Capitulo 1

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Los sueños son puertas secretas de la realidad

Giré el picaporte de la puerta con cuidado de no hacer demasiado ruido, abrí la puerta con la mayor lentitud que mi cuerpo me permitía.

¡Demonios si que era tarde!

Cerré nuevamente con cuidado y me dirigí a mi habitación, tanteando de no tropezar con nada, estaba oscuro, condenadamente oscuro, ni siquiera se podía distinguir alguna silueta, la parte positiva de todo esto era que ya conocía mi casa, hace cinco años que nos habíamos mudado y desde entonces conocía cada esquina a la perfección, agradecí que la puerta de mi habitación estuviese abierta, sino fuese así despertaría a mi madre y a Peter, su nuevo esposo que dormían en otra habitación frente a mi cuarto, entré y la cerré cuidadosamente, encendí la luz y enseguida mis pupilas se dilataron mientras se acostumbraban, solté un soplido de cansancio, mi habitación estaba hecha un desastre, no tenía tiempo de arreglarla, había ropa limpia en la cama, la tomé y la dejé en la silla de mi ordenaron, me quite la guitarra de mi espalda y la dejé junto a mi cama, me senté y me quite los zapatos, sin hacer demasiado esfuerzo, me acosté dispuesto a dormir las pocas horas que me quedaban, mientras me arropaba recordé.

¡Demonios la luz!

Me levanté de mala gana de nuevo, ya mis pies palpitan del cansancio, la apagué y me acosté sin  siquiera mirar la hora, me sería imposible conciliar el sueño si veía que solo me quedaban al menos una 3 horas para dormir.

Estaba nuevamente en el restaurante/bar donde tocaba con la banda en la noche, las ocho mesas perfectamente acomodadas y limpias, y aunque la luz tenue le daba aire vintage la decoración era increíble, todo de madera oscura, creando la ilusión de un restaurante de vaqueros, el bar de encontraba a mi derecha, con botellas de toda clase de vino y cerveza, a mi izquierda la entrada de la cocina, era raro que estuviera tan desolado, seguramente aún no había llegado nadie.

A medida que me adentraba al lugar noté que en el pequeño escenario improvisado frente a la meses había una chica de espaldas con una guitarra en sus manos, parecía estar probando el sonido, fruncí mi ceño en confusión.

¿Acaso me habían despedido y no lo sabía?

¡Demonios todo era culpa de Andrew le dije que no debíamos tomarnos una cerveza sin permiso!

-¡Ey!

llamé a la extraña

ella no se inmutó, destestaba tener que repetir las cosas dos veces.

¡El don de la impaciencia!

-¿Estas sorda o qué? - hablé un poco más fuerte mientras le acercaba un poco más, ya estábamos a tan sólo un metro de distancia, pero ella estaba un poco más alta que yo debido al escalón de la tarima.

Se dio vuelta lentamente, y lo primeros que noté fue su cabello  corto y oscuros hasta los hombros, su tez era morena, un color canela de infarto.

La miré de abajo hacia arriba, inspeccionandola.

llevaba puesto unas zapatillas de color rojo, sus piernas estaba al descubierto, sin ninguna cicatriz o rajusño sobre ellas, llavana un vestido floreado que llegaba un poco más arriba de las rodillas, parecía una princesa de antaño, no parecía ser de esta época, sus labios gruesos estaban cubiertos por lo que parecía ser un simple brillo, sus ojos color café, embrigadores, tan oscuros como la noche, era hermosa sin duda.

aparté mis cochinos pensamientos y recordé que aquella intrusa estaba en mi lugar.

- Estas en mi lugar - solté sin más.

Ella me miró con asombro y luego comenzó a mirar hacia abajo, como si estuviese buscando algo.

despues de un rato habló por fin - no veo tu nombre por ningún lado - sarcasmo, odiadaba el sarcasmo.

pretenciosa.

La fulminé con la mirada y subí el escalón que nos separaba, estando un poco más alto que ella, de algo me había servido haber jugado basket - Estas en mi lugar de trabajo - dije.

-¡oh no lo siento! - hizo un pequeño puchero - ahora este será mi lugar, y tú serás el público - su personalidad no iba para nada acordé con su vestimenta.

- ¿Qué? - pregunté desconcertado - mira niñita - dije apuntandola con mi dedo - bájate de ahí si no quieres que sea yo quien te baje - finalicé.

ella sonrió mostrando sus perfectos dientes blancos - ¡Hazlo! - dijo desafiante - pero si lo haces, me encargaré que no vuelvas a entrar aquí - aseguró muy convencida.

pensé con claridad las consecuencias de ese acto y desistí rendido - ¡Ladrona! - murmuré mientras me le daba la espalda para salir del lugar!

-¡Ey! - gritó ella haciéndome voltear - nos vemos pronto.

El sonido del despertador taladraba mi cerebro.

¡Pip Pip Pip!

Juro que lo estrellaría en cualquier momento.

Me levanté desconcertado.

¡Uf solo fue un sueño!

Que alivio.

Me levanté rápidamente y me dirigí a la ducha para espantar cualquier rastro de sueño, cada vez que cerraba mis ojos sólo la podía ver a ella.

¿Quien era esa chica?

¿Donde la había visto antes?

- ¡Alper baja ya! - gritó mi madre desde la cocina.

Bufé, eso solo significaba una cosa.

Que estaba de mal humor.

Me vestí rápidamente y bajé a toda velocidad, mi madre se encontraba en la cocina con los brazos a en su cintura, su cabello rubio recogido como de costumbre, llevaba su usual vestimenta de casa que consistía en un vestido largo un poco ancho para que "no se notarán sus kilos extras"

- ¿Ahora que hice? - ella a veces podía exagerar.

Torció sus ojos por la forma en la que hablé, aquí vamos - ¡Ya tienes 22 años! ¿Cuándo vas a madurar?

me senté en el comedor y mordisquee mi sandwich mientras la escuchaba.

- ¡Ayer llegaste a las dos de la mañana! No creas que por caminar de puntillas no lo noté.

¡Madres!

- a esa hora terminé de trabajar - le expliqué encogiéndose de hombros.

- ¡Eso no es un trabajo! ¡Es vagancia! - reí por la palabra.

- Debo irme madre, te amo - dije tomando con rapidez mi mochila y saliendo de mi hogar camino a la universidad.

En la entrada de la facultad de psicología me encontré con mi mejor amigo Andrew.

- ¡Hey! - me saludó.

- ¡Nos van a despedir por bebernos la cerveza sin permiso! - le dije apenas lo ví recordando mi sueño y también a la chica.

La ladrona

Comencé a mirar los rostros de todas las universitarias que pasaban a nuestro lado, ella tenía que estar aquí, era imposible que yo hubiese imaginado un rostro que no existe ¿O sí?

- amigo ¿Estas bien? - preguntó Andrew mirándome como si tuviese tres cabezas.

- si - conteste - vamos. .

En clases de estadística, no podía de dejar de pensar en mí sueño, en ella, en la promesa de volver a vernos.

Eso esperaba.

Ladrona De SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora