El mapa

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20━━━━━CAPÍTULO VEINTE. EL MAPA. 

¿Qué verdad?—pregunté. 

—Tú no eres la única con magia en Smasville.

—¿Cómo?

—Algunas páginas del libro fueron arrancadas, por el Jefe de Magia.

—¿Y por qué lo hizo?

—Porque no quería que supieras que...—paró de hablar unos instantes—Da igual Emma—sabía mi nombre—Lo importante es que hay otra persona que también puede hacer magia, como tú.

—¿Sabes quién es?

—No—me respondió—Pero lo quiero saber, igual que tú.

—Entiendo—sonreí—Pero, ¿por qué lo quieres saber?

—Pura curiosidad—contestó no muy convincente. 

—¿Cuál es tu nombre?

—Me llamo Ayelén—no sabía por qué me sonaba un montón aquel nombre, igual lo había escuchado en el instituto, o algo.

—Encantada—le tendí la mano—Hablaré contigo mañana, si logro encontrar tu casa—reí—Pero ahora me tengo que ir, seguramente me estén buscando.

Miré por la ventana y la lluvia había cesado, aunque seguía nublado. Antes de salir, la anciana me llamó.

—Espera.

—¿Sí?—me miró y se levantó. 

—Hay algo que tienes que saber, antes de irte—asentí—El director en realidad es...

No logré escuchar nada más, los oídos me pitaban y no podía oír nada. Me cubrí la cabeza con las manos y empecé a ver borroso. Mire hacía todas las direcciones y no me podía mantener en pie. Asustada, intenté agarrarme al pomo de la puerta. La cara de Ayelén no tenía ningún tipo de expresión nerviosa, sino al contrario, se la veía tranquila y sin intención de ayudarme. Grité pero no me salía la voz y ya no veía nada, solo oscuridad, todo negro y algunas luces de colores que aparecían al mismo tiempo que los pinchazos en mi cabeza. Permanecí quieta y finalmente, quedé inconsciente.

Al despertarme, no di crédito a lo que veía. Estaba en mi habitación. Me asomé por la ventana y hacía un día espectacular con un sol radiante, pero lo sorprendente fue cuando miré el reloj, marcaba las diez y media de la mañana, ¡no era posible! Al incorporarme de la cama, me mareé un poco al poner mis pies en el suelo, pero nada comparado con lo que me había pasado antes, que ahora resultaba ser un sueño.

—¿Emma?—preguntó el soldado que, cómo no, me vigilaba—¿Estás despierta?

—Sí, hoy me he pasado un poco.

—Ya te digo, después del enfado te has quedado cao.

—¿Que enfado?

—¿No lo recuerdas?—me preguntó—Esta mañana, después de bajar abajo, has subido diciendo que te ibas a dar una vuelta, pero al final te has quedado dormida de nuevo.

O sea que el sueño solo había sido la parte del paseo, lo demás había sucedido. 

—Bueno, ¿bajas a desayunar?—le dije que sí y abrí el libro, y dentro me encontré un mapa.

Lo desplegué con emoción y descubrí que era un plano de la isla, pero con una especie de cabaña en el bosque rodeada con rotulador. La cabaña en la que había estado, en el ¿sueño? 

—¡Emma, ven ya!—me llamó Diego impaciente.

Guardé el mapa en un cajón y bajé a la cocina, pero eso no se iba a quedar así.



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