Cristales rotos

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11━━━━━CAPÍTULO 11. CRISTALES ROTOS.

—¡A merendar!—me gritó Alexa.

—Ya voy—le dije.

El director me había hecho una copia de algunas páginas del libro y estaba practicando, pero no me salía ninguna magia. Yo creo que quizás solo podría usarla para defenderme o luchar contra alguien.

—¿Bajas o no?—preguntó Diego.

—¡Qué si!—exclamé.

Mientras la merienda Alexa se levantó y nos enseñó unas imágenes en la pantalla de cine que teníamos. Eran nuestros compañeros, haciendo diferentes tareas en sus misiones. Estaban felices todos, todos menos Esther, que tenía cara de preocupación.

—Me voy a una reunión chicos, vigilad a vuestros compañeros y si algo extraño sucede, presionad el botón rojo—dijo nuestra profesora señalando al nuevo sistema de seguridad—.

Alexa se fue y nosotros conversamos sobre las misiones.

—Mira a Esther—le dije a Diego.

—¿Qué pasa?—me miró confundido.

—Está rara, cómo preocupada.

—Emma, sabes que nuestra compañera es un caso aparte.

—¡Mira!—grité señalando a la pantalla.

Esther estaba hablando con alguien a escondidas con un walkie-talkie. 

—¿Con quién estará hablando?

—¡Sube el volumen!

Aun así, no había muy buena cobertura y solo se escuchaban palabras que fui apuntando en un folio. Nada tenía sentido. 

—Dice algo como: "Está sola con él"—me convenció Diego.

—No sé si me estoy volviendo loca, pero...¿no te da la impresión de que habla de nosotros?

—¿Y cómo sabe ella que estamos solos?—cuestionó—¿Y a quién se lo estará contando?

Negué con la cabeza.

—Por si acaso, estemos alerta.

De pronto se escuchó el sonido de un cristal rompiéndose. El ruido venía de mi habitación. Diego me miró asustado y los dos corrimos a escondernos, cuando los demás cristales también se rompieron y unas personas vestidas de negro entraron a la casa. 

—¿Y ahora que hacemos?—me susurró mi compañero.

Justamente después de terminar la frase, una mujer cruzó la puerta.

—Hola, hola—dijo sarcástica.

—¡¿Mamá?!—exclamó diego.

—¡Vaya!—comenzó a hablar ella—Aquí está el traicionero.

—Más vale que os vayáis de aquí, no creo que queráis quedar inconscientes—les dije amenazadora y Sandra rió.

—Esta niñata se piensa que por tener poderes, puede derrotar a mis soldados—ellos se cruzaron de brazos.

—¿Esther se ha aliado con vosotros?—pregunté sin hacer caso a lo que acababa de decir.

—Afirmativo, ¡que lista!—dijo con ironía mientras que Diego corría hacía el botón de seguridad—Si crees que eso te salvará de algo, lo llevas claro. Lo instaló uno de nuestros miembros para que vuestra profesora pensará que estáis a salvo, y por cierto venía con unas cámaras.

Me giré hacía la pantalla y Esther estaba sonriendo. ¡Sería mala! Sin saber por qué comencé a llorar.

—¿Me vais a matar?

—Todavía no, pero a él sí—todos los soldados se dirigieron hacía Diego y yo intenté hacer algo, pero Sandra me apuntaba con un Thar. Si me movía, ella me mataría.

De pronto, Alexa llegó a la casa y al ver el panorama se quedó totalmente sorprendida. Y en cuestión de segundos se abalanzó hacía los empleados de la jefa y los apartó de nuestro amigo a puñetazos, pero en vez de librarse de ellos, sucedió todo lo contrario, todos los soldados iban a por ella. Estaba sangrando y yo no paraba de llorar sin parar. 

« Pum », se escuchó. Sandra había disparado a nuestra profesora en el pecho.

—¡NO!—pegué un grito y me dirigí hacía los soldados. 

Les pegué tal paliza que todos yacían en el suelo  y cuando iba a por Sandra, no estaba, se había ido. No podía ser más cruel, intenta matar a su propio hijo, dispara a Alexa, contrata a Esther para que nos delate...pero eso ahora no importaba, tenía que ir a socorrer a mi profesora, que había demostrado su enorme valentía y compasión.

Se encontraba en el sofá, tumbada, mientras que Diego corría a por toallas para taparle la herida. 

—Para...—comenzó a hablar Alexa—voy a morir igualmente.

—¡No vas a morir!—dijimos nosotros.

—La bala me ha atravesado el pecho, no hay mucha probabilidad de vida con esta herida—rió triste—solo os quiero decir que matéis a esa hija del diablo—cerró los ojos y su respiración cesó.

—¡No te puedes morir ahora!, ¿escuchas?—empecé a balbucear—Nos tienes que ayudar.

—¡Ha muerto por mi culpa!—sollozaba mi amigo—¡Me ha salvado y ha muerto ella!

—Te ha salvado, pero no ha muerto por tu culpa, la culpa es de tu madre—le intenté tranquilizar—Ya no podemos hacer nada para salvarla, pero si que podemos hacer lo que ella nos ha pedido...matar a Sandra.

—Llamemos al Jefe de Magia—asentí y los dos nos miramos destrozados.

Esto no iba a quedar así.



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