XVIII Dímelo

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Juliana salió hecha una furia, estaba lloviendo e inmediatamente fue en busca de un taxi. No entendía la reacción de Valentina, ella no estaba coqueteando con la chica. No encontró ningún taxi disponible y comenzó a caminar por la calle sin un rumbo fijo.

Mientras tanto, Valentina se despedía de sus amigas, alegó que habían recibido una llamada de su niñera, parecía que había una emergencia con su hija., así que tenían que irse y ase despidió en nombre de Juliana. Cuando se dio cuenta de lo que había hecho salió corriendo del bar en busca de Juliana, al no encontrarla en el estacionamiento, se subió al coche y se dedicó a buscarla por las calles cercanas en medio de la lluvia. "Estúpida, eres una estúpida, ¿qué has hecho?" se repetía una y otra vez mientras buscaba con la mirada por las calles que pasaba.

Juliana caminaba por la acera sin terminar de entender, estaba sumamente enojada, "¿por qué se pone así? ¿como si le importara?", se decía mientras la lluvia caía torrencialmente sobre ella.

Valentina seguía dando vueltas culpándose por haber sido tan imbécil con su esposa, y justo cuando empezaba a perder la esperanza de encontrarla, la vio a lo lejos; aceleró para alcanzarla tocando el claxon al mismo tiempo, Juliana no la escuchó, iba sumergida en sus pensamientos, así que no se dio cuenta sino hasta que el coche estaba a su lado.

Valentina: Juliana, sube por favor.

Juliana: No, estoy furiosa, me culpas de algo de lo que no soy responsable.

Valentina: Lo sé, discúlpame, por favor. Sube, te vas a resfriar.

Juliana: Está bien, pero no me hables, no quiero hablar contigo.

Valentona: Está bien, cómo tú digas, no te hablo.

Así fue como Juliana subió al coche, no dijo nada en todo el camino, estaba realmente enojada. Llegaron a casa y en cuanto entraron corrió a su habitación, Valentina mientras tanto se encargó de meter el vehículo a la cochera. Juliana llegó a su habitación, caminaba como león enjaulado de un lado al otro, de repente entró Valentina dirigiéndose al cuarto de baño a buscarle algunas toallas...

Valentina: Lo siento...

Juliana: ¿Lo sientes?, después de que me culpas de algo de lo que no soy responsable...

Valentina: Sí, lo sé, no medí mis palabras, perdóname, no debí ponerme así, ¿me perdonas? - le dijo poniendo un puchero tratando de imitar sin demasiado éxito a un borrego herido. Ante esa mirada Juliana se encontraba indefensa, pero no lo demostraba, seguí manteniéndose firme -.

Juliana: Tú eres la responsable de todo por llevarme a ese sitio, nunca antes había estado en un lugar así, además... - dijo bajando la mirada un poco avergonzada - nunca he sabido cómo manejar a los hombres en una situación así, comprenderás que mucho menos sé hacerlo con mujeres.

Valentina no sabía cómo responder, se sentía fuera de lugar, sabía que lo que había provocado que reaccionara así era que se moría de celos, no podía negarlo, pero tampoco quería espantar a Juliana contándole la verdad, no quería perder lo que tenían. Les había tomado tiempo y esfuerzo, pero habían aprendido a llevarse bien, eran una familia feliz, quitando el hecho de la relación de pareja, claro está.

Valentina: Ven, siéntate - dijo señalando el sitio junto a ella en la cama en la que se había sentado y comenzando a secarle el cabello con las toallas que había traído del baño - Sólo quería que mis amigas te conocieran, debí imaginarme que siendo una mujer tan hermosa ibas a terminar consiguiendo muchas admiradoras... no supe manejar la situación, se me fue de las manos.

Juliana: me acusaste de andar de coqueta.

Valentina: Lo que pasa es que tú no te das cuenta cuando coqueteas, te sale tan naturalmente que no te das cuenta - le dice mientras sigue secándola - y tengo que estar espantándote a todas las personas que se te acercan, es muy difícil manejar la situación.

Cuando el amor llegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora