No siempre se esperan pequeños detalles de ciertas personas.
"En algún momento alguien te moverá el piso..." Eran las palabras que la hacían sentir como una tonta al siquiera considerarlo como una opción.
La rubia solía tener razón en muchas cosas y si, eso podía pasar. Pero no aún.
Luego se recordaba embobada con una sonrisa en sus labios y se sentía avergonzada por su actuar y pensamientos.
Tomó la taza de café de su escritorio, apenas le había dado un sorbo y el pan del desayuno seguía intacto.
Suspiró intentando alejar todo pensamiento de su mente. El desayuno sin terminar quedó en su lugar mientras caminó al ventanal. El reflejo de su cuerpo y rostro le eran apenas visible por el cristal, el tono café de sus ojos, el cabello castaño que, esta vez, caía completamente libre por sus hombros y espalda.
Recordó la vez que Tamitha la tuvo una hora frente al espejo de su cuarto - cuando aún eran niñas - y la rubia buscaba pros y contras de su belleza y la hacía reír con sus ocurrencias. En ese momento creyó que algun día todo cambiaría cuando fueran mayor, pero ahora veía que el crecer no le había afectado tanto como creyó.
Sonreí.
Con bolso en mano se apresuró con la idea de abandonar el edificio; sería un largo día acompañando a la novia.
— Buen día, señorita Amelia. — Saludó el conserje.
— Buen día — Respondió de vuelta, ignorando la mala pronunciación en su nombre.
Cruzó el tramo entre el ascensor y la puerta deteniéndose por la voz del hombre.
》 Le dejaron esto, señorita.
El anciano dió media vuelta buscando algo en la parte de atrás de su escritorio, entre el sonido de cajones abriéndose y papeles moviéndose llamó su atención un sobre encima del escritorio del que sobresalía un pétalo de flor.
— ¿Puedo saber que dejaron para mi? — Quiso saber. — Si no es importante puede dármelo cuando vuelva.
Estaba un poco apurada, si seguía ahí no tardarían en enviar mensajes diciendo que estaban ya esperándola y que tenía que correr.
De ser un cliente común no se vería bien tal falta. Pensó agradeciendo los diez minutos de sobra que tenía.
El hombre anciano dejó de darle la espalda, se estaba disculpando por su mala memoria cuando añadió;
— Aquí señorita, aquí está.
Sonrió al notar que el sobre que estaba encima del escritorio y que él buscó en otro lado todo este tiempo, eran el mismo. Le pareció gracioso pero no encontró adecuado molestar al pobre hombre, se le veía avergonzado.
— Muchas gracias, señor Edelwaer.
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Como helado y chocolate
Romance- - La vida de Amelie se sale de lugar cuando tiene que ayudar a su mejor amiga en la boda de la hermana de esta. Una gran oportunidad para su carrera. Parece sencillo pero una serie de encuentros la harán fijarse en una persona poco usual que term...