37. Bienvenida de Eterna Compañía

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Jin no tarda ni un segundo en subir al árbol, siendo recibido por Jimin y enrollándose en este. Huele mejor que nunca. Es extraño, es como si estuviera tan feliz que huele mejor. Suspira con una sonrisa, acurrucándose en él. Podría dormirse de esta manera sin problema. Namjoon aguanta la risa de las pupilas dilatadas de Jungkook. Luce como un niño pequeño de esa amanera.

Cuesta lo suyo trepar, sobre todo para Hoseok. Los caballos no trepan arboles. Una vez están con ellos, las ramas se tuercen para crear un camino transitable a los invitados ajenos a esta relación árbol-dríada. Jungkook está muerto de fascinación por lo que ve. Un entorno totalmente nuevo.

Uno que quiere pintar a como dé lugar. Seria espectacular. Podría hacerlo en alguna de las habitaciones de casa para dar ambiente. Que tan capaz seria de representar esta fantasía y que tal al sentir Jimin una vez la pruebe. Porque sí, la dríada debe probarlo. Pensara en esa partecita más tarde. Solo por no resultar odioso en un momento tan bonito. Lo mira de reojo, con la pupila aun dilatada.

Jimin es muy parecido a su árbol. Quizá demasiado. Genera una suave risa en él. Tanto que desprecia las manchas de sus manos y pies, cuando en realidad son un rasgo que lo hacen compartir mayor similitud con su árbol. No aguanta el aproximarse y darle un beso tras la oreja. Consigue sacarle una suave risa y una mirada de los ojos de iris rosa. Tan pequeños y sonrientes.

Puede percibir una especie de ¿canto? No está muy seguro al respecto. Yoongi se frota ligeramente contra el tronco— ¿Te gusta? —cuestiona Taehyung. El cambia forma asiente, ronroneando con sutileza.

—Me recuerda a los arboles donde solía dormir. Eran muy cómodos. —afirma continuando con el sonido, sus orejas caídas y ojos entrecerrados. Hoseok ríe por lo bajo.

—Gatito~. —dice con voz fina.

Llegan a lo que sería el centro del árbol, viendo la habitación gracias a un agujero que se abre frente a ellos sin que las dríadas hagan nada. Entran en la habitación que ellos usaron hasta hace un instante. Les hablan de lo que el árbol contó, con la esperanza de que Namjoon tenga una respuesta a la interrogante de por qué no pudo crecer más, porque no pudo hacer más dríadas si ya fue capaz de generar gemelos.

—O sea, este árbol es tu mamá. —Señala Jin dando golpecillos a todo lo que se topa en su camino.

—Algo así. —Ríe Jimin. El Naga de ojos orados da toques a su barbilla antes de morderse la mejilla. Taehyung lo mira fijamente, conoce a la perfección ese gesto.

—Por eso son dos. Son dos árboles distintos—Asume Namjoon—. Dos árboles distintos, mezclados, que acabaron dando dos resultados distintos—Ve a las dríadas que inclinan la cabeza en la misma dirección—. Comparten energía, más no el tipo y por eso se diferencian tanto. Que fascinante. —concluye. Jungkook simplemente ve otra cosa menos técnica.

Dos esencias diferentes surgidas del mismo recipiente. Un cuadro hecho con pintura púrpura y el otro, con pintura rosa. Uno a trazos anchos, elegantes y que pueden llegar a ser toscos. El otro, con pinceles finos, mucho esfuerzo y poco en donde mostrarlo, trazos cariñosos y suaves.

El cuadro de la elegancia a pesar de la suciedad.

El cuadro del amor a pesar de la tristeza y dolor.

—El único problema es que no va a dar ningún árbol igual. Lo ha intentado, así como más dríadas para buscarnos, pero no ha podido. —informa con tristeza el muchacho de púrpura. —ríe discreto. Sabiendo que Jungkook analiza con cuidado cada gesto de Taehyung. Tal vez lo piensa pintar.

Los hicieron vivir como animales y aun así se para de esa forma. La postura de Taehyung no es encorvada, en lo absoluto. Por el contrario, mantiene las manos tras la espalda recta, cuando se inclina, es ligero y no deja de lucir grácil. Con las manos en la cintura o bajando la cabeza. Está totalmente en él. Una muestra de la diferencia con Jimin.

Una muestra de porque a Namjoon le gusta tanto. Esa milimétrica perfección que no se cuartea ante su fuerza. Balanceado en la exactitud de esa intuición que ha perdido por pensar demasiado. Taehyung es perfecto para Namjoon, porque le brinda más naturalidad de la que posee, adaptándose a esa disciplina de la que tanto se enorgullece.

Acariciarlo sin romperlo, sin matarlo, su pequeña flor capaz de aguantar hasta lo más duro y a la que no someterá jamás.

Por otro lado, está Jimin: Que está con la espalda erguida, recto, claro, pero con las manos al frente y balanceándose ligeramente. Continuamente inclinado, incapaz de persistir regular sino en la belleza de las curvas interminables. Por eso le gusta tanto. Es variable.

Siempre va a estar en una postura diferente, a cambiar, variar y aun así, con tanta capacidad, es chiquito. Lo puede sostener sin problema. Apretarlo y darle una nueva forma. Moldeable como arcilla. Suspira con una sonrisa tonta. Enamoradiza en su totalidad.

Su dríada perfecta.

—Los híbridos son infértiles.

— ¿Lo sientes? —pregunta Jimin hacia Jungkook, notándolo callado y apoyado a uno de los muros. El Naga mira la madera negra y pone las manos n esta. Desde que subió lo siente, que lo mencione confirma que no se está volviendo loco.

—Está cantando.

Taehyung se lleva a Namjoon. Casi sin que lo note.

— ¡Hey! —chilla Hoseok—. O-oye no nos dejes aquí-

—Aquí no exactamente, creo que quiere darles otra cosita a ustedes dos.

Yoongi chilla, deslizándose por la repentina caída del suelo donde estaba en pie. Hoseok lo sigue sin pensarlo un instante. Otro tramo de madera se abre y Jimin le indica a Jin que vaya por ahí. El niño asiente emocionado de tener una aventura así sea a solas. Jimin no dejara aquí tirado de todos modos.

Toma a Jungkook de la mano y traspasan la madera. El Naga escucha ese canto aún más pronunciado. Dulce y armonioso. Lo hace recordar a la voz de Jimin. Solo que más fina. Llegan a un espacio oscuro y lleno de follaje en el fondo. Se apoya en Jimin. Es un sitio estrecho. Su cola podría llenar todo el suelo por completo. Jimin lo acaricia del rostro.

— ¿Qué hacemos aquí? —cuestiona curioso. Una a una pequeñas luces surgen. Luciérnagas que revolotean por doquier y crean iluminación en el espacio. Jimin lo aproxima, con las piernas a cada lado de la cadera del Naga en una postura usual.

—Darte la bienvenida, este es tu hogar también, así no estaremos solos nunca.

Sisea, gustoso del tacto que le provoca los besos constantes de Jimin en la mandíbula y el cuello. Es un ambiente más que perfecto. Sin mucho esmero y logrando ser mágico. Junta los labios con él. Acaba por acurrucarse para continuar con los mimos suave, ignorando la abertura que hay arriba. Dentro de un rato, después de que acabe de recibir esta parte de su bienvenida.

Una bienvenida a una nueva vida donde jamás le va a faltar la compañía. Sencillamente encantador.

—Te amo. —le dice entre besos y Jungkook sonríe arrugando la nariz.

Cercis | KookMin || Book 2#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora