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Forma y colores

   Pasaron dos días.

    Dos días completamente estresantes. Convenciendo a Tamitha de elegir un diseño, preparando la fiesta, y todo lo que tuviera relación alguna con la boda.

—Tienes que seguir derecho. — Dijo Tamitha al otro lado de la linea.

—¿Por qué derecho?—preguntó Amalie viendo por sexta vez la dirección en su teléfono.

   Tras la linea, se distinguió la voz de Tamitha hablando pero no con ella. Tras compartir un par de oraciones volvió al teléfono.

—Me pasó lo mismo la primera vez — Dijo. — Maps dice que debes ir a la izquierda pero debes seguir derecho.

   Amalie suspiró.
  Llevaba al menos veinte minutos así, sin saber dónde estaba parada.

—Tu solo camina hacia adelante, vas a ver el letrero sobresalir en algún momento. — Explicó — Ya llegó mi hermana, hablamos luego.

   Y ya no la escuchó más.

—¡Gracias, amiga! — Reclamó Amalie.

  Fue inútil; la rubia ya había cortado la llamada.

  Se enfocó en seguir las instrucciones; ignorar el punto azul que marcaba su app y buscar un estúpido letrero por su cuenta.

  Seguió derecho e incluso cruzó una cuadra más adelante cuando se dió cuenta que había demasiados letreros y lo único que sabía del que buscaba era el nombre de la tienda. No sabía el color, el tamaño o si tenía un diseño en particular que lo identificara.

— ¿Necesitas ayuda? — Escuchó.
—No.

  Su respuesta fue casi automática. Mientras volvía a intentar poner la dirección en su app el hombre insistió;

—¿Estás segura?

  Ignorandolo, siguió caminando con la vista fija en el teléfono. Sus ojos se encontraron con los del hombre cuando se situó frente a ella haciendo que su atención se centrara en él. A centímetros de chocar contra su cuerpo. Acción que evitara que cruzara la calle de forma erronea, con los autos avanzando en luz roja.

Avergonzada al notar su descuido, se alejó del hombre un poco, posando sus ojos nuevamente en los suyos. Ojos café, demasiado claros para su gusto.

  Se fijó en que conocía esos ojos. Vagamente su cerebro identificó a la persona frente a ella como un completo desconocido y, segundos después, supo dónde lo había visto antes.

—Puedo ayudarte. — dijo él.
—Victor. — Dijo Amalie.

   Él sonrió. Dos oyuelos adornaron sus mejillas.

— Recuerdas mi nombre.

  Amalie asintió. Avergonzada por el echo que, de no ser por Tamitha - quien no paraba de hablar de él- habría olvidado su nombre al segundo de salir del café el otro día.

—¿Me dirás a donde vas? Puedo ayudar a orientarte un poco.— Insistió Victor.

   El bendito par de oyuelos se marcó en sus mejillas. Amalie desvío la mirada.

—No estoy desorientada. — Dijo.

  El teléfono seguía en espera de que su ubicación se actualizara.

—¿Segura? — Amalie asintió con su cabeza — Pues no lo parecía hace un rato. — comentó Victor.

    Una alarma se activó en la mente de Amalie. La vocecita que retumbaba en su cabeza gritaba "¡pillada, pillada!". Dudó en mirarlo o no, sentía sus ojos café claro en ella y se sintió cada vez más chiquita. Como si su cuerpo se fuera volviendo diminuto y el de él creciera, solo le faltaba decir "te e pillado" pero su mirada ya se lo debería estar diciendo.

Como helado y chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora