capítulo -17

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Aunque estemos a miles de kilómetros, no habrá distancia real entre nuestros corazones.

La suave brisa de la tarde golpea las mejillas rosadas del omega quien camina gustoso explorando felizmente el gran bosque, su pasos lentos y firmes tratan de recordar bien el lugar. Grandes árboles de Cortés cubren el extenso terreno, sus pensamientos divagando en lo bonito que sería observarlos en verano cuando cientos de ramilletes de flores amarillas cubren los árboles.

Tantas horas entre las enormes paredes color marfil le aburría, por eso decidió explorar la tenaz belleza tras la casa. Sus hermosos orbes cafés se notaban más brillantes escuchando el dulce cantar de las aves. Siempre deseo vivir en una pequeña cabaña en el bosque, sobreviviendo de las plantas y trabajando arduamente junto a quien sería su alfa.

Detuvo su caminar observando una pequeña mata de dalia siendo doblada por una gran rama. Camino rápidamente hacia ella y trató de quitarla de encima de la flor. Sus esfuerzos solo atinaban a mover la pesada rama. Se volteó.

-- Puedes ayudarme -- pidió. Se reprochaba no tener la suficiente fuerza para hacer las cosas por el mismo, tener que pedir ayuda le molestaba poquito.

-- Por supuesto -- la alfa camino rápido y de un tirón retiro la rama que impedía el desarrollo de la dulce flor.

Joaquín bajo su mano y quito las hojas que rodean la flor, el suelo se encuentra totalmente seco, la rama contaba con un gran hueco que impedía que cayera agua a la planta.

-- podrías traerme una hoja verde, de preferencia grande por favor -- sonrió el menor.

La mujer se dio la vuelta y buscó la hoja más apropiada. Cuando la encontró la extendió hacia el omega quien mantenía sus rodillas en el suelo y sus manos rascando los bordes simulando pequeñas palas para poder sacar la planta.

-- ¿Para qué servirá la hoja?, ¡puedes llevar la planta en la mano! -- afirmo la mujer frunciendo ligeramente su ceño.

Joaquín río bajito y miro fijamente a los ojos verdes de la alfa, su color alusivo a la naturaleza le transmite paz al omega recordándole los hipnotizantes ojos color zafiro de su padre. La mirada confusa de la mujer le demostraba que no sabía nada acerca de la flora.

-- Es por nuestro calor corporal y estado de ánimo, las plantas pueden sentirlo -- explicó -- cuando tocamos una plantita sea cuál sea, debemos hacerlo con cuidado y amor-- frunció el ceño-- aunque viví rodeado entre plantas ya se acostumbraron a mi--

La mujer asintió y se quedó en silencio procesando la información, esto era algo nuevo para ella, ver al menor como realiza su tarea le despierta curiosidad y muchas ganas de aprender. ¿Será? para ser honestos ella solo quería compartir tiempo de calidad con Joaquín desde su regreso de Milán el omega a estado un poco sensible debido a la marca.

Con solo dos semanas de estar en su cuello, Emilio cuido de el pacientemente los primeros días hasta notarla seca pero los viajes de negocios no se hacían esperar, trato de cancelar los más largos y distantes pero era imposible escabullirse de todas sus responsabilidades.

El segundo día el omega no quería separase de Emilio, no quería ver a nadie ni hablar con nadie más, que no fuese su alfa. Le dolía muy leve el cuerpo y su calor corporal era muy alto, sus pequeños chillidos de dolor hacían enojar a el alfa de Emilio volviéndolo más agresivo y protector, además su cuerpo y mente se volvieron más sensible a la voz del mayor quién podía sentir a través del lazo cada una de las emociones y pensamientos voluntarios de su esposo.

Joaquín tomó la hoja envolviendo la planta, se levantó con cuidado pero todo a su alrededor comenzó a dar vueltas y su cuerpo no se podía mantener en un solo lugar, sus ojos se sentían pesados deseando cerrarlos por un momento, sus piernas amenazaban en doblarse. Se estaba desvaneciendo.

NDRANGHETA/OMEGAVERSE Donde viven las historias. Descúbrelo ahora