Capítulo 14: Lo que te sostiene

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Nathaniel llevaba rato repasando la misma línea en el libro de historia. En su mente, lo sucedido con Castiel se reproducía en secuencia, como una película: desde la primera vez que notó su frustración cuando intentó alejarse hasta la última discusión.

Deseaba ser más paciente con él. Entendía de sobra lo complicado que podía llegar a ser darte cuenta de que una parte de ti no era lo que pensabas y que mostrarla podía suponer problemas. Pero su volatilidad era frustrante.

―Ey, ¿puedo pasar? ―preguntó Ámber cuando ya iba entrando a la habitación y se sentó en el escritorio―. Mamá y papá salieron y creo que llegarán tarde, vayamos al centro comercial.

―No creo que sea lo mejor ―dijo con una mueca. Era arriesgarse demasiado cuando su padre podría llegar en cualquier minuto.

―¡Pero, Nath! ―se quejó moviendo las piernas en el aire―. Le he pedido permiso tras permiso a papá para que nos deje hacer cosas juntos, y por alguna razón, nunca accede si es contigo. Y tú... ―Lo apuntó con el dedo―. No pones de tu parte, ¿creí que seríamos hermanos?

Nathaniel pudo notar tristeza detrás de su acusación, aun cuando ella estaba tratando de no demostrarlo. ¿Qué podría decirle? No quería ser distante después de los pequeños avances que habían logrado en su relación. De verdad le gustaba tener a Ámber prestándole un poco de atención, pero le aterraba que sus intenciones inocentes hicieran enfurecer a su padre.

―Ya sabes que no me gusta salir mucho, y papá... ―se apresuró a seguir cuando vio que quiso replicar―, él solo está preocupado de que no vaya a terminar con mis deberes y que eso pueda afectarme.

Ámber hizo una mueca, decepcionada.

―¿Entonces quieres que deje de intentarlo?

―¡No! Solo... no le pidas más permisos a papá.

Ella puso una sonrisa traviesa.

―Oh, así que a mi hermanito le gustan las aventuras clandestinas.

Nathaniel se rio, pero se amargó rápido al pensar en Castiel. No eran solo las últimas palabras que se dijeron, recordar que Ámber tenía un enamoramiento por él lo hacía sentir culpable.

―Ámber... ―Se aclaró la garganta, nervioso―. ¿Todavía te gusta Castiel?

―¿Cómo sabes eso?

Él esbozó media sonrisa.

―Es de dominio público.

―Sí ―suspiró―, supongo que evito pensar que todo el instituto lo sabe. ―Ella se quedó mirando a la nada, reflexionando el cuestionamiento―. La verdad es que no estoy segura... Me empezó a gustar el año pasado cuando me defendió de un par de idiotas que me estaban acosando.

―¿Qué? ¿Quién te estaba molestando?

Ámber hizo un movimiento con la mano para restarle importancia.

―Unos estúpidos que me crucé en la calle, Castiel estaba cerca y me ayudó.

Nathaniel sabía que no le gustaba caminar sola, imaginaba que era por eso. Le aliviaba mucho saber que alguien la había defendido en una situación así.

―Me alegra que no te dejara sola.

Ámber puso una sonrisa boba.

―Creo que Castiel es más amable de lo que aparenta. ―Nathaniel asintió de manera inconsciente―. En fin. Desde ese momento hasta ahora apenas cruzamos palabra y la mayoría de las veces no es algo lindo... Supongo que no congeniamos. ―Ella hizo una mueca que demostraba su desilusión.

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