ni siquiera Dios.
Ni siquiera ese maldito...
E ignominioso....
Dios.

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⏰ Última actualización: Aug 26, 2020 ⏰

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