Capitulo 4: Castigo

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Sabía que era obsesionado, sabía que detestaba que lo hicieran mal, sabía que era un idiota con una maldita obsesión, sabía que era estricto, sabía que si lo hacía mal me obligaría a hacerlo todo de nueva cuenta, comenzando desde cero, pero es que, no puede pensar en otra cosa que no sea limpiar a cada maldito segundo las veinticuatro horas al día de arriba abajo, de izquierda a derecha y todo lo que vea. Ósea, entiendo que odie la suciedad, yo también la odio, pero su obsesión va más allá de lo que cualquier persona podría esperar, acaso tiene un trauma, una enfermedad, o solo le gusta y ya.

Cuando decían que era obsesionado por la limpieza, que dejaba todo reluciente fuere lo que fuere, sinceramente creí que era una broma de mal gusto, pero cuando lo conocimos esas sospechas y rumores se hicieron verdad, lo que creímos como algo estúpido y sin sentido, era algo —para los que lo conocían— normal y a lo que ya estaban acostumbrados a ver y hacer, pues él mandaba a todos a limpiar en su día.

Llevo tres malditas y tediosas horas limpiando el establo, y no porque este muy sucio, o porque lo hago lento y desganada, sino que es por culpa de un enano gruñón obsesionado por la limpieza, el cual había venido a inspeccionar mi avance, yo ya estaba a punto de terminar, pero él me dijo que lo volviera a hacer todo de nuevo.

—Mocosa, acaso no sabes limpiar o que. Vuelve a hacerlo todo de nuevo, y no vayas a mi oficina hasta que esto esté bien hecho y limpio—hablo serio.

Debía estar bromeando, eso pensé, pero desgraciadamente el no hacía bromas, al menos no cuando trata de la limpieza del cuartel o cualquier otra parte.

—Maldito enano y su obsesión por la limpieza—susurre para mí, pero mi mala suerte ese día estaba a flote y todo parecía estar en mi contra.

—Te escuche mocosa, anda termina rápido—fue lo último que dijo antes de irse.

Así que de mala gana volví a empezar, lo único bueno es que nadie se había acercado al establo, de seguro porque estaba yo, o talvez porque estaban entrenando, lo que sea no me interesa, solo no quiero ver a nadie al menos por hoy, menos si es eren o volvería a golpearlo, es igual de temperamental que yo cuando está enojado, por lo que sería capaz de también odiarme y gritarme.

Seguí limpiando y ordenando todo, me dolía la espalda, solo quería echarme en algo suave y dormir lo que queda de la tarde, pero el enano me lo impediría a toda costa, de seguro está enojado por tener que lidiar conmigo que siempre le di problemas, pues odiaba tenerlo enfrente de mi o siquiera escuchar su nombre de alguien. Mientras los demás lo alaban como su héroe y el que nos salvara de toda esta mierda a lo que llamamos vida, yo pienso que es un maldito desgraciado que aprovecha su puesto como capitán en la legión, intimidando a todos con su actitud de mierda y su voz fría.

Termine al fin de limpiar el establo, esta vez estaba reluciente, o así lo veía yo. Mi espalda dolía como hacía tiempo no lo hacía, me estire hacia atrás, me sonaron algunos huesos, pero no me importo. Luego de dejar todo ordenado fui a la oficina del capitán.

Todos estaban entrenando aún, por lo que nadie me vio y nadie se me cruzo, llegue a su oficina, toque la puerta.

—Adelante—hablo del otro lado, suspire profundo y entre al infierno.

Él estaba sentado rellenando unos informes, ni siquiera volteo a ver quién había entrado, pudo ser un desquiciado y él no se habría dado cuenta.

—Capitán, ya terminé en el establo—hable para llamar su atención, me miro de reojo y volvió a lo suyo, idiota.

—Bien, iré a revisar luego—mencionó sin despegar la vista de los informes en su mano, acaso eso es todo, tch.

—No me dirá cuál es mi otro castigo o ya lo olvido—hable con algo de burla.

La Titán Más PoderosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora