Capítulo 17: Mirar hacia atrás

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Los miembros de la banda pasajera del grupo A se estaban dirigiendo a la casa de Castiel en completo silencio, cada uno comiéndose la mente con sus propios pensamientos.

Castiel ya había estado en la cochera para recibir la batería, pero evitó entrar a la casa como llevaba haciéndolo desde que se había emancipado. Debrah le había pedido varias veces aprovechar su solitario hogar para enrollarse y él siempre dio la misma excusa: era un fastidio desempolvar todo.

Aunque había estado tan reacio a regresar, caminar por su antiguo vecindario lo estaba poniendo nostálgico por lo poco que había cambiado. Todavía se veían familias reunidas afuera de sus casas comiendo y platicando en tanto los más chicos jugaban en los patios delanteros. Unos niños se estaban persiguiendo en la acera, riendo muy alto y gritando con la emoción que solo se podía tener a esa edad. Todo eso le recordaba cuando él y Nathaniel corrían con Demonio mientras sus tías los vigilaban desde el pórtico.

Castiel vio de reojo a Nathaniel y lo atrapó observándolo con disimulo, este apartó la vista de inmediato. Castiel no soportaba la distancia que había crecido entre ellos y estar en su casa de la infancia solo abría más la herida. Quería que volvieran a ser lo que eran y le asustaba que ya no fuera posible. ¿Dónde había quedado la complicidad que tanto los unía? Lo estaba arruinando con sus pobres decisiones.

Entraron a la polvorienta cochera que se encontraba ocupada solo por la batería del contacto de Lysandro. Los padres de Castiel no tenían ningún auto. Unos tipos habían robado su coche durante unas vacaciones en la playa cuando Castiel tenía siete años y tuvieron que regresar a casa en autobús. Después de eso, sus padres no quisieron adquirir otro carro, dijeron que era una buena oportunidad para ser más saludables y usar bicicletas. Castiel sabía que era otra excusa, era lo que ellos hacían, tener menos para no verse forzados a abandonar tanto. Su propio hijo no lo valía.

―Muy bien ―habló Lysandro―. Como todos conocemos estas canciones, propongo que tomemos los primeros ensayos para ayudar a Nathaniel, de esta manera, cuando toquemos en conjunto el resultado podrá ser más favorable.

Iris estornudó.

―¿Estás resfriada? ―preguntó Nathaniel.

―Soy alérgica al polvo.

―Ya. ―Castiel se rascó la nuca―. No he tenido tiempo de limpiar.

―Descuida. ―Aspiró un poco por la nariz, ella le sonrió, pero enseguida estornudó de nuevo, y otra vez, y otra―. ¿Alguien tiene papel? ―Su voz sonó congestionada y sus ojos estaban poniéndose rojos.

―Es un problema ―reconoció Lysandro, buscó en su mochila unos pañuelos y se los dio a Iris―. Podemos hacer esto: mientras Castiel y yo limpiamos el lugar, ustedes dos podrían ir a comprar algo para comer, la casa está vacía.

―¡Puedo ayudarles a limpiar! ―Iris se apresuró a decir―. No es problema.

―Sí lo es ―habló Nathaniel―. Si te quedas a limpiar, se levantará más el polvo y no dejarás de estornudar.

―Iris, solo vayan ―mandó Castiel―. Hagamos esto rápido para empezar.

Nathaniel e Iris se fueron y los chicos se dedicaron a asear sin decir nada, llevaban así todo el día. Una vez que terminaron, Lysandro examinó la batería y Castiel se acercó a él.

El silencio era algo habitual entre ellos, pero Castiel sabía que no era el silencio apacible al que estaban acostumbrados. Castiel había aprendido a reconocer algunas de sus emociones a través de la poca expresividad de Lysandro. Además, sería tonto ignorar lo que le había hecho pasar... Se estaba cansando de arruinarlo todo.

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