39. Florecimiento Mutuo

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— ¿Pasear? Si me gustaría—ladea la cabeza con una sonrisa, sentado en una de las ramas altas del árbol. Más por precaución que por gusto—. ¿A dónde iríamos?

—A donde solía vivir. No es muy lejos. Llegaremos hoy por el medio día si salimos ya. —Jimin saca ligeramente los labios viendo atrás un instante. Taehyung ya está llevando a Namjoon a su habitación privada por tercera vez este mes.

Luego se atreve a insinuar que él es más promiscuo por tener a Jungkook por cuatro día de los siete a la semana. Taehyung es casi lo mismo, pero Namjoon finge controlarse. Jungkook no. Quizá por eso le gusta tanto.

Curiosamente, lo que más le estresaba de Taehyung en la mina: ser poco medido, es uno de los rasgos que más le gustan y este se encuentra perfectamente presente en Jungkook. De alguna manera, pueden decir que sus respectivos acompañantes tienen actitudes similares del otro.

Namjoon y Jimin son calmados, muy entrados en la realidad, sin gustar de los sueños que pudieran entorpecer o causar un accidente. Intentando que la prioridad sea mantener seguridad. Perdiéndose una vez hay un estímulo por más mínimo que sea y dejando fluir la naturaleza más obvia de sus personas.

Luego están Jungkook y Taehyung. Unos soñadores totales. Imaginativos hasta no poder más, viviendo en la luna y poniéndose en peligro de tantas maneras que roza lo ridículo. Viven del instinto, los estímulos no son necesarios para tener sus actitudes banales y juguetonas.

Ser complementarios en estos casos es el núcleo principal de las relaciones. Como ahora, que Jimin es perfectamente consciente de que su situación con Jungkook se ha vuelto un juego de gato y ratón: Si está mucho tiempo fuera, Jungkook lo tomará como excusa para llevarlo a casa y así esté a salvo; Jimin se las ingenia para escurrirse del agarre para volver a su árbol.

Llevan seis meses en esto. Con la dríada ganando la mayoría de las veces, quedándose en su árbol y el Naga haciendo lo posible por evitarlo. O bien, eso dice, la realidad es que deja ser esta forma. Es un método muy particular de permanecer en el recuerdo de Jimin. Cerciorarse de que no va a ser olvidado en ningún momento.

Así sea por accidente. No pasa más de dos días sin verlo.

—Umm... Creo que me estas engañando. No debe estar tan cerca.

— ¿Por qué sería un problema?

—No lo sé. Tengo la sensación de que debería quedarme por aquí estos días—Jungkook ladea la cabeza—. Es una especie de corazonada. No sé cómo explicártelo—balancea las piernas—. Tal vez otro día. Cuando se quite.

—Te prometo que será rápido. No daré tantas vueltas y volveremos aquí hoy por la noche a dormir. Te lo prometo. —insiste juntando las manos. Jimin salta de rama en rama hasta llegar al suelo. La ropa vuela lo suficiente para descubrir apenas un tramo de las piernas blancas y nada más.

Cosa que deja a Jungkook con enorme ansiedad.

Y hambre.

— ¿De verdad lo prometes? —pregunta juntando las manos en la espalda, un puchero y la cadera hacia un lado.

—De verdad. —afirma arrugando la nariz.

~ * * * ~

—Este lugar es realmente muy bonito. Cuando decías nido, esperaba algo un poco menos abierto.

—Si fuera cerrado no me entraría luz. Me daba mucha rabia.

El sitio es un escondrijo en la tierra muy literalmente. Un agujero enorme donde Jungkook cabe sin problema, pero sus obras de arte no. Los muros y cada tramo del sitio a reventar del talento artístico tan particular del Naga. Su hedor está casi desaparecido por el tiempo sin usar. Jimin se recuesta un instante en el suelo y Jungkook a su lado.

Cercis | KookMin || Book 2#Donde viven las historias. Descúbrelo ahora