Relato 5 - "El último del viaje"

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Son las 8:05 am. Se abre la puerta de la habitación 69. Un hombre de mediana edad sale cuidadoso, cierra la puerta despacio y se aleja apresurado, volteando a ver hacia ambos lados del pasillo. Era Roberto, quien aún vestido con ropa deportiva, camina deprisa buscando el restaurante del hotel. Minutos después sale María de la misma habitación, Lleva puesto un vestido casual, color blanco. Ella recoge su pelo, aún mojado, mientras camina con rapidez, pero sin perder la sensualidad. Sus sandalias de plataforma de corcho anuncian su caminar. Ese sonido rompe el silencio del pasillo por unos segundos, hasta que María toma el camino hacia el restaurante. Tan sólo minutos antes, era ella también quien interrumpía el silencio del pasillo, con aquellos gritos y gemidos de un profundo placer. De seguro, alertaron a más de alguien. Quien sabe si también a Ángela, quien se encontraba a unas habitaciones de distancia.

María llega al restaurante. Roberto y Ángela están sentados cerca de la entrada, en una mesa para 4. "Buenos días", los saluda, "buenos días", responden ellos. "¿Qué tal durmieron?", insiste María. Ángela abraza a Roberto y responde emotiva: "anoche dormí súper rico", mientras da un beso en la boca a Roberto. Él solo sonríe sin decir nada, sintiéndose incómodo por el comentario que acaba de hacer Ángela frente a su suegra, y ahora también, su amante. María sonríe para evitar que noten la molestia que causó en ella escuchar aquel comentario. El cual daba a entender, que en la noche habían tenido sexo apasionado.

Recién les sirven el jugo de naranja y María lo bebe enseguida. Las naranjas estaban muy dulces, pero su jugo a María le supo amargo. Los celos de imaginar a la pareja de esposos haciendo el amor la consumen. Ángela, mostrando una sonrisa placentera, exclama: "Está haciendo mucho Frío". María no entiende que le pasa, pero siente que la cabeza le va a explotar. Su corazón palpita más fuerte, como si quisiera salirse de su cuerpo. Y así, muerta de celos, le responde: "debiste traer un suéter o algo con qué abrigarte". Es cierto que las madres se ocupan de la salud de los hijos, pero el tono con el que la amante había hecho ese comentario, evidenciaba también mucha frustración.

Roberto advierte el sentimiento de María y rápido interrumpe aquel silencio, continuando con un comentario acerca del clima. María, que está sentada frente a él, fija su mirada en los ojos de aquel hombre apuesto. Nota en sus ojos que Roberto entiende como se siente. Una mirada intensa bastó para que el erotismo volviera a activarse en el cuerpo de aquella señora tan exquisita.

Roberto lidera la conversación, la temática a María no le interesa, sin embargo no despega su mirada de él. Mientras Roberto habla siente que algo toca su pierna. Él hace una pausa, continuando de inmediato su charla. Acaba de comprender, que lo que ahora acaricia su pierna, es el zapato de aquella señora que continúa viéndolo fijamente. María recorre la pierna de su yerno de arriba a abajo con su pie. Roberto mete la mano bajo la mesa y comienza a acariciar el pie de María. Siente con la yema de sus dedos el corcho de las sandalias, continúa palpando hasta llegar al talón de aquel pie perfecto. María retira su pierna, han llegado a tomar la orden del desayuno. Ella aprovecha para quitarse el zapato, mientras Roberto ordena unos benedictinos. María dicta su orden, y al hacerlo estira su pierna. El pie descalzo de aquella señora ahora roza el pene erecto de Roberto, por encima de su ropa deportiva. Él toma el tobillo de María, mientras ella presiona su pene con los dedos de los pies. Roberto acaricia hasta las uñas de aquellos dedos estilizados. Disimuladamente sube su mano y la lleva a su nariz. El olor del pie de su suegra, mezclado con el aroma de la crema humectante que le aplicó, hace explotar su nivel de excitación. Mientras Ángela habla muy entretenida, yerno y suegra se deleitan bajo la mesa. María lanza una mirada a Roberto y él la voltea a ver: "Sácalo", logra leer Roberto de los labios de la señora. Él hace caso de inmediato y saca su enorme pene bajo la mesa. María abre su boca de placer al momento que los dedos de su pie se encuentran con aquel pene erecto. Roberto toma el pie de su suegra con su mano y comienza a masturbarse con él. Algo de líquido seminal escurre sobre su pene, y María al sentirlo, lo aprovecha para lubricar el frote de su piel.

La voz de Ángela interrumpe aquella escena cargada de placer. "Tengo mucho frío, ¿Roberto no quieres ir por mi suéter a la habitación?". María retira su pie y él en un movimiento rápido, guarda su miembro con una mano. "Mientras Roberto va por tu suéter, yo aprovecharé para ir al sanitario", dice María levantándose de la mesa. "Bueno mamá", responde Ángela, lanzándole un beso. Roberto se levanta, esperando que Ángela no note su pene aún bastante grande. María camina delante de él, Roberto sigue a su suegra como un cazador a su presa, sin despegar su mirada de ella.

Roberto confía en que María entrará al sanitario y saldrá enseguida, siguiéndolo a la habitación. Pero para su sorpresa, su suegra no entra al sanitario, ella continúa su sensual andar, recorriendo el camino que lleva a los jardines del hotel. Roberto la sigue, a pocos metros de distancia, algo desconcertado.

María sabe que su yerno la sigue, pero continúa caminando sin voltear su mirada. El sonido de sus sandalias se silencia al pisar ahora un camino de pasto recién podado. Ella continúa, se adentra cada vez más en aquel laberinto de árboles y vegetación. Segundos más tarde llegan a un jardín desolado, cercano al lugar donde la noche anterior se llevó a cabo la fiesta. El olor floral mezclado con el sonido de las aves, es cautivador. María llega a una banca de concreto, levanta su vestido y lentamente desliza hacia abajo sus bragas, agachándose para recogerlas. Roberto al verla, se apresura a tomarla por detrás. María sostiene su vestido con ambas manos, mientras sube su pie izquierdo a la banca. Él baja su short con vigor y comienza a besar el cuello de su suegra. Se masturba, pero sólo para lograr esa erección perfecta de nuevo. Ella roza su enorme pene con sus nalgas, y le dice: "métemelo". Roberto penetra a María por detrás, ayudándose con su mano para hacerlo. Ella gime de placer, mientras él aprieta fuerte con sus manos los enormes senos de su suegra. Roberto comienza a mover con fuerza su cadera, penetrando duro a María. Ella se apoya en un árbol para no caer, porque la fuerza de Roberto es intensa. Él aprovecha y toma a su suegra de la cintura mientras continúa penetrándola con fuerza. María grita: "qué rico, penétrame papi". Roberto ha entendido que así es como ella lo llama cuando está extasiada. Él está excitadísimo, y saliendo de María, se sienta en la banca. María se sienta en él, dándole la espalda. Roberto continúa penetrándola al mismo ritmo que hace un momento. La imagen de las nalgas de María rebotando sobre su pene es deliciosa. Roberto aparta ambas nalgas con sus manos, para ver mejor como su pene entra en la vagina de su suegra. La imagen lo excita tanto, que da una nalgada a María con su mano. Ella grita excitada diciéndole: "pégame, más fuerte, ¡qué rico!" El da otros dos golpes a las nalgas de María, ella está tan excitada que se escurre sobre el pene de su yerno. En ese momento ella se levanta y se da la vuelta, sentándose de nuevo sobre él. Lanza un fuerte gemido cuando el enorme pene de Roberto entra en ella nuevamente. Comienzan a besarse, con mucha pasión. Sus lenguas se acarician, mientras Roberto siente como la humedad de la vagina de María lo envuelve por completo. Ella, aún con Roberto dentro, sube sus pies a la banca. En esa posición logra sentir el enorme pene de Roberto muy dentro de ella. Él sostiene a su suegra por las nalgas, mientras ella repetidamente, desliza su vagina por todo el pene de su yerno. Cualquiera que hubiera visto aquella imagen, de la pareja teniendo un sexo tan apasionado, se habría excitado. Estaban fusionados en placer. María grita: "ya me voy a venir papi, no pares". Roberto continúa penetrándola fuerte, ella tiene un orgasmo y grita de placer. Roberto al instante, eyacula dentro de María. Ambos siguen moviéndose, temblando y sintiendo ese placer momentáneo.

Roberto aún recobraba el aliento cuando María se levanta. Su vagina deja empapado a Roberto. Ella se pone sus bragas, le da un beso y se va diciendo: "qué rico estuvo mi amor, pero debemos apresurarnos". Roberto corre, aún debe ir por el suéter de Ángela. Acaban de tener uno de los mejores encuentros de su vida, el último del viaje. Porque después de comer el desayuno se van, regresando cada quien a su vida cotidiana.

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