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— ¿Victor? — Llamó Amalie con la esperanza de que este no respondiera.

   Las probabilidades de que siguiera en la puerta de entrada eran escasas y lo confirmó cuando se atrevió a salir de su habitación. Quitó la silla que bloqueaba la puerta de su cuarto con nerviosismo y con su único vestido de noche, salió.

¿Era necesario bloquear la puerta con una silla? Se cuestionó creyendo que fue una exageración.

   No tuvo que cruzar el pasillo completo; él no estaba al pie de su puerta.

— Dios, que alivio — Dijo creyéndose una tonta por haberse arreglado.

    Siguió caminando hasta cruzar por completo el pasillo con la intención de cerrar la puerta y poder dedicarse a trabajar, cuando al desviar la mirada lo que vió la hizo pegar un salto y gritar por la impresión.

-¡Dios! — Exclamó Amalie.

    El pequeño salto que dió logró hacerla perder el equilibrio gracias a su poca costumbre a usar tacones.
Victor la miró con preocupación. Se acercó a ella asegurándose de estar lo suficientemente cerca la próxima vez que perdiera el equilibrio.

—¿Qué es un alivio? - preguntó Victor.

—Era. — Corrigió Amalie bajando el volúmen de su voz al ver que se acercaba.

—Te ves.. bien— Dijo él.

》¿Solo bien?

    Amalie bajó la mirada ignorando su comentario y evitando el echo de que esperaba uno diferente.

—¿Por qué sigues aquí? Debiste irte.

—¿No debí quedarme?— Cuestionó Victor.

—No, bueno si, es.. ¡extraño! — Admitió Amalie.

— Bueno déjame decir que para querer que me vaya ese atuendo no es el adecuado.

    Fue ese comentario, solo un comentario el que hizo que Amalie se quedara sin palabras, comenzara a balbucear y se cuestionara el por qué de su atuendo.
    En el momento en que sintió la mirada de Víctor en ella quiso taparse por completo, quitarse ese corto vestido negro, ponerse su pijama, llamar a su mejor amiga y meterse a su cama para comer helado de chocolate.

—Dijiste que irías. — Dijo Victor luego de unos incómodos segundos de silencio.

—Jamás dije que iría. — Se defendió. Victor la miró fingiendo estar ofendido.—Hay, está bien. Con una condición; tu pagas.

—Estoy a tus órdenes.

   Victor hizo una pequeña reverencia que causó una sonrisa en Amalie.

》No será tan malo..

—No pienso aprovecharme de ti así que nada de restaurantes lujosos o algo así.

   Victor asintió con rapidéz a medida que Amalie pronunciaba cada palabra, tentado de decirle que no le era problema el dinero pero lo descartó. Al menos había terminado de convencerla, enviar un mensaje al restoran cancelando su reservación sería un problema.

—¿Nos vamos ya? — Preguntó Victor.

    Amalie asintió.
    Victor abrió la puerta para ella y le ofreció su brazo.
   Y Amalie, aunque lo encontró un gesto exagerado, lo aceptó.

Como helado y chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora