04 ( Parte dos )

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¿Quieres acompañarnos?

-Si. - Respondió él.

Amalie se tomó su tiempo para procesar la pregunta y la respuesta dada. Cuando logró su cometido él ya estaba de nuevo sentado, puesto que se había puesto en pie quizás para iniciar su marcha.
Miró a su amiga esperando una explicación.

Estás loca. Quiso decir. Realmente loca.

-¿Qué? - Cuestionó Amalie, bajo, casi en un susurro. Como un acto tardío.

Se avergonzó de lento proceso de asimilar la escena, aún nerviosa, más que antes. Imaginando qué razones tendría aquel desconocido de plantarse en aquel lugar, frente a ellas. Frente a ella.
No encontró una sola respuesta tranquilizadora.

- No lo conocemos. - Insistió.

La respuesta de Tamitha fue simple.
Tan simple como ignorar su advertencia.
Con una sonrisa en su rostro, la rubia llevó la taza a sus labios y, simulando tomar de su contendido, dijo casi igual de bajo;

-Es solo un café y ya está aquí- cruzó su mirada con ella - Mínimo podrías sonreír y agradecerle recuperar mis flores en tu lugar.

Decir que estaba "realmente loca" era solo darle un título de noble a su estúpida ingenuidad.

-¿Qué parte de "desconocido" no entiendes, Tamy? - Quiso saber.

El echo de que incluso se hiciera pasar por un trabajador del lugar le inquietaba de un modo perturbador. Su insistente mirada en ella, que no estaba bien disimulada, la hacía sentirse incómoda en su asiento.

-Victor - dijo él.

* * * *

Ambas chicas, una rubia y una castaña, miraron al chico frente a ellas. Una confundida y la otra con una expresión ¿de diversión?

El muchacho entendió el silencio provocado como una oportunidad para explicarse y dijo;

-Puedo oírlas.

Tamitha, la rubia, casi se ahogó con el líquido que esta vez si estaba bebiendo. Comenzó a tocer con dificultad y entre preocupada y nerviosa por ser descubiertas Amalie trató de ayudar a su amiga.
Una vez mejor, la castaña pensó que habría tenido la misma reacción de estar tomando también ella de su café. Miró su taza re celosa, dudando si ingerir aquel líquido hasta que se decidió por terminar de oír lo que su inesperado invitado tenía que decir.

-Mi nombre es Victor - sonrió - Ya no soy un desconocido.

Amalie, inundada de verguenza y nerviosismo, se obligó a mantenerle la mirada.
Por el contrario, Víctor fijó su atención en Tamitha cuya expresión divertida había cambiado al casi perder el aire.

Amalie siguió mirándolo. Por dos segundos, le inundó la ilusión de haber visto dos oyuelos adornar su sonrisa. Fue tan leve que pareció eso; una ilusión.

En su mente, para su defensa, el echo de saber sólo su nombre no dejaba de hacerlo un desconocido, uno que - se repitió en varias ocaciones - le parecía muy extraño.

-¿Sabes? - Habló la rubia. - Escuché de hombres regalando flores, pero jamás vi esto.

Amalie, que aún lo estaba pensando, le dió por fin un sorbo a su café ya tibio. La rubia tenía cierta razón. Se consideraba normal el regalar flores cuando se tiene un interés romántico. ¿Qué interés podría tener este hombre conmigo? Se Aseguró así misma que sea cual sea, no era más que un gesto de amabilidad.

Como helado y chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora